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domingo, 9 de julio de 2017

Decide


Artículo de Enric Cabecerans


Existen dos formas de cambiar la sociedad en la que vivimos: desde el propio sistema institucional o desde fuera. Para algunas personas el hecho de participar en el actual juego político hace que cualquier organización degenere hasta convertirse justamente en aquello que pretende combatir. Este es el motivo por el que tales personas consideran que debe ser la sociedad civil la que impulse determinados cambios a través de medidas de presión, y sin participar en ningún proceso electoral. Desde esta perspectiva se justifica la acción política desde fuera de las instituciones a través de grupos de presión, plataformas de diversa índole y manifestaciones o movilizaciones de ciudadanos afectados por diferentes cuestiones. La intención es influir en los partidos políticos para que éstos promuevan determinadas políticas. Otros, pensamos que el sistema solo puede ser transformado desde las propias instituciones, e impulsamos nuevas formas de organización para acceder a los Parlamentos y conseguir los cambios necesarios que deberían mejorar la calidad democrática de nuestra sociedad, la libertad efectiva de los individuos y la igualdad de todos los españoles.

El pasado jueves se dio a conocer un nuevo partido político que pretende hacerse un espacio en el arco parlamentario español para defender una serie de propuestas que se me antojan del todo razonables y que, a su vez, presenta un nuevo modelo organizativo interno, alejado de los métodos tradicionales y los híper-liderazgos más recientes. Se trata del Centro Izquierda de España (dCIDE), un partido opuesto a los nacionalismos, que defiende la unidad de España como principio de igualdad y libertad de todos los ciudadanos, que huye del populismo y la demagogia, así como de la rigidez de las ideologías, para basar su acción política en la fuerza de las ideas. La libertad como idea fundamental, ya sea de pensamiento, de expresión o económica es una de esas ideas centrales que debe ser salvaguardada sin vacilar, a la vez que debe garantizarse la igualdad de derechos. Estas dos ideas deben armonizarse a través de la acción del Estado, algo que ha sido posible a través del pensamiento político que se identifica con la socialdemocracia. El fin último es mantener el Estado del Bienestar como garante de este equilibrio.

En su presentación, el partido se definió, ante todo, como firme defensor de la Constitución de 1978 por ser ésta la norma básica que asegura la unidad y la convivencia de la diversidad poblacional que existe en España, y que, dicho sea de paso, es una de sus mayores virtudes puesto que enriquece culturalmente nuestro país. Sin embargo, también defiende determinados cambios estructurales, como la abolición del Senado, un nuevo modelo territorial o un sistema electoral que separe la elección del ejecutivo y del legislativo.

Asimismo plantea propuestas para luchar, de un modo eficaz, contra la corrupción, el fraude y la impunidad, a la vez que establece líneas de actuación para potenciar la actividad económica y un desarrollo sostenible.

Como objetivos prioritarios, se propone blindar las pensiones y asegurar las ayudas sociales básicas para aquellos que lo necesiten; una reforma del sistema educativo que evite el adoctrinamiento y en el que se respete la libertad lingüística a través de una ley de lenguas; asegurar que los medios públicos de comunicación defiendan la verdad y la libertad de opinión, y dejen de ser elementos de propaganda del partido que controla el Gobierno de turno; y ahondar en la separación de poderes para mejorar la independencia de cada uno de ellos, de tal modo que disminuyan las interferencias.

Por último, dCIDE está generando alternativas que faciliten una organización interna que impida los abusos de poder de quien esté al frente en cada momento, con distintos tipos de implicación orgánica y participativa de los afiliados, simpatizantes y colaboradores. En dCIDE importan más las ideas que se defienden que las personas que las abanderan, aunque éstas últimas tienen un valor en sí mismas por anteponer el fin del partido, que no es otro que la defensa del bien común, a su promoción como políticos profesionales.

Los dos grandes partidos, PP y PSOE, se han convertido en un fin en sí mismo. Por mucho que pretendan convencernos de lo contrario, sus actos les delatan, y éstos revelan una realidad en la que coexisten dos tipos de individuos, los “míos” y los demás. A los primeros se les abren todas las puertas, y se les defiende en cualquier circunstancia, aunque sean unos corruptos declarados; los demás se convierten en ciudadanos de segunda categoría, de facto.

Podemos y Ciudadanos, son organizaciones en las que muchas personas han depositado sus esperanzas, pero que se han mostrado como proyectos personalistas en los que el sectarismo y la endogamia no han tardado en implantarse. De hecho, algunos sospechamos que tanto su rápido ascenso como su indudable éxito, obedecen a una estrategia para que el bipartidismo se mantenga, aunque sea en forma binaria.

PP, PSOE, Podemos, Ciudadanos….

Decide



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