miércoles, 1 de abril de 2015

La tamborrada final


Hoy, Miércoles Santo, creo que es el día perfecto para escribir este artículo. Porque en muchísimas localidades españolas es hoy cuando la gente se reúne vestida de dios-sabe-qué y tocan el tambor durante horas. Hasta días se pueden llevar sin parar de darle al tambor! Días y noches! Una locura! Lo que no sean capaces de hacer la gente de los pueblos en España…

En artículo que publiqué hace años, Un país de performers, y que pueden ustedes leer si clican http://eduardomaestreeditorial.blogspot.com.es/2009/08/un-pais-de-performers.html, decía eso: que España se había convertido en un país de gente haciendo cosas extrañas: embadurnarse en tomate, pringarse de merengue; tirar cabras desde una torre, alancear un toro indefenso; quemar cosas, reventar petardos…

Por qué no tocar el tambor sin parar? Por qué no ocupar la plaza del pueblo, reunir a miles de personas con tambores distintos y, a la voz de ya, empezar a atronar el pueblo y los alrededores? Qué gran idea! Qué imagen de potencia popular! Y al que le moleste, ya sabe dónde está la salida del pueblo!

Siempre me ha llamado la atención la capacidad de algunos frikis de ganarse a los Ayuntamientos para ocupar la vía pública y hacer de su capa un sayo! En el caso de la Semana Santa –de la que no participo desde hace muchos años- puedo comprender que es una tradición tan antigua que hoy día es técnicamente imposible hacer entrar en razón a los capillitas y convencerles de que la religión Católica está muy bien, pero que el lugar de expresión paroxística de su religión y de sus ritos no debería ser la vía pública, cuya infraestructura y funcionamiento pagamos todos los empadronados: los que participamos y los que no participamos de la exaltación barroca anual.

Pero resultaría absurdo y casi suicida proponer tal cosa en Andalucía! Además, es muy entretenida la estética churriguresca; la platería es asombrosa, y la imaginería de la Escuela Andaluza se aparece cada año ante los ojos de la gente como si fuera nueva, con esos cristos siempre en éxtasis y casi sin laceraciones, como si expiraran de asombro por la multitud!

No!!! Qué estupidez pretender que la Semana Santa se la guarden los hermanos cofradieros para sí mismos! Qué absurdo! La Semana Santa no duraría ni dos años seguidos si no pudieran sacar a la calle sus joyas! No! Lo que quiero destacar es la capacidad de muchas agrupaciones ciudadanas de ponerse de acuerdo con las Instituciones para cortar las calles de la ciudad –del centro de la ciudad- sin que trastorne excesivamente la cotidianeidad de los ciudadanos. Y se ponen de acuerdo, no lo olvidemos, a título particular. Porque, que yo sepa, ni el Estado ni la Junta ni los Ayuntamientos son teocracias ni gobiernos confesionales! Se llega a un acuerdo con estos lobbys católicos sin ningún género de problemas ni pudor, y aquí paz, y en el Cielo, Gloria Gaynor!

Sin embargo, lo de las tamborradas me espanta y a la vez me fascina. Que una actividad tan molesta y sin duda tan dañina para el organismo de los participantes y foráneos se pueda apoyar precisamente desde las Instituciones resulta estomagante (y nunca mejor dicho, pues al estómago, y más concretamente al diafragma, es hacia donde se dirige el daño producido por tanto ruido de tambor!). Estomagante y preocupante; aunque esto último, por otro motivo.

Qué hace a los ciudadanos unirse en pequeños clanes, grupos y lobbys a través de los cuales negociar con las Instituciones? Pues qué va a ser? El afán! La necesidad fisiológica de realizar una actividad de cara al público! La teatralidad, inherente a todas las culturas y a todas las épocas! El orgullo de pertenecer al clan de los Isewahari (esquimales imaginarios: no se molesten en buscar en la Wikipedia) y refregar en la cara del invasor anglosajón, una vez al año, la milenaria cultura que su avasallador protestantismo ha hecho relegarse al folclore! La urgencia de mostrar al asombrado mundo cómo cinco mil personas (entre pueblerinos y perroflautas llegados ad hoc) somos capaces de estar tocando el tambor cuatro días y tres noches sin parar!

Me pregunto qué podría mover a los ciudadanos a unirse para exigir a las mismas Instituciones no ya el corte ordenado del tráfico en las calles de la propia ciudad, sino, por ejemplo, el cese inmediato del aforamiento de los políticos y altos cargos que lo disfrutan. Es decir: conseguir quitarles el escudo protector a los trípodes de La Guerra de los Mundos. Para, acto seguido, claro está, denunciarlos!

Qué podría mover los afectos de la gente hasta el punto de formar un lobby ciudadano con intereses mucho más nobles que la simple exhibición del propio folclore (religioso o pagano) o la realización de una maratón popular? Cómo convencer al ciudadano medio de que, uniéndonos en un grupo compacto de número suficiente podemos hacer presión en las Instituciones sin necesidad de formar o crear ooooooootro partido político? Qué fibra hay que tocar en el corazón de la gente para que se aglutinen las fuerzas debilitadas y dispersas de una población políticamente deprimida y conseguir concentrar las tenues luces de cada uno hasta formar un haz luminoso que pueda cortar el acero como un láser?

Ojalá tuviera las respuestas! De momento, me ha costado años llegar a construir las preguntas! Y ni siquiera sé si son las preguntas adecuadas!

No lo sé: caminamos entre tinieblas; a veces, vemos alguna luz lejana que parece una esperanza pero que se apaga o se aleja sin dar explicaciones; andamos a tientas; creamos un diario digital para denunciar y poner de relieve lo que en realidad está ocurriendo en nuestra tierra yerma, pero luego llegan unas elecciones inexplicables y arrasa en las urnas la jefe de la Mafia. Pese a todo, no cunde el desaliento; pero tampoco hay mucho que celebrar.

Algún día, un hombre solo con un solo tambor se pondrá en la plaza de este pueblo andaluz a tocar sin descanso; fuerte, seria, acompasadamente, su tambor podrá oírse a lo lejos. Y quizás otros hombres y mujeres que ya creían destensado, muerto y cubierto de polvo en el desván de la derrota su propio tambor, lo saquen y lo limpien y lo vuelvan a tensar para acercarse a la plaza en la que ese tamborilero toca en solitario; y quizás se unan a él.

Quién sabe? Quién es el guapo que puede asegurar que algo así no va a ocurrir nunca? Es frase socorrida decir que en Andalucía la opinión crítica no existe; que los andaluces estamos muertos política y civilmente. Pero yo mantengo que todos tenemos dentro un héroe, y que sólo hace falta que otro crea en ello para que salga de lo más hondo.

Y no veo tan impensable la imagen de cientos, de miles, de millones de andaluces unidos en la tan necesaria Plaza de la Dignidad tocando esos millones de tambores que los mafiosos y los chorizos creían reventados! Todos los tambores atronando! Con un mismo tempo y a un mismo ritmo! Un sonoro clamor de pieles tensas, claras, hondas, agudas, graves; con mazo, con baqueta de algodón, con baqueta de madera! Un sonido aterrador, imponente y telúrico! El sonido de la Libertad, de la Dignidad y de la Justicia! Sueño con el día en el que pueda oír esa tamborrada atronadora; esa tamborrada terrorífica que, como las trompetas de Jericó, haga que se derriben para siempre los muros de la infamia! Una tamborrada ciudadana!! Un clamor tectónico!! Un tsunami sonoro que los reviente a todos y los desaparezca de la faz de la Tierra!!! Una suerte de seísmo!!! La Tamborrada Final!!!




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