miércoles, 27 de julio de 2016

La edad de la inocencia


Artículo de Luis Marín Sicilia

“¿A qué espera C's para presentar al PP un memorándum de reivindicaciones de amplio consenso popular?”

“A nadie sensato se le puede pasar por la cabeza que Rajoy vaya a auspiciar acuerdos con los nacionalistas que pongan en riesgo la unidad y la soberanía nacional”

“Para tener coherencia la protesta de C's lo primero que debía haber hecho es renunciar a los dos puestos que, sin derecho a ellos, obtuvo en la mesa del Congreso, gracias a la actitud de los nacionalistas”


Mañana termina la ronda de consultas que el Rey inició ayer con los distintos partidos políticos con representación parlamentaria, al objeto de pulsar la opinión de todos ellos, y su actitud, respecto a la posible investidura de un Presidente del Gobierno de España.

La opinión pública se expresó el 26 de junio, arrojando un resultado que obliga al diálogo y a la búsqueda de puntos de encuentro entre las distintas ofertas programáticas. Mientras, la opinión publicada hace elucubraciones, algunas ideológicamente interesadas, al tiempo que personas y entidades influyentes trasladan su preocupación ante el daño que supondría alargar el periodo de un gobierno en funciones. Personalidades de la política, entre ellos varios exministros y altos cargos, del periodismo y la intelectualidad, junto con profesionales independientes, se pronunciaron en ese sentido, abogando implícitamente por dejar gobernar al PP, en un manifiesto dirigido a los diputados electos.

Para contrarrestar dicho manifiesto, suscrito por destacados socialistas, centristas y liberales, sectores de la corriente de Izquierda socialista, junto a personalidades vinculadas a Podemos e Izquierda Unida, integrantes del llamado Foro 26-J, piden el entendimiento de las fuerzas de izquierda, lideradas por PSOE y Unidos Podemos (que incluso amplían hasta Ciudadanos), para evitar que el PP siga gobernando España.

Constatado que, ideológicamente, el actual parlamento no tiene mayoría social de izquierdas, resulta imprescindible apelar a la opción política que los españoles han decidido que haga de bisagra, inclinando la balanza en un sentido o en otro, como ocurre con los partidos de centro en todas las democracias occidentales, papel que en España ha correspondido al partido Ciudadanos, si bien es cierto que, hasta el momento, el rol de C's está siendo bastante "zigzagueante" cuando no inexplicable. Posiblemente ello se deba a la inmadurez propia de no saber cómo salir de la edad de la inocencia en la que ha vivido hasta ahora, y durante la cual no se asumen responsabilidades de peso.

"Nosotros vinimos aquí para cambiar las cosas" dijo hace unos días el dirigente ciudadano Sr. Villegas. Entonces, ¿por qué esa insistencia en cambiar personas que, además, han incrementado su respaldo popular? La realidad es que C's se enfrenta a una prueba de madurez importante porque así lo han querido los ciudadanos con su voto. Y la opinión recogida en las redes sociales es tan contundente que, entre otras, la empresa Opileak fija en el 65 % el número de españoles que consideran como lo mejor para España un pacto estable de PP y C's.

Ante esta situación, en vez de puerilidades personalistas y tiquismiquis preñados de tacticismo, ¿a qué espera C's para presentar al PP un memorándum de reivindicaciones de amplio consenso popular? Se trata de definir con claridad objetivos de regeneración y de mejora socioeconómica, en cuyo marco se desenvuelva el pacto de gobierno o de legislatura, amparado, con la incorporación de Coalición Canaria, en el voto afirmativo de 170 diputados, aceptando un acuerdo de reformas amplio, posible y debidamente suscrito, que no pueda rechazar Rajoy.

A nadie sensato se le puede pasar por la cabeza que Rajoy vaya a auspiciar acuerdos con los nacionalistas que pongan en riesgo la unidad y la soberanía nacional, por lo que resulta pueril intuir tales acuerdos por el apoyo, expreso o tácito, que algunos de ellos han prestado en la constitución de la mesa del Congreso, cuestión esta sin trasfondo político y que, además, no impidió a Rivera pactar y apoyar la investidura fallida de Sánchez en la anterior legislatura, después de prestar este a soberanistas catalanes parlamentarios suficientes para constituir grupo propio. Para tener coherencia la protesta de C's lo primero que debía haber hecho es renunciar a los dos puestos que, sin derecho a ellos, obtuvo en la mesa del Congreso, gracias a la actitud de los nacionalistas.

Descartada tal deriva del PP, lo que deben pactar estos y C's, si es que a ambos les preocupan los intereses de los españoles, es concretar medidas sobre el déficit, el techo de gasto, los presupuestos, la financiación de las pensiones, la lucha contra el fraude en toda sus formas, las reformas laborales y la lucha contra la desigualdad, el desafío yihadista, la política territorial y su financiación, los retos europeos y la transposición de las 19 directivas pendientes... Eso es lo que debe ocupar a la clase política y sobre eso es sobre lo que deben cerrarse acuerdos. Si Rivera no lo entiende así, y prefiere seguir sumergido en la edad de la inocencia, tan buenista como falta de responsabilidad, estará perdiendo la ocasión histórica de consolidarse como árbitro y equilibrador de la política nacional.

De otra parte, si algo tiene Rajoy es que no le interesan las portadas ni los grandes titulares sino obtener resultados. Y nadie tiene duda de que no piensa convertir el debate de investidura en un nuevo "vodevil" que traslade la imagen de un espectáculo manoseado por la opinión pública. O se ve con respaldo suficiente para abordar la investidura con amplias posibilidades de éxito, o no concurrirá al Congreso porque la investidura está para lograrla no para hacer intentonas llamadas anticipadamente al fracaso.

Si la situación a día de hoy persiste, y no hay otra alternativa, resultará adecuado abrir un periodo de reflexión, apremiados por las exigencias legales, al objeto de que cada cual asuma las responsabilidades que les conciernen. Y si la situación siguiera encallada, los ciudadanos, hastiados de sus políticos, serán llamados por tercera vez a las urnas, a cuya convocatoria responderán con el repudio más absoluto a los culpables de la misma, al haberse roto la débil conexión que aún hoy une a los políticos con la ciudadanía.

En todo caso, quien quiera seguir instalado en la vaporosa y edulcorada edad de la inocencia, sufrirá su negativa a alcanzar la madurez con un descalabro descomunal. Porque en tiempos convulsos como los que vivimos, los españoles piensan que no es momento de echarse en brazos de la ilusionada e inocente fuerza juvenil, y sí de apostar  por quien adorna su experiencia con un plus de seguridad que solo se obtiene en la madurez política.



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