viernes, 9 de febrero de 2018

El cáncer Rajoy y su metástasis



Artículo de Miguel Ángel García

Mariano Rajoy, no sé si motu proprio o asesorado por esa cohorte que le rodea del sí “buana” y melifluos lameculos, que quieren a toda costa mantener su estatus dentro del partido, se equivoca de nuevo, de medio a medio, en su empecinamiento indigno políticamente e indecente personalmente en seguir querer siendo candidato del PP a las elecciones generales.
La ceguera de Rajoy, es de burro de noria. O, por el contrario, su vanidad es tan grande y la ha mantenido tan bien camuflada, que ha tenido y tiene a los militantes, simpatizantes y votantes del PP, más despistados, y más perdidos en el océano de la sinrazón, que Zidane, “don erre, que erre”, tiene a los socios y aficionados del Real Madrid.

Rajoy se equivoca y Ciudadanos, viendo los resultados de Cataluña, los únicos que le podrían haber metido en domo, se hacen los locos, no se vaya a cambiar la tendencia, y, deja de presionarle para los asuntos a los que se comprometió, como fue entre ellos, la limitación de mandatos. Además de eso, la Ley electoral, y la desaparición del Senado. Pero claro, estos también, donde dije digo, digo Diego.

Rajoy ya es un dinosaurio de la política. Sus espolones de viejo, sólo le hacen más viejo –aunque se tape las canas tiñéndose de ese oscuro delator de teñidos–, pero no más sabio, ni más prudente. Ambas virtudes imprescindibles para aquel que quiera pasar a la Historia, como un buen estadista. No es el caso de este defraudador de conciencias de gentes dignas y creyentes en sus programáticos propósitos, que, por cierto, no ha llevado a cabo por más que nos hable de que la economía se va recuperando gracias a él y, luego, al partido que él y sólo él, controla de manera férrea y totalitaria.
La liberalidad de Rajoy es una mentira más. Sus aplaudidores son la infame estofa que, como Benzema, no baja a defender, y se quedan prendidos, y, bien anclados, de aquellas responsabilidades que el líder les encomienda. Nada está por encima de él en su partido. La generosidad de la que carece, se muestra en ese férreo control, que sólo los dictadores saben ejercer, y él, en Génova, es el que manda y ordena sin que exista la más mínima posibilidad de dar cabida o entrada a caras nuevas, gente nueva, y, sobre todo, gente de la calle que no venga estigmatizada ni por la corrupción económica ni por la corrupción moral de la que ya ha hecho gala en varias ocasiones. Y así, con este currículum acumulado durante tantos años viviendo de la política, no se puede ser el líder de la derecha o del centro derecha de un país como España.

Su postura es tan mezquina, que cuando desaparezca del panorama político, no van a quedar ni siquiera acotaciones al margen por su buen quehacer, que los ha habido en algún momento, de su dilatada trayectoria política. Este enroque largo que está haciendo, sin saber muy bien el porqué de esta obstinación en seguir, hará desaparecer cualquier nota o referencia que le salve de la hoguera social en el panorama histórico a medio y largo plazo.

Si Rajoy no da por su cuenta el paso atrás, o al lado, para que savia nueva oxigene las arterias y las venas de este cuerpo que es la derecha en España, al PP no le quedará más remedio que desaparecer como sucedió con mi paisano Hernández Mancha y Alianza Popular en su día. A eso es a lo que está esperando –con buen criterio político, pero ruin, por las consecuencias, moral y social–, Albert Rivera y Ciudadanos, y de eso es de lo que se está defendiendo, como jabalí “aculado” (asediado por los perros, protegiendo sus testículos contra un talud o un tronco), este hombre insulso y escaso del carácter, que los acontecimientos de hoy en día, exigen en España.





  

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