sábado, 21 de marzo de 2015

Abstención: grito silencioso


Este domingo se consumará la pasión de votar. No pienso hacer predicciones. Sé lo que va a pasar. El régimen de poder que sigue sustentando a Susana lo mismo que a Rajoy en Moncloa va a ser ratificado una vez más por millones de personas que acudirán, una vez más, a la llamada “fiesta de la democracia”. Perderemos los españoles, los andaluces, porque seguiremos creyendo que dentro de este régimen de poder podremos cambiar algo. Pero lo único que cambiará será el carcelero. Tiempo
al tiempo.

Después del movimiento dentro de Ciudadanos que filtró un posible pacto con el PSOE-A el miedo al apuntalamiento del cortijo de los socialistas hizo recelar a los posibles votantes del partido de Albert Rivera. El pacto o abstención del PP está siendo la opción más comentada y queda descartado el acuerdo con Podemos al que en Andalucía han dejado bastante abandonado por parte de la cúpula de Pablo Iglesias. Queda, pues, esperar cómo se repartirá la cuota de poder, y todos los comentarios respecto a quién se aliará con quién y para qué sólo es el maquillaje de un payaso que hace tiempo que ha dejado de tener gracia. Las tertulias políticas cada vez recuerdan más a las del corazón (y viceversa) comentando los ligues, desplantes y líos entre unos y otros. Se prevé mucha promiscuidad en los próximos meses.

Mi vertiente liberal en el plano sentimental no me permite condenar la promiscuidad, pero siempre en el ámbito privado y consentido. La lascivia con la que se pasan por la piedra los presupuestos públicos con nuestras manos, pies y boca amordazadas no hace sino rebelarme hasta mi último hálito. Mi grito es silencioso. No voto.

No pienso ir a votar porque quedaría encerrado en esas urnas, mi voluntad diluida dentro de un partido, mi libertad vencida por el Estado, mi confianza vendida por un puñado de escaños. No puede haber representación en un sistema electoral proporcional y de listas. En democracia se elige a personas por mayoría a doble vuelta en distritos pequeños. Lo demás es mentira y yo no quiero participar de la mentira.

Sé que la voluntad de los que luego se sienten en las poltronas del “charlamento” van a hacer lo que les diga el/la cabeza de lista. No tienen libertad sino disciplina de partido. La Ley de Hierro, descubierta por Robert Michel, hará que todo atisbo de discurso sobre la democracia quede relegada a un segundo plano cuando haya que pactar. Habrá gente honrada que abandonará los partidos, claro está, y se decantará el régimen por los más rastreros y corruptos, afines al dueño del partido. Veremos justificaciones como las que incluso Podemos ha hecho antes de tocar poder en España con una evolución de su programa electoral que ha abandonado pilares que parecían inquebrantables como la renta universal, el abandono del euro, la apuesta por la república e incluso la defensa de Venezuela. Todo ello sin estar en negociaciones sobre la mesa. ¿Hasta qué nivel bajarán los dirigentes de los partidos para conseguir un sueldo político?.

El aquelarre del domingo obedece a la superchería de que sea el Estado quien resuelva los problemas de los ciudadanos simplemente metiendo un papel en una urna. Así el primero se justifica como representante de la sociedad y hace obedecer las leyes, la dirección del gobierno y la obediencia a la autoridad mediante una apropiación indebida de atributos que los ciudadanos entregamos gustosos, irreflexivamente. Los partidos se dieron cuenta de esto desde 1978 y se hicieron estatales, proveedores de todo bien. Únicos capaces de hacer política, a costa de nuestra libertad. Y los españoles siguen diciendo sí a toda esa mentira cada vez que, como este domingo, van a votar.

No espero que se me entienda, pues hay muchas ganas de ver la cara del equipo rival sufrir de dolor. Además, en Andalucía el PSOE controla el régimen corrupto mucho mejor que en el resto de España pues lleva más de treinta años gobernando. Casi récord en Europa entera. También es cierto que la inestabilidad del poder ayuda a los cambios, pero yo tengo que escribir lo que pienso: la inestabilidad más grande para el régimen es la abstención activa. La de no creer en ellos, la del respeto por uno mismo. No nos dejemos engañar por este “Sálvame Deluxe” de partidos estatales. No cambiemos de famosos, ni cambiemos de canal. Salgamos a la calle donde está la sociedad civil.





4 comentarios:

  1. Lo siento Manu, yo estoy con Eduardo: votaré en defensa propia y con la nariz tapada. No es esta una ocasión propicia para defender altos principios. Ahora toca el pragmatismo, el aquí y ahora: a los junteros hay que echarlos ¡ya! Sería solo un primer paso, pero vistas las cosas, de gigante.

    Después queda el trabajo gordo, eso sí, poner a la clase política en su sitio con todo lo que conlleva. ¡¡¡¡A por ellos!!!!

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  2. Lo siento Manu, yo estoy con Eduardo: votaré en defensa propia y con la nariz tapada. No es esta una ocasión propicia para defender altos principios. Ahora toca el pragmatismo, el aquí y ahora: a los junteros hay que echarlos ¡ya! Sería solo un primer paso, pero vistas las cosas, de gigante.

    Después queda el trabajo gordo, eso sí, poner a la clase política en su sitio con todo lo que conlleva. ¡¡¡¡A por ellos!!!!

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  3. Hola Manu. Me ha costado mucho decidirme. He cambiado de idea unas 77 veces por hora desde el día 7 de marzo. Después de unirme, esta misma semana al Movimiento, lo tengo claro. Ahora sé que siempre he creído en otra forma de Estado, pero no sabía su nombre. Soy fiel a mis ideas y principios. No voy a votar.

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  4. Esto es como el fin de la esclavitud. Incluso muchos de los esclavistas sabían que estaba mal, pero era su forma de vida. Jefferson fue un gran esclavista (600 esclavos) pero escribió la frase "Todos los hombres nacen iguales" en la Declaración de independencia. Tiene que ser la libertad de un sistema democrático el que lleve a acabar con la herencia antiliberal y antidemocrática y construir, poco a poco, una República Constitucional. No se hace de la noche a la mañana, pero sí dando pasos coherentes y firmes.

    Uno de ellos es no votar en un régimen de partidos estatales.

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