martes, 30 de agosto de 2016

Olvidadizos y olvidados


Artículo de José Luis Roldán (Max Estrella)

El otro día contaba el periódico que el presidente de México, Enrique Peña Nieto, había plagiado el 30 por ciento de su tesina. El aludido se defendía diciendo que no se trataba de un plagio sino de un error de estilo: había olvidado entrecomillar los párrafos escritos por otros y, desde luego, citar a sus autores. Esto me llevó a reflexionar sobre un tema que ya no me depara sorpresa alguna: la condición humana.

¿Somos descuidados y poco rigurosos en nuestros asuntos o, por el contrario, lo que sucede, más bien, es que nuestra vanidad y egolatría nos domina? ¿Son memos los políticos o lo que sucede, más bien, es que su arrogancia es tan grande que ya no se molestan en disimular el desdén que nos profesan?

Las preguntas, obviamente, son retóricas; reconozco que la misantropía crece en mí en la misma proporción que mis años. Pronto llegaré a ser como Mark Twain –según cuenta Borges en “Otras inquisiciones”-: “Yo no pregunto de qué raza es un hombre; basta con que sea humano. Nadie puede ser nada peor.”

Pero, volviendo al tema, lo cierto es que este venial desliz ético se da con demasiada frecuencia. A lo largo del tiempo y en todos los campos de la actividad humana. Mostraré unos ejemplos que nos van a sonar:

Empecemos por Joaquín Sabina; autor de la letra de una de sus bellas canciones titulada “El Café de Nicanor”, dice en un fragmento de la misma:

“…y el último disparate
de Nicanor,
que cuando le preguntaron
si había estado enamorado,
como es un hombre sincero,
“yo, no señor -contestó-,
yo siempre fui camarero

Buenísimo, ¿verdad? Pues bien, la cuestión es que no es de Sabina sino de alguno de los guionistas (W. Miller y Samuel G. Engel) o, tal vez, de alguno de los autores (Sam Hellman o Stuart N. Lake) de las obras literarias en que estaba basado el guión de la genial película de John Ford “Pasión de los fuertes”. En ella hay una secuencia en la que el celebérrimo sheriff Wyatt Earp (Henry Fonda), acodado en la barra del bar le dice al barman (J. Farrell McDonald):

“Mac, ¿nunca has estado enamorado?”, y éste adusto le responde sin dejar de secar los vasos recién fregados: “No señor, he sido camarero toda mi vida.”

Otro ejemplo: Hizo fortuna la frase que en la película “El Padrino” (1972) sentencia Michael Corleone: “No es nada personal, sólo negocios…” Todo el mundo la conoce y seguramente  son  incontables las veces que en los más diversos ámbitos la hemos oído repetir. Sin embargo, la frase ni es de Corleone ni de Coppola ni de Mario Puzzo (coguionista y autor de la novela) sino de la película de George Cukor “La impetuosa” (1952), con Spencer Tracy y Catherine Hepburn. ¿Homenaje de Coppola a Cukor?; puede ser, pero, en tal caso, nadie se enteró, tal vez ni el propio homenajeado.

Y a quién no le suena este saludo: ¿Cómo están ustedeeeeeees……? Lo conocen, ¿verdad? Incluso es probable que en alguna jocosa ocasión lo hayan soltado. Y con toda seguridad habrán pensado ustedes en los famosos payasos Gaby, Fofó y Miliki, los llamados “payasos de la tele”; y tendrán por suyo dicho saludo, que tuvo tan buena acogida y tanto éxito, que ya siempre les acompañó y hasta sirvió para dar nombre a sus discos y espectáculos. Pues bien, el famoso saludo no era de los “payasos de la tele” sino del más célebre payaso de Inglaterra de comienzos del siglo XIX: Joseph Grimaldi. Este fue quien acuñó la frase que hizo, por demás, fortuna en su época. Eso, al menos, es lo que cuenta Wikie Collins en su novela “La pobre señorita Finch” (1872).

Lo cierto es que, como dijo el sabio en el Eclesiastés, no hay nada nuevo bajo el sol.

Tal vez, en un remoto tiempo o en un recóndito lugar o en uno de esos fantásticos mundos paralelos tan caros a Borges y a Bioy Casares, y a la desconcertante ciencia cuántica, alguien ya escribió o esté escribiendo: “El otro día contaba el periódico que el presidente de México…”.

(Publicado en el blog Ídolos y Llantos, agosto de 2016)


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