miércoles, 8 de julio de 2015

Un chupinazo en la nuca.

Artículo de Eduardo Maestre


A ver: no es que me gusten o me dejen de gustar tales o cuales fiestas populares! Cómo puede decir nadie si algo le gusta o no sin haber asistido a ello? Yo en mi vida he ido a Pamplona! Jamás! Y mucho menos a los sanfermines! Aunque tampoco he ido a las Fallas y, pese a que los ruidos fuertes me desagradan desde pequeño, puedo llegar a comprender el embrujo que causa en los ojos de la gente el fuego devorando figuras elaboradísimas que por el fuego mismo se vuelven efímeras. Aparte, claro, del ambientazo que tiene que haber en Valencia, ciudad divertida hasta decir basta!

Pero los sanfermines…

Cada año, vuelven los sanfermines. Menudo coñazo! Todas las mañanas lo mismo: a las 8 en punto sueltan unos toros y unos cabestros a los que espera una peña de catetos con periódicos en la mano; periódicos enrollados, que parece que están esperando a que suelten a los morlacos para comentarles el artículo en el que Carlos Herrera explica cómo ha ido en el Congreso la enmienda a la Ley de la Tauromaquia.

Valiente hatajo de paletos! Porque, qué quieren ustedes que les diga, la impresión que transmiten cada año por estas fechas es la de un montón de garrulos corriendo delante, detrás y a los costados de unos pobres animales aterrorizados a los que por instinto no les queda otro recurso que cornear lo que se encuentran por delante, que no es otra cosa que unas figuras blanquirrojas y amenazantes que les jalean y les tocan con esos periódicos endurecidos a modo de bastón.

Por no hablar de los guiris: esos extranjeros, generalmente norteamericanos, que al olor de las moscas de Hemingway vienen cada temporada a contemplar a la ceporrería navarra y, en ocasiones y como si viviese una galerna en el Cabo de Hornos, a correr junto a los mozos. Alucinante. Cada año hay un yanqui muerto; o malherido; o tetrapléjico para toda la vida.

Pero no escribo este artículo para cargar contra una fiesta que desconozco y de la que sólo puedo opinar en función de lo que veo cada año por la televisión pública y por el derecho que me asiste a opinar, ya que con mis impuestos retransmiten esta catetada sideral con todo lujo de detalles, entrevistas, informes médicos, anécdotas y un enorme despliegue de medios técnicos desde los corrales hasta la plaza de toros; despliegue de medios que, como les digo, pago yo con mi trabajo desde Andalucía. Y, qué quieren que les diga: que seamos todos los españoles los que tengamos que pagarle esta publicidad sin límite a una región que no paga impuestos al Estado gracias a esa suerte de trilerismo acojonante que son los Fueros navarros, me da derecho a opinar prácticamente lo que me plazca. Y lo estoy haciendo.

No escribo este artículo, les decía, para hablar de los sanfermines, sino del partido político que ahora gobierna en el Ayuntamiento pamplonés: Bildu; grupo abertzale que, pese a haber obtenido sólo 5 concejales frente a los 10 de UPN, ha obtenido la alcaldía gracias a los 5 votos de Geroa Bai, los 3 de Aranzadi (los podemitas navarros) y el de Izquierda-Ezquerra. Catorce votos en total. Resultado: el bastón de mando lo luce ahora Joseba Asirón, quien, junto a los demás concejales de la jauría provasca, prometió acatar la Constitución española “por imperativo legal”, que es esa fórmula estomagante que han tenido siempre los cobardes para trincar el cargo y quedar bien ante su parroquia de delincuentes.

La flamante nueva Presidente del Gobierno navarro, Uxúe Barkos (cuesta mucho trabajo escribir estos nombres tan extraños, llenos de equis y de kas, como alambres de espinos!), del partido Geroa Bai, ha cambiado los cromos de la alcaldía por los de la Comunidad autónoma con Bildu: éstos la han apoyado en el microparlamento y ella les ha entregado el bastón de mando de la alcaldía de Pamplona. Así se ha hecho posible que los proetarras filonazis de Bildu trinquen el Ayuntamiento pamplonica pocos días antes del chupinazo de la fiesta del maltrato animal.

