viernes, 29 de junio de 2018

El Gobierno de Lázaro Estornudo


Artículo de José Luis Roldán (Max Estrella)


I. El charlatán irresponsable.

¿Por qué Lázaro? ¿Por qué Estornudo?, se preguntará el lector distraído; de manera que, para que no se desoriente respecto a los sujetos –y sujetas- de esta pieza, hago recordatorio. El lector sabe de sobra que Pedro Sánchez es más vanidoso que capaz, afirmación que sostengo en las evidencias: en su currículo no hay prueba alguna de sus méritos, sí de sus enchufes, debidos a las eficaces influencias de sus padres entre sus contactos y amistades (fuente: Wikipedia); de su vanidad, por el contrario, no deja de dar muestras.

De modo que, emulando a personajes famosos –¿Por qué yo voy a ser menos que ZP, RbCb, FG o el mismísimo JFK?, se dijo-, no dudó en recurrir a la acronimia para dejar también su huella en la Historia.

Así, tuvo la ocurrencia de referirse a sí mismo en la web oficial del Psoe como Pdro Snchz. No observó que la cosa no daba para un acrónimo y que, fonéticamente, más se parecía a un estornudo. Curiosamente, un escribano cervantino, personaje del entremés La elección de los alcaldes de Daganzo, era del mismo nombre: Pedro Estornudo. Quedaba, pues, bautizado. Pero sucedió, como todo el mundo sabe, que los dirigentes de su propio partido, hartos de ver como Pdro Estornudo, lentamente pero sin desfallecimiento y con ahínco, los llevaba al desastre se rebelaron y lo destituyeron de la Secretaría General. Volvió hace ahora un año, el 39 Congreso del partido lo resucitó cuando ya todos lo daban por muerto. O sea, como Lázaro, salió de la tumba donde había sido sepultado, mal sepultado. Así pues, Lázaro Estornudo.

Salió del sepulcro como Lázaro y, como Lázaro, apestando el aire. Pues sus primeras palabras fueron -¡cómo no!- para agraviar a la Nación (consulte el lector, si lo desea, lo que escribí al respecto).

Ahora –conforme a la inexorable ley de Murphy que determina que “Si algo malo puede pasar, pasará”- lo tenemos de presidente del Gobierno. No puede ser peor. Dicen sus acólitos y los plumillas lamebraguetas que esto es el premio a su audacia. La Fortuna ayuda a los audaces, como afirma el adagio romano, dicen.

Pero si nos paramos a analizar las cosas, la sentencia romana no es aplicable al caso. ¿De qué audacia hablamos? ¿Qué arriesgó Estornudo? ¿Qué ardid fue el suyo, digno de memoria?

Aquí lo que sucede, más bien, es lo que dijo Camilo José Cela en su discurso de recepción del premio Príncipe de Asturias: “el que resiste, gana”. Ese ha sido el único mérito de este nuestro Lázaro: resistir. No por nada, sólo por ambición personal y por despecho.

Su única virtud ha sido su ambición desmedida. Decía CJC en ese discurso: “El que espera tiene a su lado un buen compañero en el tiempo, nos dejó dicho Saavedra Fajardo en sus Empresas políticas (…) Se dará tiempo al tiempo —pensaba y escribía Cervantes en La gitanilla—, que suele ser dulce salida a muchas amargas dificultades. Y en Las dos doncellas: Dejad el cuidado al tiempo, que es gran maestro en dar y hallar remedio. Y en el Quijote: Dejando al tiempo que haga de las suyas, que es el mejor médico de estas y de otras mayores dificultades”.

Y yo (discúlpeme el lector este feo vicio) también advertí hace dos años sobre ello: “El tiempo goza de una extraña cualidad reparadora, revitalizante y redentora. El tiempo que todo lo destruye y corroe es, paradójicamente, paladín de pusilánimes, sostenedor de inicuos y redentor de réprobos. Y es que la paradoja es la sustancia del tiempo; que lo diga, si no, la ciencia moderna desde Einstein. El tiempo que se alimenta de desdichas, defeca paradojas.
Aquí, por desgracia, no han faltado los que han sabido aprovecharse de ello. Digo entre los políticos; tan espabilados cuando se trata de lo suyo. Es de dominio público que entre las armas secretas de Franco (el brazo incorrupto de santa Teresa y la bruja Mersida) ocupaba lugar preeminente el cajón de los asuntos entregados al cuidado reparador del tiempo. Rajoy, como es registrador, lo supo y, como alumno aplicado, lo practica. También nuestra esperanza de Triana, aunque menos ilustrada más lista. Pero sobre todos ellos, el que más provecho está sacando de esta paradoja es, sin duda, Pedro Estornudo (no confundir con el escribano cervantino de Daganzo), me refiero a Pedro Snchz, líder del PSOE. Como Franco, ha confiado al tiempo la solución de sus problemas. De su principal problema: su supervivencia. Sabe que mientras no se oficie el funeral y se celebre el sepelio el cadáver estará de cuerpo presente. Esa es su salvación. Pedro Estornudo es un cadáver insepulto. Un difunto muy vivo, sin embargo. Aunque, como tal, apesta. Por eso no hará nada y todo su afán consistirá en que nada se lleve a cabo.”

Como podrá constatar el lector a la vista de los hechos, no me equivoqué, por desgracia.

El tiempo, pues. El tiempo y la ambición son las fuerzas generatrices de este Gobierno. Sin embargo, concurre ahora un matiz relevante que antes por la propia naturaleza de las cosas no estaba presente. Quiero decir que la disposición del presidente Estornudo ante el tiempo era, antes de su asalto a la Presidencia del Gobierno, puramente pasiva. Se limitaba a confiar en el poder redentor del tiempo.

Ahora, sin embargo, su actitud es bien distinta: se sirve del tiempo para eludir su responsabilidad ante hipotecas imposibles; ante promesas o compromisos –explícitos o implícitos, ya lo sabremos- realizados a tirios y troyanos, de naturaleza, por tanto, antagónica y, consecuentemente, de imposible satisfacción.

Su talante, lejos de las enseñanzas cervantinas y de la praxis política de  Felipe II, Franco, Rajoy y tantos otros gobernantes, es más bien el del charlatán irresponsable de la fábula de Samaniego: Un charlatán presumía de que podía enseñar a hablar elocuentemente a un borrico. Súpolo el rey y lo llamó a su presencia. Como el charlatán se reafirmaba en sus pretensiones, el rey le ordenó que enseñara a hablar a un burro, para lo cual le concedía un plazo de 10 años, bien entendido que si al término del plazo el burro no hablaba el maestro asnal sería ahorcado. El charlatán aceptó el trato. Continúa Samaniego su fábula:

El doctor asegura nuevamente
sacar un orador asno elocuente.
Dícele callandito un cortesano:
“Escuche, buen hermano:
Su frescura me espanta.
¡A cáñamo me huele su garganta!”
“No temáis, señor mío,
respondió el charlatán, pues yo me río;
en diez años de plazo que tenemos,
¿el rey, el asno o yo no moriremos?”

Tal que así es la actitud del que por maldad del hado hoy nos gobierna: la de un charlatán irresponsable.



(Publicado en el blog Ídolos y Llantos, 11 de junio de 2018)


1 comentario:

  1. Completamente de acuerdo. A mí me dejó ojiplático el articulillo de Pedro J. , en el que alababa la audacia del sujeto al presentar la moción de censura. La audacia esta hecha de otra materia.

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