viernes, 17 de abril de 2015

Reaccionarios: los falsos republicanos





Contra la libertad, la demagogia. Contra la acción para la libertad, la reacción. Son los reaccionarios los peores enemigos de la libertad colectiva, no porque su reacción pueda suponer la vuelta al pasado, cosa imposible, sino porque impide el paso hacia adelante. El reaccionario piensa de modo infantil, cree que la lógica y la razón son suficientes para restablecer lo que la psicología y la historia eliminaron, por ello cubre su rostro con los símbolos de las ideologías derrotadas primero, abandonadas después y pisoteadas por sus ascendentes en el justo momento en el que se debía
arriesgar la vida por ellas: la transición. Socialistas y comunistas abandonaron sus ideas a cambio del poder que les ofrecía el heredero del dictador Franco. Sin embargo, hoy, casi cuarenta años después de consumada la fechoría, toman las banderas tricolor como si nunca las hubieran arriado. ¡Pero no renuncian a enriquecerse en el Estado de Juan Carlos! ¿Republicanos viviendo de la monarquía? ¡Farsantes! ¡Oportunistas! ¡Qué vergüenza! ¿Qué saben esos de la lealtad? ¿UGT, CCOO, los socialistas, los comunistas? ¡Unos cobardes, unos traidores, unos hipócritas! ¡La república humea en sus manos!

La Segunda República fracasó, entre otras causas, debido a que su forma de gobierno parlamentaria generaba gobiernos débiles, incapaces de actuar con la rapidez y eficacia necesarias ante el ataque del fascismo, la guerra interna del propio régimen y la conspiración del socialismo y del separatismo. La II República nació con ilusión y murió por la deslealtad. Quienes la veneran, quienes desean su vuelta, no son conscientes de que ese objetivo inalcanzable implica la peor traba para la instauración en España de una auténtica república constituida mediante la libertad colectiva. La libertad necesita primero de la verdad. Si no somos capaces de reconocer la verdad, de asumir los hechos de la historia, de aprender de sus consecuencias, jamás triunfará en España una auténtica revolución política.

Si la Segunda república fue el régimen de la deslealtad, el de Juan Carlos lo es de la traición y la mentira. ¿Cómo se atreven esos falsarios abanderados del tricolor a saltarse casi ochenta años de historia de España? ¿Han sido ellos leales a la república durante los ochenta años de Franquismo y Neofranquismo? ¿Se puede olvidar su silencio durante el Franquismo? ¿Se puede olvidar su traición y su participación en el consenso durante la transición? ¿Qué república han de defender los mismos que se han sentado en las poltronas del Estado gracias a un rey nombrado a dedo por un dictador? ¡Corrupción de la historia y de sus hechos! ¡Corrupción! ¡Desmemoria e ignorancia! No izan la bandera republicana por patriotismo, sino para tapar sus vergüenzas con ella ahora que el rey y la corona muestran ante el gran público su verdadero rostro. ¿Qué se puede esperar de todos ellos? España tiene en la actualidad una monarquía de partidos. Todos los partidos subvencionados por el Estado son formalmente órganos estatales y, por tanto, monárquicos. Recordemos esta evidencia cada vez que veamos a esa banda de trasnochados subvencionados gritando vivas a la república.

No, España no es una democracia. Punto fundamental. ¿Queremos una democracia? ¡Pues hemos de instaurar primero una república! Porque sin la forma de estado republicana, que es la garantía de la igualdad de todos ante la ley, es imposible que se establezca la forma de gobierno democrática. Bien. Deténganse aquí. Hemos vencido a los villanos de la desilusión, de la deslealtad, de la traición y de la mentira. Imaginen que así fuera. Estamos en condiciones de afrontar la verdad y de luchar por la libertad. Se abre un periodo de libertad constituyente. El pueblo español elige la forma de Estado y de gobierno participando en un referendo en el que se le plantean varias alternativas, entre ellas, la república constitucional con forma de gobierno democrática, separación de poderes, elección uninominal en distritos pequeños e independencia judicial. Piensen por un instante en esto y díganme si les apetece mirar al pasado. Respiren despacio. Sé que su corazón latirá muy deprisa. No se asusten, ello significa que han comprendido el mensaje. España, verdad, libertad, lealtad... He aquí la escalinata y los pilares de la Tercera República, la que, paradójicamente, tiene por peores enemigos a los reaccionarios de la fracasada Segunda República.



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