martes, 29 de noviembre de 2016

“Cuba libre”, la muerte como discurso


Artículo de Paco Romero


“Mola tela marinera eso de exaltar a los caudillos leninistas en vida y glorificarlos a su muerte”

“Democracia, Pablo Iglesias II, es que te puedas sentar en el parlamento español porque este pérfido sistema que tú te quieres cargar, lo permite”


El pasado viernes “entregó la cuchara” el sátrapa del Caribe por excelencia. Al tiempo que -temerosa- la disidencia cubana permanece en sus casas y los exiliados en Miami (el 20 % de la población cubana que no fue pasto de los tiburones) celebran, fascinados, la muerte del millonario líder (Forbes dixit) en las calles, el resto del mundo viene rindiendo honores al dictador. 

Salvo honrosas excepciones, desde las FARC, el Parlamento de Estrasburgo y la presidencia de la Unión Europea hasta la Casa Blanca y la ONU, pasando por el Vaticano o el cóctel conformado por las presidencias rusa, iraní, ecuatoriana, boliviana, chilena o venezolana, han mostrado con más o menos ganas, con más o menos ironía, sus condolencias por la desaparición del tirano caribeño. España -donde se criticaba dos días antes un minuto de silencio- no podía ser menos: desde el rey al presidente del gobierno y la totalidad de los partidos políticos se han convertido en las últimas horas en las plañideras gloriosas del mediático óbito. Tal es el desconsuelo que el mismísimo rey emérito encabezado la legación española en los funerales.

No hay quien lo sepa explicar (¿la supremacía moral de la izquierda?) pero mola tela marinera eso de exaltar a los caudillos leninistas en vida y glorificarlos a su muerte. ¿Muerte, he dicho muerte?

Aplicando eufemismos a la inversa, paradójica y contrariamente al humanitarismo o a la solidaridad que pretenden vendernos como fines de la revolución, la palabra válida para expresar el cese o término de la vida -también su símbolo esquelético portador de la guadaña- se ha erigido como siniestra alegoría de las inconclusas revoluciones cubanas desde 1868 hasta nuestros días.

Ya en la segunda guerra de Cuba, la chiquita, en 1879, se oyó por vez primera el grito: “¡Independencia o muerte!”. Lección bien aprendida por los dos benjamines de la docena larga de vástagos del terrateniente nacido en Láncara. No en vano, en más de la mitad de la media decena de frases “célebres” que se le atribuyen nos damos de bruces con la parca: "¡Patria o muerte!", "¡Los hombres mueren, el Partido es inmortal!", "¡Socialismo o muerte!, ¡marxismo-leninismo o muerte!”. Quizá ninguna como la pronunciada por Ernesto “Ché” Guevara en la ONU, hace ahora 52 años, refleja tan nítidamente los modos de solucionar los conflictos: “Fusilamiento sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario”.

Lastimosamente, ni una referencia al entendimiento, al perdón, a la “democracia”, en su discurso. La doctrina política según la cual la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder directamente o por medio de representantes, no solo se soslaya sino que se combate sin escrúpulos. Razón por la que no es de extrañar que, en clave doméstica, el soñador por excelencia de una España iraní-cubano-venezolana, aproveche su acta parlamentaria para “ciscarse en los muertos” de quien al personaje bien le parezca, eso sí con una sintaxis tan deficiente que no deja claro si sus deyecciones tienen como destinatario a su tía, a sus patrones, o al resto del hemiciclo.


En opinión del coletas, cual Luis XIV de la vida, “la democracia no es que cada cuatro años podamos votar sino que pueda estar en el Parlamento el nieto de los que antes tenían que trabajar sirviendo a otros”, autoproclamándose de paso como el primer diputado hijo de obreros y patentizando su decadente ideario clasista, el mismo que le hace establecer diferencias entre dignas tareas y honorables profesiones. Nada nuevo, por otra parte: otra vez enseñando la patita, igual que cuando se enfrentó a puñetazo limpio a “lúmpenes, gentuza de clase mucho más baja que la nuestra”.

Democracia, Pablo Iglesias II, es que te puedas sentar en el parlamento español -como bien dices- porque este pérfido sistema que tú te quieres cargar, lo permite. Sistema que difiere sustancialmente de lo que hizo tu admirado Fidel, gracias a los fusiles y al entonces amigo del norte, para instalarse en el poder y perdurar durante seis décadas (de momento), pues la monarquía leninista hereditaria pretende pervivir a través del hijo de Rául en las próximas elecciones cubanas, disculpen la ironía.


P.S.- Para terminar, aclarar a las víctimas logsianas que el grito de libertad -¡Cuba Libre!- que vuelve a sonar con fuerza en las últimas horas y con el que se bautizó la afamada mezcla de ron y refresco de cola no surgió de una inspiración del Ché tras una noche de cafés y habanos en Sierra Maestra, tampoco fue obra del coma andante. El cubalibre o cubata nace mucho antes, con el siglo XX: en 1901, en honor al grito de batalla de las tropas cubanas, los soldados de las fuerzas norteamericanas que junto a las cubanas combatían contra España (sí, hubo un tiempo en que los yankees eran buenos y les ayudaban a matar españoles), fueron los primeros en mezclar (sacrilegio para muchos) el fermento de la caña de azúcar y la cola en un vaso de whisky.


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