lunes, 18 de mayo de 2015

Escraches




No hace muchas lunas que Pedro Sánchez defendía el escrache como forma de protesta. Yo también entiendo esa rebeldía contra el representante de los fanáticos del fraude, más conocidos como la secta del capullo, cuyo impulso siempre ha sido, al margen del latrocinio institucionalizado, la permanencia intemporal del grupo en el poder. Para lograrlo, han asaltado la administración autonómica andaluza desde donde conceden subvenciones y ayudas de forma sectaria.

Sánchez, que parece que nació ayer, arribó al sur afirmando que la corrupción es incompatible con el PSOE. Y se quedó tan contento, con esa cara de zangolotino que se le pone cuando intenta mostrarse
trascendente. El socialista que tiene todas las virtudes que detesto y ninguno de los vicios que admiro, nos dejó la perla en la misma semana que conocíamos el escándalo de Aznalcollar. Y en estas que se mete en pleno corazón de Málaga con un ligero viento de levante y, allí una población levantisca que le recibe con las intenciones del turco; ex trabajadores de Hitemasa que llevan años esperando el dinero que les robó la Junta. Hay insultos, empujones y una pitada generalizada. También hay quienes gritan por la patética situación de la sanidad malagueña en la que, lean bien, a los enfermos de cáncer se les cierra salas de radioterapia por falta de personal. Eso unido a que es la provincia de España con menos camas de hospitales por habitante, tiene al ciudadano soliviantado. Para el recuerdo la cobardía de los socialistas locales que no sabían dónde meterse. Esas caras de terror bien valen toda una existencia porque, aunque algunos no lo entiendan, la violencia verbal es lo único que nos queda a aquellos que sufrimos al gobierno de la patética República bananera de Andalucía. Desgraciadamente, los socialistas no podrán entender jamás, dada su proverbial bobaliconería, el odio que despiertan en los ciudadanos honrados del sur.

El socialismo andaluz es como aquel hombre que viola a una señora y, tras ser pillado en el acto, convoca una comisión de investigación para ver qué ha hecho su pene. Una forma, como otro cualquiera, de no tener que asumir responsabilidades propias. La culpa siempre es del vecino y, si no tiene, señala a cualquiera que pasara por allí; los interventores, los funcionarios, los Reyes Católicos, el subdesarrollo del pueblo y, hasta la expulsión de los cabrones de los moriscos  sirven para ese menester.

El socialcretinismo es como introducirse una raya de coca en la nariz por aquello de meterse donde nunca te llaman. Y aunque no te llamen, la propaganda oficial trata de convencernos de que esa izquierda es la única salida al problema del paro cuando es justo lo contrario. En verdad, las parvas posibilidades de vencer a los que manejan las subvenciones de las que viven los hombres y mujeres del régimen, son escasas. Por ello, creo que ha llegado el momento de aceptar los escraches a esa banda de gángsters. Simplemente no podemos tolerar que, encima de robarnos, se paseen por Calle Larios como si fuese suya. De todas formas, como le dijo el zote de Zapatero a Iñaki Gabilondo; “Necesitamos cierta tensión”. Pues que cunda el ejemplo.



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