miércoles, 25 de mayo de 2016

Intereses de partido


Artículo de Luis Marín Sicilia


“La coalición IU-Podemos se esfuerza en dar un zarpazo al PSOE que la convierta en referente de la izquierda española”

“El PSOE por su parte vive obsesionado con evitar el llamado "sorpasso" de los populistas de izquierda”

“Ciudadanos se debate entre una posición estratégica ambigua y neutra y una formulación programática entre el liberalismo comedido y una socialdemocracia avanzada”

“Por lo que respecta al PP, su vocación de gobierno inspira toda su estrategia, convencido que ocurrirá si se confirman las encuestas demoscópicas que le sitúan nuevamente como la opción más votada”



Mientras la economía mundial se desplaza hacia el Pacífico hasta el extremo de que, según todos los análisis especializados, China, India y Japón liderarán la actividad económica mundial en el año 2050, Europa se limita a tratar de activar la economía con una política monetaria dirigida a la reactivación del crédito.

La firma del tratado comercial de EEUU con Asia (TTP) dará aún más vigor y protagonismo a aquel continente, mientras aquí se ponen pegas a la firma de otro equivalente y, por si fuera poco, se sigue una política económica contemplativa, como si las cosas se arreglaran por sí solas, olvidándose de llevar a cabo las reformas estructurales imprescindibles para el crecimiento económico.

Para colmo, en España llevamos un año perdido por causas electorales, con una indigencia intelectual de la clase política que raya en lo obsceno. Un año después de las elecciones municipales y autonómicas nuestro país está inmerso en una parálisis política que está perjudicando las expectativas de crecimiento que tanto sacrificio costó generar. A un mes de repetir las frustrantes elecciones generales de diciembre último, los políticos hacen elucubraciones sobre sus intereses partidarios, no sobre los concernientes al conjunto de los españoles.

Tal como acredita su paso por los ayuntamientos que ellos llaman “del cambio”, la izquierda radical ha puesto en marcha su activismo ideológico con iniciativas que en nada han regenerado la vida política y sí, de modo notorio, han frenado inversiones de índole económica, enormemente beneficiosas para sus ciudadanos. La coalición IU-Podemos se esfuerza en dar un zarpazo al PSOE que la convierta en referente de la izquierda española.

El interés partidario de esa plataforma llamada Unidos Podemos tiene un punto oscuro: si Anguita dice que "aquí todos somos comunistas" y Garzón proclama que "el comunismo está de moda", no se entiende muy bien el interés en ocultar electoralmente tal ideología en sus papeletas y símbolos de campaña, a no ser que lo que quieran decir es que el comunismo solo está de moda entre los comunistas recalcitrantes.

El PSOE por su parte vive obsesionado con evitar el llamado "sorpasso" de los populistas de izquierda. Quizá ahora se arrepienta de haber dado protagonismo a los podemitas en los ayuntamientos y autonomías, ya que, de no haberlos aupado a las instituciones, a lo mejor se habrían ahorrado el calvario actual. Normalmente estas cosas ocurren cuando el único objetivo político es "echar al otro" sin calibrar las consecuencias de poner a un cualquiera en su lugar.

La falta de personalidad y la debilidad argumental de los líderes actuales del PSOE han dado carta de naturaleza a unas fuerzas radicales que, sin poder institucional, serían una masa informe de activistas, sin más elemento común que el rechazo al sistema democrático occidental y la aversión a los símbolos nacionales, a las costumbres tradicionales y a las creencias religiosas de una inmensa mayoría de españoles.

Por su parte, Ciudadanos se debate entre una posición estratégica ambigua y neutra y una formulación programática entre el liberalismo comedido y una socialdemocracia avanzada, con la inequívoca pretensión de ser árbitro y componedor en los posibles acuerdos de gobierno postelectorales.

El partido de Rivera, tras haber arrebatado votos desencantados al PP, se encuentra con que su coyunda de investidura con Pedro Sánchez dificulta la aproximación a planteamientos liberal-conservadores, por lo que, posiblemente, lo que pierda por la derecha lo gane por la izquierda.

Por lo que respecta al PP, su vocación de gobierno inspira toda su estrategia, convencido que ocurrirá si se confirman las encuestas demoscópicas que le sitúan nuevamente como la opción más votada, incluso con más diferencia que en diciembre. Tal circunstancia tiene dos vectores negativos.

