viernes, 15 de septiembre de 2017

Y después qué?


Artículo de Enrique Rodríguez



Tras la muerte de Francisco Franco, el 20 de noviembre de 1975, se marcó el inicio de la Transición Española hacia una democracia representativa. La posterior formación de un Gobierno presidido por Adolfo Suárez González, designado por el rey según la legislación vigente, consiguió abrir el periodo constituyente.

El Gobierno de Suárez propició la ley para la Reforma Política en octubre de 1976.

Una de las tareas prioritarias de las Cortes fue la redacción de una constitución. Los llamados Padres de la Constitución elaboraron un anteproyecto de constitución que fue aprobado por el Congreso de los Diputados y el Senado. El Proyecto de Constitución, que fue sometido a referéndum, fue ratificado el 6 de diciembre de 1978 por el 87,78 % de votantes.

La Constitución española de 1978 es la norma suprema del ordenamiento jurídico español, a la que están sujetos los poderes públicos y los ciudadanos de España.

Cualquier sistema democrático, no tiene más remedio, que nutrirse y dotarse de leyes que protejan y cuiden la democracia.

En el noreste de España existe un territorio, región, autonomía o como quiera que se denomine, que ratificó esa constitución; esa misma que desde hace algún tiempo, algunos no quieren respetar, esta falta de respeto hacia lo admitido y consensuado por una gran mayoría, viene propiciada no sé si por el utilitarismo o la dejadez o el mirar para otro lado, que algunos gobiernos centrales han llevado a cabo con partidos claramente independentistas.

De esos barros estos lodos.

Se pueden nominar las leyes que los diferentes gobiernos de la Generalidad, se han ido saltando constante y alegremente sin que los gobiernos centrales hicieran respetar estas las mismas; ha habido mucha gente afectada y despreciada por no cumplir y hacer cumplir la ley.

Veamos: Inmersión lingüística, ley de banderas, ley de unidad de mercado, reforma de la administración, embajadas en el exterior y así algunas más.

El Estado tiene los resortes suficientes para poder frenar el independentismo, pero lo preocupante es lo que pase después: ¿se va a seguir consintiendo el incumplimiento de las leyes que afectan de una forma grave a muchos ciudadanos de los que habitan en Cataluña? ¿Seguiremos mirando para otro lado? La gran mayoría de los españoles no queremos unas autonomías asimétricas, no queremos que el modelo territorial marque diferencias de privilegios; todos tenemos nuestros sentimientos hacia nuestra tierra chica, pero hay un proyecto común que nos representa, un proyecto que tiene muchos años de historia, un proyecto donde muchos perdieron hasta sus vidas por forjarlo y por defenderlo. No ofendamos a nuestros antepasados dejando que un grupo de delincuentes destruyan lo que tanto esfuerzo costó.



1 comentario:

  1. Después aplicar la razón, la lógica y el sentido común. Una utopía en un país, España, que es el más irracional, ilógico y descerebrado del mundo mundial :-(

    ResponderEliminar