lunes, 24 de agosto de 2015

No somos iguales

Artículo de Carolina Rodriguez-Cariño


La vida en el exilio da una perspectiva distinta de los hechos. Y no digo que poseamos la verdad por ello. Simplemente que te posicionas desde las vivencias en otro tiempo, otro plano, otro contexto, con mucho Caribe dentro, o tal vez ese realismo mágico que nos marca.

Quizás a raíz de la “reapertura” de la Embajada de USA en Cuba, esa cárcel enorme desde hace más de 55 años, han vuelto a mi mente hechos que creía guardados en esa memoria selectiva que creamos, para resistir a este Atlántico que según los días, se hace más grande o más pequeño. Recuerdo las palabras de los cubanos, inmigrantes de los 60s y 70s a mi tierra venezolana, cuando en 1999 Hugo Chávez llegó a la presidencia. No podían dar crédito a  que se repitiera el horror de lo vivido. Volvían esos hechos que ellos tenían también en esa memoria selectiva que les permitía vivir el día a día, a pesar de lo que ocurre en su Isla. Dieron voces de advertencia, pero muchos necios respondían con frases semejantes como “no permitiremos que ocurra”, “no somos iguales”, “tenemos un ejército que cumple la Constitución y las Leyes”. La prepotencia infinita de quien se siente superior, la ignorancia es atrevida, dicen, más que eso, es barbarie, es oscurantismo, es atraso.

Si nos situamos en la Venezuela de hace 20 o 25 años, podría, con la distancia del trópico y del respeto, tener más semejanzas con la España actual, que diferencias. Pero había diferencias que llevaban la balanza a uno u otro lado. España contaba (y cuenta) con una espalda firme, la Unión Europea, pero a veces, pensando en que somos la frontera sur de esa Unión y el poco o nulo apoyo sobre los graves problemas migratorios que se suceden en Melilla o Ceuta, empiezo a dudar sobre esa firmeza. En contra parte, Venezuela con su petróleo, su gente preparada, un número importante de personas con grado universitario (a diferencia de la España de hace 25 años), podía o debía hacer frente a cualquier intento o giro de aquella democracia hacia una dictadura, se suponía. No entiendo por qué tenemos una memoria tan frágil y olvidamos un pasado reciente. Y es que Venezuela no era lo que actualmente vive.

Al día de hoy, las realidades a ambos lados del Atlántico son abismalmente distintas, sin duda alguna, pero su gesta, el inicio de la debacle en Venezuela para con los acontecimientos actuales en España tienen semejanzas tan impresionantes que el dejavú es inevitable. Cuando menciono esto (y es un lugar común para todos los venezolanos que lo advertimos), día sí y otro también escucho y leo a gente en esta península esas frases que tanto escuchamos “no permitiremos que ocurra… no somos iguales… tenemos un ejército que cumple la constitución y las leyes”, y pienso ¿Por qué no nos escuchan? Y es que esperas respuestas como, tenemos que trabajar en función que no se repita aquí lo de allá, tenemos que planificar, revisar qué hemos hecho mal y corregir. Desde ya se están instalando en España gobiernos relacionados directamente con el Castro-Chavismo, que llevan el populismo como norte, una extrema izquierda que pretende dar lecciones de moral, mientras tienen una vida de vino y caviar con arcas llenas.

Hace poco llegaron a mis manos cifras que mencionaban que de los venezolanos que vivimos en este exilio, aproximadamente un 80%, posee estudios universitarios, y no puedo dejar de recordar a la “Gente del Petróleo”, esos olvidados por muchos, extremadamente preparados para poder competir en un mundo donde el saber, el hacer bien las cosas, el planificar, mantener, producir, son más que verbos, se transforman en productividad. Actualmente viven distribuidos por el mundo, con su conocimiento como contenido de una maleta, fueron echados como perros de su propia patria, sin posibilidad de volver, ¡no se les permite ir a su propio país!, ¿eso se conoce?

Y es que Venezuela “era” productiva en petróleo, en granos, en café, en ganado, en papel, en industrias, en universidades, en…en…en… Nos dejamos “comer” por el monstruo de la corrupción, nos dejamos, como pueblo, envolver por un discurso bonito, que daba respuesta a lo que deseábamos escuchar. Y a quienes nos opusimos a ello desde su inicio nos llamaron ignorantes. Progresivamente la población fue dividida, se sembró un profundo odio entre “hermanos”, y nos marca, literal y lastimosamente nos mata.

Podemos” decir que nos ubicamos en contextos diferentes. Pero los hechos, guardados en formato digital, vídeos, fotos, no mienten. Es como un cáncer y su metástasis, que abarca toda Hispano América. Las semejanzas asustan. El financiamiento incordia. La prepotencia te hace sentir impotente. Lo que narro pareciera una música desafinada que está demasiado cerca, ha cruzado el Atlántico con sus encantadores de serpientes, quienes ya están en el poder.

Y no, no puedo dar crédito que personas preparadas den apoyo a quienes justifican regímenes genocidas, como el que existe en Venezuela desde hace más de 15 años, o en Cuba hace más de 55. No puedo pensar que crean en quienes justifican “políticamente” el terrorismo. No me merecen respeto, “éstos” y en consecuencia tampoco quienes le apoyan. No existe justificación, nunca al terrorismo, a la represión, al genocidio. Pensar que mi país les ha financiado de alguna forma, que el dinero de los venezolanos se ha usado en “éstos”, no hace más que confirmar lo repulsivo de su discurso fácil y embaucador, sin respeto alguno por quien piensa distinto. Van a lo suyo, se saben ganadores ante una sociedad seducida por su veneno, han sido financiados desde hace mucho por ese petróleo. Y es que no, no olvido los panfletos en la universidad invitando a charlas, en pro de la revolución bolivariana (Castro-Chavista). No olvido que los leí aquí, en esta España incrédula, que piensa que no ocurrirá nada.

En Venezuela siguen los muertos, los tiros, ese sonido sordo es la música que prima en todas partes, no respeta nada ni nadie. No hay medicinas, los alimentos llegan en ráfagas y las personas, van a todas partes para buscar ese oro en forma de papel sanitario, aceite, arroz, café, azúcar, champú, jabón. Colas interminables cuyas imágenes han dado la vuelta al mundo, por número de cédula (documento de identidad), solo uno por persona, solo dos botellas por persona… Sí, es una guerra, cruenta, cruel, sanguinaria, opresora. Es una DICTADURA. Lo cuento, lo narro a mi entorno y las caras de incredulidad, que todo ello ocurra y que apenas ahora se diga, porque Maduro es un mal dibujo animado. Pero que no se olvide que ese régimen Castro-Chavista se inició en 1999, con Hugo Chávez como gran traidor, como un dictador al que rieron “sus gracias”, mientras Venezuela ya estaba siendo oprimida, bajo el silencio cómplice internacional, cada vez peor un genocidio en todos los sentidos.  

Quizás mi cabello mestizo de india algún día pinte canas, y seguiré repitiendo: Genocidio.




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2 comentarios:

  1. Carolina, me has dejado temblando. Yo estuve en tu tierra Herrera Campins y estoy contigo

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    1. Luis Herrera tuvo grandes aciertos, y creo que su mayor error fue no devaluar al inicio de su mandato, colocar la moneda en su valor real. Durante su gobierno aprendimos a producir y consumir venezolano, incluso a exportar lo que se producía. La corrupción como un cáncer se extendió y aun mas cuando el gobierno de Lusinchi.
      Ojalá España se libre de ello, creo que está en nosotros hacer algo al respecto.

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