miércoles, 2 de noviembre de 2016

Los rufianes y la gasolina


Artículo de Luis Marín Sicilia


“Después de lo visto y oído, si aún queda algún bienintencionado que no se sienta engañado por la gente de Iglesias y Garzón es porque vive en la inopia o porque es desecho de su misma catadura”

“Hace bastante tiempo en que señalé en este medio mi convicción de que Pedro Sánchez se convirtió al populismo de Pablo Iglesias, dada su incapacidad para entender la línea socialdemócrata que escribió las mejores páginas de un partido centenario”

“Y como quiera que ahora se arrepiente de haber tildado a Podemos de populista, es posible que los de Iglesias le financien la gasolina”


Mientras un charnego converso esparcía el estiércol de ofensas e improperios desde la tribuna del Congreso, los amantes del plebeyismo morado se reían y se jactaban viendo cómo les zurraba a quienes quieren privar del liderazgo de la izquierda. Y cuando el que hablaba en nombre de los herederos políticos de ETA osaba hablar de asesinatos donde había, entre los insultados, un señor al que sus conmilitones le habían amputado una pierna, los de la plebe morada seguían gesticulando de satisfacción.

Los vómitos esparcidos por el separatista Rufián y el bilduetarra Matute no fue lo peor de la sesión de investidura, pues la bazofia y la mierda que expelieron serían fácilmente limpiada con el debate civilizado de los señores diputados dignos de tal nombre. Lo peor fue que, al terminar su retahíla de insultos, fueron aplaudidos por los de Unidos Podemos y felicitados por Pablo Iglesias en un gesto innegable de camaradería y compadreo.

Después de lo visto y oído, si aún queda algún bienintencionado que no se sienta engañado por la gente de Iglesias y Garzón es porque vive en la inopia o porque es desecho de su misma catadura. Que Rufián y Matute pertenecen a partidos antisistema que odian a España y quieren romperla es tan cierto como que Pablo Iglesias y los suyos han tomado una posición política que los identifica con sus fines antisociales y antiespañoles.

La reacción de quienes creen en los valores de la democracia fue unánime ante los enemigos de la convivencia: el ochenta por ciento de la Cámara apoyó, con un aplauso firme y prolongado, la dignidad del portavoz socialista en defensa de su pulcra trayectoria democrática, condenando la infamia y el sectarismo como forma de actuación política.

Que los "rufianes" han resucitado las ansias de eliminar al adversario es tan cierto como que el odio virulento del que se sirven sus seguidores se manifestó a la salida del Pleno, insultando y lanzando objetos contra algunas políticas, para desdoro y vergüenza de tantas falsas feministas como pululan por sus estercoleros. Pero lo que produce grima es que con estos bueyes pretendía Pedro Sánchez cerrar un gobierno que llamaba de cambio y de progreso. Suerte que su partido detectó a tiempo la traición que estaba urdiendo, librándonos moral y materialmente de una pesadilla ruinosa.

Después del Pleno de Investidura nada debe sernos ajeno al comportamiento de esta caterva del extremismo populista. Su talante antidemocrático y su virulencia excluyente merecen ser desenmascaradas, porque no estamos ante una lucha por la posición dominante en la izquierda, sino que nos movemos en el terreno de la convivencia o la intolerancia. Los gestos de esta gente, la mirada, las palabras amenazantes, las obsesiones segregacionistas y el asco que rezuman a los principios democráticos los delatan, como algunos han señalado, cuando habla o grita Iglesias, cuando gesticula Espinar, cuando insulta Rufián, cuando amenaza Matute o cuando obsesivamente insiste Homs en su desafío a la legalidad.

No creen en las instituciones, pero a todos les pagamos el sueldo y llevan al Congreso sus técnicas leninistas de acoso y derribo, su inquina matonil y tabernaria y su lenguaje soez y chulesco propio de los líderes de barrio. Se enfrentan a quienes respetan a la legalidad, desde la cual son posibles todas las reformas, porque a ellos lo que les va son las agitaciones callejeras, los insultos desabridos y las algaradas dialécticas. No quieren reformas, ansían la revolución para imponerse, desde su minoría virulenta, a la mayoría silenciosa. Y es esta mayoría silenciosa la que tiene que ponerse en estado de alerta, a la vista de la conducta de estos "rufianes" de nuevo cuño, descubriendo a los "golpistas" que pretenden hablar en nombre del pueblo.