Coño! Pero Bildu no había prohibido los toros en Vasquilandia? Que yo sepa, los han prohibido allí donde gobiernan por ser “un espectáculo lamentable y representativo del carácter español”. Entonces, a qué esperan para prohibir los sanfermines? Ah! Que no es lo mismo! No es igual el maltrato animal que sufren los pobres toros en la plaza de la Maestranza sevillana, o de las Ventas en Madrid, que la carrera atroz en la que los pobres animales mitológicos corren aterrorizados entre catetos para acabar llegando a la plaza de toros de Pamplona, en donde les darán muerte, sí o sí, entre el griterío irrespetuoso de los borrachos de la localidad y los aún más borrachos forasteros. Venga ya, hombre! Cabenzots! Lo que pasa es que no tienen cojones de prohibir los sanfermines! Y punto!

Digamos, a este respecto, que un tipo que pertenece a Bildu es, en principio, un hombre sin cojones; un eunuco que habla euskera; un paleto emasculado; un castrato social que sólo puede cantar en las regiones más agudas de la política, que no son otras que las del catetismo de sacristía, las de la cerrazón hiperpaleta y las de la estupidez militante que les lleva a hablar en un idioma inventado que hace poco más de 30 años sólo contaba con unas 400 voces (mamá, papá, vaca, agua, montaña, árbol, tierra, Parabellum…) aunque no le entiendan ni sus compañeros de trabajo, con tal de no hablar en la lengua de Cervantes.

Menudos nazis con boina! Miren ustedes: el número tres de Bildu en Pamplona es un tal José Abaurrea, que en 1998, y por aquellos días bajo las siglas de Batasuna, se negó a condenar la muerte de su compañero de corporación, Tomás Caballero. En 2003, cuando los nacionalistas vascos de ETA asesinaron a Bonifacio Martín y a Julián Embid, este puto nazi de Abaurrea dijo que esas muertes eran el resultado del conflicto que resulta de negar sistemáticamente la existencia de Euskal Herría. Arsa! Toma ya! Y de nuevo se negó a condenar los asesinatos cometidos por sus amigos de herrikotaberna, los neonazis vascos de la capucha y la boina.

Éste es el personal que va a dirigir Pamplona los próximos cuatro años. Si nos han repugnado los tuits del tal Zapata en Madrid, que al fin y al cabo no son más que el producto en forma de pesadilla de un pobre colgado comunista de Podemos, qué podremos pensar de esta peña de etarras cuando empiecen a manejar a sus anchas el enorme presupuesto que tiene asignado el Ayuntamiento pamplonés? Cómo puede permitir el Estado que en sus Instituciones tenga acceso al Poder ejecutivo un nazi irredento, un filoterrorista como es este Abaurrea?

Miren: no es sólo ya que del balcón del Ayuntamiento hayan quitado la bandera de España y colocado la ikurriña, esa bandera calcada de la inglesa pero con los colores cambiados, y no haya pasado nada! Al fin y al cabo, los españoles ya estamos anestesiados ante el constante insulto a nuestros símbolos que desde hace décadas llevan practicando sistemáticamente los nazionalistas vascos y catalanes. Lo que ya es estupefaciente es que no haya ninguna institución oficial, ningún Fiscal Jefe, ningún magistrado con la suficiente hombría como para anular la alcaldía –obtenida, no lo olviden, con el impagable apoyo de Podemos- de un partido cuyo rastro es siempre un reguero de muerte.

No lo duden: este año los sanfermines son diferentes; correrá un aire con olor a sangre de españoles que no vendrá precisamente de la curva de Estafeta; en las calles de Pamplona se obrará el terrorífico misterio de que el vino derramado en las aceras se convierta repentinamente en sangre de teniente del Ejército o de sargento de la Guardia Civil; incluso la sangre que derramen los incautos norteamericanos corneados por los toros en el encierro se volverá sangre española. Porque gobierna Bildu. Porque gobiernan aquéllos que jamás comprendieron que la Política fue una creación genial que sirve para sustituir a unos gobernantes por otros sin necesidad de matarlos a garrotazos.

Nunca habrá habido más sangre derramada virtualmente en las calles de Pamplona que la que habrá en estos sanfermines demenciales. Y, créanme, nunca habíamos presenciado un chupinazo como el que vimos ayer, porque lo que se lanzó desde ese balcón lleno de disminuídos sociales no fue un chupinazo más, sino un chupinazo distinto: un chupinazo en la nuca.
















2 comentarios:

  1. Bordao, Eduardo.

    Pero me ha entrado una mala leche que estoy a punto de tirar los espárragos de Tudela por la ventana.

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    1. Es que los artículos de Eduardo son para que a uno le entre la mala leche en seguida. Así de bien describe la putrefacta realidad.

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