martes, 1 de septiembre de 2015

@ppandaluz: El eterno suplente

Artículo de Paco Romero


Acaba de comenzar la Liga, acontecimiento que se repite candenciosamente y que va a servirnos de excusa perfecta en nuestra tentativa hoy de parangonar al deporte rey con la política andaluza, sus causalidades y aciagas secuelas.

Sin ser definitivo, la pretemporada sirve al entrenador para, tras un primer análisis, establecer nítidas diferencias entre los futbolistas que estima habituales, a los que convertirá en titulares, y los que etiqueta desde el principio como ocasionales, que serán condenados casi sin remedio a la suplencia, cuando no a la grada.


Los andaluces, convertidos en el seleccionador andaluz que entrega las camisetas de titular del San Telmo Balompié, se han mostrado casi siempre esquivos con el Partido Popular de Andalucía, condenándolo al ostracismo, a calentar banquillo una y otra vez, con una sola excepción, la ocurrida el 25 de marzo de 2012, cuando -a la novena fue la vencida- dieron su beneplácito para que el viejo PP de Javier Arenas comenzara a hacer sus primeros ejercicios de calentamiento en la banda.



Todo parecía presto y dispuesto para el debut oficial del eterno suplente en una competición, la política andaluza, que a lo largo de casi cuarenta años le había estado vedada y que no había conocido más titulares que a los outsiders del clavel, con contadas y tímidas incursiones foráneas, ora de andalucistas -desde la pasada semana en franca retirada- ora de oriundos de una Izquierda Unida al día de hoy más izquierda hundida que nunca.

Cuando, hace tres primaveras, el Parlamento, en burdo remedo del inútil y tan en boga cuarto árbitro, sacó de sopetón la tablilla anunciando la entrada al terreno de juego del postergado, cuarentón, barrigón y “antipático” suplente de lujo, en sustitución del vetusto, chocante y (hay alguien que así lo califica todavía) “carismático” titular, hacía su aparición en escena el Al-Ghandour de turno, aquel “Pacto por Andalucía” que, tarjeta encarnada en ristre, sirvió para mandar a la ducha al PP-A antes siquiera de hollar con sus inmaculados tacos la línea que delimita el terreno de juego.

Así es. Pasan los años, las décadas, las legislaturas y el Partido Popular de Andalucía “no toca pelo” y, lo que es peor, no se produce en su seno la más mínima cavilación, el más somero de los análisis que ayuden a encontrar la luz al final de su túnel lúgubre y húmedo, convertido en criadero perenne de champiñones a los que nunca les llega la hora de la cosecha.

La mayor evidencia de ineficacia tuvo su reflejo en el breve periodo que va de noviembre de 2011 a marzo de 2012, en el ínterin entre Generales y Autonómicas, donde los populares se dejaron en la cuneta 415.000 papeletas con las siglas de la gaviota.




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