Como bien ha dicho Albiac, bajo los "rufianes" se refugia una generación de iletrados amaestrados por los penenes de Podemos que se inspiran en el plebeyismo tan fustigado por Marx y Engels, tal como nos recuerda el citado Albiac trayendo a colación las palabras de Engels, en 1870, que calificaba al lumpen-proletariado como "esa escoria integrada por los elementos desmoralizados de todas las capas sociales, ese desecho absolutamente venal", concluyendo que "todo líder obrero que utiliza tales elementos y se apoya en ellos demuestra, con este solo hecho, que es un traidor al movimiento".

Nada hay nuevo bajo el sol y los oportunistas ambiciosos vuelven a disfrazar su analfabetismo, como el tal Rufián, con la agresión verbal y la ofensa irracional. Conviene que las nuevas generaciones, a las que dice representar el podemita Iglesias, sepan que  tales conductas resultan, a la postre, las más reaccionarias, porque suponen la vuelta al garrotazo, a la caverna y a la selva. Y como dijo el propio Marx, "ante la hez, el desecho, la escoria de todas las clases" se produce la reacción del despotismo total y surge el fascismo. Quien ignora la historia está condenado a repetirla y conviene saber que la intolerancia y el rencor son el resultado de esa educación en el odio y el sectarismo de quienes se sienten por encima de los demás.

Fuera de esa bullanga de la calle, el reto de los "rufianes" populistas y separatistas es, como le recordó Rivera a Iglesias, que tienen que justificar su sueldo y ha llegado la hora de trabajar. Veremos qué iniciativas razonadas y razonables son capaces de proponer para la mejora posible de la sociedad, porque ello exige algo más que una acalorada convocatoria para que el lumpen-proletariado ocupe las calles con cualquier pretexto.

Mientras ello ocurre Pedro Sánchez nos obsequia con unas "confesiones" a Jordi Évole que ponen de manifiesto la suerte que hemos tenido los españoles con la dimisión forzada de este personaje de la Secretaria general del PSOE. Obsesionado, dice ahora, con la necesidad de entenderse con Podemos, convencido ahora de que España es una nación de naciones, empeñado en denigrar a compañeros como González o Díaz a los que debía su puesto, o inculpando a sectores empresariales, financieros y de comunicación de su caída, resulta patética su machacona insistencia en la refundación de un partido al que llevó a la cota más baja de su historia.

Hace bastante tiempo en que señalé en este medio mi convicción de que Pedro Sánchez se convirtió al populismo de Pablo Iglesias, dada su incapacidad para entender la línea socialdemócrata que escribió las mejores páginas de un partido centenario. Ahora dice, como buen populista, que recorrerá con su coche todas las agrupaciones para ganarse a la militancia, término ajeno a la realidad de un partido democrático que solo tiene afiliados, lo que dibuja su perfil pretendidamente redentor.

Como quiera que Sánchez no tiene trabajo conocido fuera de la política, habrá que ver de dónde saca para la gasolina de sus desplazamientos a las sedes socialistas. Y si encontrara trabajo, habrá que ver de dónde saca el tiempo para tanto desplazamiento. Lo que no cabe duda es que se aproxima a pasos agigantados  a los que han vilipendiado a su partido en la sede de la soberanía popular. Y como quiera que ahora se arrepiente de haber tildado a Podemos de populista, es posible que los de Iglesias le financien la gasolina. Al fin y al cabo, parece ser que en los últimos días de su mandato se inflaron muchos ficheros de nuevos militantes de procedencia dudosa que algunos atribuyen próxima a las huestes moradas. Hoy estos son sus mejores amigos, y aunque le faltó poco para culminar la traición al mandato de los suyos, siempre se suelen agradecer los servicios prestados.




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