domingo, 24 de diciembre de 2017

El cáncer está en las Autonomías



 
Artículo de Manuel Vicente

Las elecciones catalanas del 21-D han reafirmado el diagnóstico aterrador que miles de españoles llevan haciendo desde hace años sobre el devenir de nuestro país: España padece una grave enfermedad que tiene su metástasis más dañina en Cataluña, aunque sus ramificaciones se extienden por todo el territorio nacional con consecuencias severas que se evidencian de forma diferente en cada Comunidad Autónoma.

El Estado de las Autonomías que los redactores de la Constitución diseñaron en folios en blanco, inventando una fórmula de configuración del Estado que contentara a los nacionalistas y no disgustara a los defensores de la unidad nacional, permite una profunda descentralización administrativa y una amplia cesión de competencias desde el Gobierno central a los autonómicos; pero no estaba concebido ni para que se formaran 17 microEstados ni, mucho menos, para que esas competencias cedidas fueran utilizadas por una Administración autonómica en batallar contra el Estado español que se las cede. Para evitarlo, precisamente, se articuló el ya conocido artículo 155.

Cuando en 2005 el entonces presidente del Gobierno autonómico vasco Juan José Ibarreche expuso en el Congreso su plan para la secesión del País Vasco, España mostró los primeros síntomas de sufrir esta enfermedad que hasta entonces había provocado muertes dolorosas de ciudadanos inocentes asesinados por fanáticos terroristas, que querían imponer su voluntad mediante el ejercicio de las armas, lo cual invalidaba sus objetivos de principio. Sin embargo, el abandono de la lucha armada por parte de ETA y el ejercicio del independentismo ´-exclusivamente por la vía política- agravó peligrosamente esa enfermedad que aspira a matar a España.

Quien entonces regía los designios del país, José Luis Rodríguez Zapatero, no tuvo mejor ocurrencia que extender la enfermedad a todo el territorio nacional mediante un proceso de reformas de Estatutos que fortalecía a las Autonomías y debilitaba al Gobierno central. Tamaña insensatez no ha sido subsanada por Mariano Rajoy, cuya extraña estrategia de permanecer impertérrito mientras los problemas se agravan ha provocado que España se encuentre con un cáncer terminal que sólo se podrá extirpar con una intervención quirúrgica de calado, consistente en utilizar con firmeza los mecanismos que le otorga la Constitución para defender al Gobierno central, acompañado de un ineludible proceso de devolución de competencias desde las Comunidades Autónomas a la Administración General del Estado.

El hecho de que este tratamiento no sea defendido por ninguno de los partidos políticos con representación en el Congreso de los Diputados es paradójicamente causa y consecuencia de la extensión del cáncer por toda España, lo cual nos lleva a la inexorable necesidad de que en las próximas elecciones generales concurra una opción política que defienda con rotundidad desandar el alocado recorrido de descentralización emprendido en los últimos 25 años. 


El tratamiento con aspirina y antibióticos con el que Rajoy ha afrontado la crisis catalana se ha evidenciado infructuoso en el termómetro de las elecciones del 21-D: la gravedad de la enfermedad no ha remitido y además el paciente se ha revuelto contra el doctor llevándole a ser última formación política con un tercio de la fuerza parlamentaria que tenía. Las prisas en la convocatoria de las elecciones autonómicas sin haber adoptado decisiones previas como intervenir la televisión autonómica o ilegalizar a partidos políticos que han conspirado contra el Estado, además de la tardanza en la aplicación del artículo 155, han llevado a un resultado que apenas modifica el escenario político catalán en general.

¿Se atreve alguien a seguir pronosticando que la economía de Cataluña volverá a una senda de estabilidad? ¿Dejará la metástasis catalana de pudrir la política nacional? ¿Podrá el Congreso de los Diputados dedicarse a resolver los problemas de España sin contaminarse de las cancerígenas células catalanas? ¿Volverán a cobrar protagonismo en la vida social y política nacional otros males que son tanto o más relevantes para los españoles?

Que la metástasis catalana seguirá teniendo graves consecuencias en el resto del organismo español sólo es negado por inconscientes, algunos de los cuales pretenden obtener ganancia en río revuelto, sabedores de que la única solución que hoy es capaz de aplicar nuestra clase política es forzar al Gobierno central a ceder aún más mediante un sistema de financiación autonómica que seguirá debilitando a España. 


Su traducción en Andalucía será un aumento de la desigualdad social y la pobreza y un agravamiento del deterioro de los servicios públicos ya que las arcas andaluzas saldrán indudablemente perjudicadas en ese desigual reparto que favorecerá a Cataluña y a otras Comunidades ricas, mientras la voraz administración autonómica -tanto la nuclear como la paralela- seguirán absorbiendo miles de millones de euros y dificultando el desarrollo económico.

El cáncer no se manifiesta en todos los órganos de la misma manera. Cada metástasis tiene su gravedad y provoca daños específicos; si bien el tratamiento sólo es uno: España necesita actuación quirúrgica inmediata y muchas de sus Comunidades Autónomas también. Andalucía, desde luego.








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