jueves, 23 de marzo de 2017

Rufián y la extrema derecha

Artículo de Antonio Robles


Entre todos vamos a convertir las intervenciones de parvulario de Gabriel Rufián en un seguro de vida para él. A este paso, este indocumentado sin oficio ni beneficio va a vivir de la política mejor que la inmensa mayoría de los españoles de su trabajo.

Me confieso culpable, ya he colaborado con ello en varias ocasiones a pesar de la evidencia. Pero es que Gabriel Rufián es un tesoro, una prueba sociológica perfecta para formular con exactitud la naturaleza venenosa y camuflada, inoculada por el catalanismo político en el corazón y la mente de la sociedad catalana. Rufián puede representar, para explicar el auge del independentismo, lo mismo que representan los fósiles para la paleontología, o la historia de Anna O para el psicoanálisis de Freud. Sus huellas encriptadas se manifiestas diáfanas cuando las maneras de interpretar y ver cuentan con sus vestigios impresas en la materia u ocultas en el inconsciente. Rufián nos remite a la trastienda de la propaganda nacionalista por acoger sus mantras en estado puro, sin pulir, como hacen los niños con las mentiras de los padres. Se oye el teléfono, lo coge el niño, la llamada es para el padre, pero le advierte al niño que no está, y el niño lo suelta tal cual: “dice mi papá que no está”.

"La extrema derecha reaccionaria de Societat Civil Catalana también tiene derecho a manifestarse". El mantra de la extrema derecha, el estigma preferido por el catalanismo para neutralizar de entrada toda disidencia a su obsesión por convertir la diversidad cultural y lingüística, a su identidad nacionalista. Está tan manida, sobada, es tan sebosa y burda que hasta los mismos catalanistas que la han diseñado ya no la utilizan sin enmascararlas en sofismas idénticos, pero más aseados.

En el mundo de Rufián sólo hay fachas y demócratas, españoles de ultraderecha y el pueblo oprimido de Cataluña. Es tan patético comprobar cómo su mente ha sido colonizada por aliens que, a la vez, provoca náuseas e inspira ternura, y siempre tristeza. En el fondo, es una víctima, esta vez de verdad, del nacionalismo. Verlo recitar como un papagayo esas frasecitas de pega revolucionaria de tres al cuarto diseñadas durante horas para Twitter demuestra, una vez más, que a veces la pedagogía del odio destruye más neuronas que el paso del tiempo.

Si fuera dibujante de viñetas de humor, en lugar de estas líneas previas hubiera dibujado a un joven con el cerebro agujereado por más túneles que un queso de Gruyère meando en la tumba de sus abuelos allá en Andalucía.

Por lo demás, nada nuevo bajo el sol, el día en que los ciudadanos de a pie daban la cara en las calles de Barcelona contra el golpe, Albert Rivera e Inés Arrimadas tomaban finos y pescaíto frito en Cádiz a costa de la Pepa, Xavier G. Albiol, C. Puigdemont y Pablo Iglesias la obviaban gozosos en un partido de baloncesto en Badalona; sin rastro de Miquel Iceta; y su partido PSC y el nuevo C´s que sigue sus pasos, resistiéndose hasta el final a mandar a algún representante oficial de segunda fila a la cabecera de la manifestación para no comprometerse demasiado. Mientras, CINC, que sí se había comprometido con el lema: “Aturem el cop independista”, y sí estuvo representado por dos de sus fundadores, Marita Rodríguez, y yo mismo como representante oficial, con problemas hasta el último minuto para tener un hueco en la cabecera y ninguno en la prensa. Así son las cosas en Cataluña, quienes se comprometen sin ambigüedad con la defensa de España y el bien común de sus ciudadanos no existimos ni en la nota de prensa de participantes dadas por la organización. Como otras muchas asociaciones que se rompen la cara todo el año. Pero tenemos claro quiénes somos, dónde estamos, y qué queremos. Nada se logra en esta vida sin esfuerzo. Y más en tiempos turbulentos.



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