Por una parte, no cabe fiarse mucho de que Pedro Sánchez no intente, de poder conseguirlo, gobernar con la izquierda radical y con opciones separatistas. Ya lo intentó y, de salirle los números, por mucho que la vieja guardia y los barones socialistas pretendan evitarlo, la ambición del secretario general no tiene límites y a lo peor juega a hechos consumados que no se podrían frenar a posteriori.

Pero, curiosamente, para el PP como partido, el vector más negativo es el que se derivaría de gobernar en minoría. Si no consigue un gobierno de coalición debidamente pactado y con mayoría suficiente, lo peor para él sería un simple pacto de investidura, ya que quedaría a merced de una oposición sistemática y de desgaste que haría imposible aplicar la política de reformas imprescindible para consolidar la recuperación y regenerar el país.

Para el futuro del partido de centro derecha, no cabe duda que su interés puramente partidario estaría en la oposición a un gobierno radical de izquierdas. Le permitiría hacer una oposición casi en solitario que recogería todo el descontento que una política neopopulista iba a generar, dada la incompetencia y la estupidez previsible que se desprende de la propia trayectoria de una nueva casta gobernante que tardaría muy poco en hacer buena a la anterior.

Y al mismo tiempo, el PP se refundaría, alumbraría nuevos liderazgos y acometería una catarsis profunda en la que, sin miedo ni cautela, opondría ideas-fuerza a su trasfondo ideológico para que triunfen conceptos como mérito, esfuerzo, capacidad, dignidad y sentido común, en un mundo que debe seguir garantizando la igualdad de oportunidades, las pensiones y la prestación de los servicios básicos de educación y sanidad.

Claro que lo cómodo para el PP sería esa catarsis desde la oposición, pero el problema es si a España le conviene un gobierno populista de izquierdas en un momento tan delicado como el actual. Sería conveniente pedir información detallada de lo que ocurrió en Grecia y del grado de satisfacción de los helenos. Como diría el clásico, los experimentos con gaseosa. Es decir, mejor es que se queme el PP intentando sacar al país adelante, que no experimentar modelos fracasados y ruinosos.

CODA CON TRASFONDO SEUDODEPORTIVO.- Me traslada un buen amigo un mensaje sobre la innecesariedad de dar valor a la lucha de algunos catalanes por imponer sus símbolos separatistas en los estadios deportivos, cuestión de la que me ocupé en dos escritos anteriores. Y la verdad es que lleva razón.

Según su tesis, el Barcelona ha sido y es una institución que siempre se “ha colocado”, en símbolos políticos, al servicio del sol que más calienta, cuestión esta que, según él, siempre han sabido aprovechar los españoles del nordeste peninsular. Y para acreditarlo, además de un informe amplio, me acompaña unas fotos que ponen de manifiesto lo exultante que el barcelonismo estaba con el General Franco, sobre todo después de haberle facilitado la construcción de su estadio financiándolo con dinero público, lo que le agradecieron con dos medallas del club barcelonés al que entonces consideraban Caudillo.

(Agustí Montal, Presidente del F.C. Barcelona entregándole una medalla a Franco en 1971)


(Socios y simpatizantes del F.C. Barcelona haciendo el saludo romano a un monumento barcelonista)


(Final de la Copa del Generalísimo de 1940, Entre el F.C. Barcelona y el Ath. Bilbao)
(Fuente: Baluarte Digital)


Vistas así las cosas, mejor es dejar que sean los propios barcelonistas los que hagan rectificar a sus sectarios secesionistas, porque se va a generalizar el criterio de que el "Barça" es una institución tan ventajista que lo mismo hace el saludo del "fascio", cuando le conviene, que pita al himno de la democracia mientras exhibe banderas excluyentes que satisfagan a los políticos de turno. Todo por agradar a los que mandan, que siempre compensan el detalle.

Por ello somos tan felices los que solo vamos a los estadios para disfrutar del espectáculo deportivo y no para vomitar diarreas mentales. Y por eso, un triunfo del Sevilla provoca tanta dicha que resulta incomprensible para los manipuladores del deporte. Y una derrota honrosa se asume con la deportividad de quienes se confiesan “sevillistas hasta la muerte”. Así se vive el deporte en esta Andalucía nuestra; tomen nota los sectarios.


No hay comentarios:

Publicar un comentario