martes, 7 de junio de 2016

RBI: España no es Suiza


Artículo de Paco Romero


“Los helvéticos -¡gente con suerte!- tuvieron la ocasión de pronunciarse el pasado domingo sobre la posibilidad de implementar una renta básica incondicional”

“Suena bien. ¿Dónde hay que firmar?”



Efectivamente, ni en bancos, ni en renta per cápita, tampoco en organización de finales europeas, ni en modelos modernos de desarrollo urbanístico, menos aún en el bronceado de los titulares de sus pasaportes. No, España no es Suiza, lo que, por otra parte, ni puñetera falta que hace. Majaderos y espabilados, va de suyo, se reparten casi en idénticas proporciones en cualquier lugar del mundo.

¿Imaginan el resultado de un referéndum que en España planteara el pago de un salario básico sin condiciones y vitalicio de 2.250 euros al mes para cada adulto, o de 550 por niño?

Los helvéticos -¡gente con suerte!- tuvieron la ocasión de pronunciarse el pasado domingo sobre la posibilidad de implementar una "renta básica incondicional (RBI)". Entre sus promotores -¡qué boda sin la tía Juana!- se encontraban artistas, cineastas y economistas como Bernard Kundig, pero también políticos como Oswald Sigg. La iniciativa planteaba, así como suena, un salario mensual para todo quisque de 2.500 francos. Semejante maná contemporáneo llegaría íntegramente a los que carecen de ingresos; los retribuidos con un sueldo inferior recibirían la diferencia hasta dicha suma; incluso los que disfrutaran de un salario superior se verían recompensados también, pues, aunque la soldada seguiría siendo la misma, proporcionalmente verían incrementado su tiempo libre en la relación RBI/sueldo. Por ejemplo, un asalariado que percibiera 5.000 francos por el 100 % de trabajo, la RBI le hubiera permitido mantener los ingresos y trabajar la mitad, disponiendo para ocio y familia del 50 % de su actual jornada laboral.

Suena bien. ¿Dónde hay que firmar? Pues, al final, ¡nuestro gozo, en un pozo!: el ofrecimiento era rechazado el pasado domingo por un abrumador 77 % de imbéciles.


¡Malditas cifras, maldita hemeroteca... malditos suizos que nos han birlado la opción de imitarles! ¿O no?


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