miércoles, 1 de abril de 2015

Sexo oral


Provengo de una familia con gran tradición liberal que siempre se ha movido por los terrenos de la moderación. Mis emparentados jamás osaron sermonear a nadie en cuestiones de política o moral. Ni siquiera cuando a aquellas vecinas tan simpáticas les entró la manía por montar en bicicleta, y sin sillín, junto a nuestra atalaya mediterránea. 
De hecho, eran tan liberales que fue nuestra señora madre la encargada de darnos cursos de educación sexual con el objetivo expreso de satisfacer a las hembras, sin dejarlas en estado de buena esperanza: ”la lengua, hijos míos, se usa para algo más que para hablar”. Años más tarde comprobé que muchos de los males nacionales provienen de la poca coyunda y, de esa manía en demostrar que el hombre no viene del mono sino de la gallina. Qué razón tenía aquella modelo tan rubia y sabia. 

Guardo en algún lugar del ático de mi memoria aquellos cursillos en los que a mi señora madre se le arrugaba la nariz cuando iba desvelando, y de qué manera tan efectiva, los arcanos de la cosa amorosa. Por otra parte, también nos inculcó aquello de que contar con muchos honrados comealmohadas en el vecindario siempre ayuda, sobre todo cuando se trata de gozar de más mujeres que un mormón de Utah. Por su parte, mi padre no tuvo demasiados problemas en convencernos de que las lesbianas son señoras que tienen buen gusto. El resultado de todo aquello fue que nos convertimos en liberales, e hicimos de nuestra residencia el refugio de todos los que eran rechazados por ser diferentes. No me extraña que viniera tanta gente a decirles hasta luego cuando se mudaron definitivamente de barrio.

Estoy convencido que los gustos terrenales nos ayudan a practicar una especie de idealismo platónico muy elevado. Esas lubinas de blancas carnes perfumadas por las suaves calmas saladas de estas noches tan quietas. Esos caracoles al horno. Ese cerdo rosado. Ese marisco perfumado y, por supuesto, la práctica del sexo oral con todos los matices y reservas que se quiera. Placeres del come, come y del chupa, chupa.

Andalucía es una tierra muy lamedora. Ahí tienen a esos periodistas del régimen con sus loas a Susana Díaz. Fíjense en sus rodillas desgastadas, en su postración continua con tal de satisfacer al objeto amado. Observen a esos políticos haciendo cola para succionar y ganar algo de poder. Eso le pasa a Podemos que, dicho sea de paso, hablaban de casta y ahora se han convertido en aflautadores de miembros que cobran por ello.

Esa vitalidad dionisíaca, zalamerías con la lengua en las desafortunadas tierras del sur me producen bochorno ajeno. Estaría bien que el populacho, antes de hablar, practicara el sexo oral y se abstuviera, incluso, de ir a votar. Y es que en cualquier sitio es bueno para practicar este deporte bucal; junto a la lumbre en una noche de invierno cuando las ermitas del Mare Nostrum tocan a muertos, o en los atardeceres rojos, largos, solitarios e imprecisos de la primavera. Cualquier cosa antes de abrir la boca para soltar un rebuzno. Después de todo, llevan tantos años mamando la corrupción del PSOE, que ya es hora que den satisfacción al resto de ciudadanos honrados. Así que como dijo el gran Diego Armando Maradona; “Que la chupen; que la sigan chupando”.



2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias; a veces las musas se muestran sumisas en sus contadas visitas y, otras en cambio arañan el pensamiento. Saludos.

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