martes, 22 de diciembre de 2015

Ingobernabilidad y caos. ¿O no?


Artículo de Paco Romero


“Aquel providencial acuerdo del 78 se percibe ya como ese mediocampista oscuro, tosco y sin relumbrón al que se echa más en falta cuando no está en el césped que cuando es alineado”


“Más atractivo resultaría un acomodo a la modernidad de la división territorial alejada de los designios decimonónicos de Javier de Burgos y de la esquizofrenia autonómica uniprovincial, que la modificación de la propia ley electoral”



La jornada de reflexión de ayer, mejor dicho, de elucubración postelectoral, nos deja tantas interpretaciones como mentes febriles ocupadas y preocupadas por el futuro de España o de Ex-paña, lo mismo da que da lo mismo.

Primero, un somero repaso a las inobjetables cifras:

Con las connotaciones que más adelante expondré, casi un 27 por ciento de ciudadanos con derecho a voto han permanecido en sus casas, haciendo caso omiso a los “cantos de sirena” de las formaciones políticas y autoproclamándose como los auténticos vencedores de las elecciones. A no mucha distancia, 21 de cada 100 componentes del censo (3 de cada 10 votantes) han optado por el PP, y 16, 15 y 10 de cada 100 censados han preferido, respectivamente, a PSOE, Podemos y Ciudadanos.

A nivel nacional, y sin despreciar la mayoría absoluta popular en el Senado que deja sin opciones los cambios constitucionales que vienen pregonándose, obtiene un tan diáfano como insuficiente triunfo, venciendo en 38 de las 52 circunscripciones y alcanzando 7.215.530 adhesiones, seguido del PSOE que obtiene 5.530.693 votos. Los populares en el gobierno (rebajando de 186 a 123 el número de escaños) han extraviado casi el 34 % de asientos en el Congreso y más del 35 % de los apoyos, mientras los socialistas de la oposición (de 110 a 90 actas) pierden más del 18 % de los escaños y casi el 24 % de los apoyos.

En lo que a Andalucía respecta, triunfo del PSOE, donde gana en cinco de las ocho provincias obteniendo 1.400.399  adhesiones, seguido del PP, que se sitúa como partido más votado en Almería, Granada y Málaga, obteniendo 1.292.652  votos. Los socialistas (que ven rebajados sus actas de 25 a 22) pierden más del 12 % de los escaños y casi el 14 % de los apoyos, y los populares (de 33 a 21) se desfondan al dejarse en el camino el mismo porcentaje de actas que de votos (el 36 %). Aparecen por vez primera, a nivel regional, Podemos con 10 diputados, merced a sus 749.081 electores (16,86 % de los votos), y Ciudadanos, con 8 representantes gracias a sus 611.772 votantes (13,77 % de apoyos).

Ahora llega el momento del análisis y de la -libre- opinión, que, con mayor fortuna o menor acierto, todos nos apresuramos a proclamar sobre esta minilegislatura en ciernes y ante cuya posibilidad surgen, en principio y a borbotones, dos palabras: ingobernabilidad y caos, cualidades negativas ambas que hacen vislumbrar a los grandes gurús de la información, como mucho, un gobierno en minoría y elecciones a la vuelta de la esquina.

La carencia de grandeza y la ausencia de miras -con tan legítimas como desiguales responsabilidades de los dos partidos llamados a dar estabilidad a este denostado sistema- dibujan tan ensombrecido panorama que hay quienes, habiendo contribuido a su exterminio, están ya echándolo en falta. Ahora, en apenas horas veinticuatro, una importante mayoría ha descubierto que el vituperado “contubernio” de la Transición no era, ni con mucho, el padre de todos sus achaques. Extrapolando al fútbol, aquel providencial acuerdo del 78 se percibe ya como ese mediocampista oscuro, tosco y sin relumbrón al que se echa más en falta cuando no está en el césped que cuando es alineado.

Y para muestra, ahí tenemos recuperándose a nuestra antigua parienta, esa prima de riesgo que ayer mismo ya expresó sus primeros temores con un encarecimiento del 14 %, sin echar en saco roto la caída bursátil de más de tres puntos, ambas patentizando como los inversores deshacen posiciones y se alejan de las temibles incertidumbres, las mismas que, así lo hemos querido, se han asentado en nuestro inmediato porvenir.

Frente a los abstencionistas convencidos se posicionan los que entienden irresponsable su actitud; frente a los que pretenden adueñarse de la totalidad de la abstención, haciendo suyas todas las causas (incluidas las originadas por los óbitos), se manifiestan con éxito los responsables de dos nuevas formaciones que de la nada se han situado en tercera y cuarta posición del hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo y han demostrado que, leyes electorales aparte, quien convence, puede llegar a vencer.

Pareciera que hay algo que no cuadra en un sistema electoral donde el ganador se asoma con cara de desenterrado y el subcampeón aparece con rostro del museo de cera, mientras el tercero de la lista, epítome de cuatro agrupaciones electorales o más, se muestra radiante, desmaquillándose de todos los barnices, como un MacArthur redivivo, exhibiendo y exigiendo en la misma noche electoral todo el maximalismo de un programa escondido durante la campaña.

Sin embargo, más atractivo resultaría, seguramente, un acomodo a la modernidad de la división territorial alejada de los designios decimonónicos de Javier de Burgos y de la esquizofrenia autonómica uniprovincial, que la modificación de la propia ley. En definitiva, territorios acordes a la población que homogenicen población con extensión y, de paso, reduzcan administraciones.

¿Y ahora qué? El mapa tras el 20D dibuja una España dividida justamente por la mitad (PP + C’s = PSOE + Podemos), con un centro derecha reformista donde los populares, aún repartiendo la tarta de resultados de hace cuatro años, siguen siendo hegemónicos, una izquierda también partida en dos y un PSOE, a su vez fragmentado.

Todo apunta, pese a los desmentidos en campaña de Sánchez (“Ni con Bildu, ni con el PP” – “Para mí es un fracaso quedar segundo”), a un gran pacto de legislatura de los grandes partidos, con la excepción deliberada de Podemos, encabezados no se sabe aún por quienes y obligados por las instituciones y los socialdemócratas europeos, por Felipe González y por los barones socialistas, o, como mal menor, a un gobierno en minoría que abocaría a nuevas y no deseables elecciones en un plazo muy breve.


El otro escenario, el grecoluso, no se vislumbra… de momento.


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