martes, 13 de octubre de 2015

La degradación autonómica


Artículo de Luis Marín Sicilia


Lamentablemente, el deterioro actual de la actividad política ha reducido el papel institucional del Parlamento Andaluz a una enorme y fraudulenta simulación

El 21 de Junio de 1982, en el Salón de Tapices de los Reales Alcázares de Sevilla, se constituyó el primer Parlamento andaluz en una solemne sesión plena de expectante ilusión. El Presidente del mismo, Antonio Ojeda, pronunció un magnífico discurso en el que hizo hincapié en la importancia de las personas en el desarrollo de las instituciones democráticas. Los cinco miembros que compusimos aquella primera Mesa aceptamos el reto de poner en marcha una institución que había sido demandada por la sociedad andaluza en el memorable referéndum de autonomía del 28 de Febrero de 1980 que equiparó a Andalucía con las llamadas autonomías históricas de Cataluña, País Vasco y Galicia.

La labor de aquel órgano de gobierno parlamentario, cuya Vicepresidencia segunda ocupé, fue gigantesca ante las enormes limitaciones que se encontraron, tanto estructurales y organizativas como las derivadas del Estatuto y de la propia actividad de los parlamentarios. Aquel Parlamento fue fiel expresión de la voluntad popular, aceptó el reto de dignificarlo y cumplió el objetivo de que todas las voces, todas las propuestas y todas las interrogantes del momento fueran debatidas en las sesiones y comisiones correspondientes, haciendo verdadera la opinión de Locke de que "el poder supremo radica en el Parlamento". Nada se vetó y todo se discutió como no podía ser menos, haciendo honor a la tradición hispánica, hoy reconocida por la UNESCO, que proclamó en 2013 a León como cuna del parlamentarismo al haber sido las Cortes de Alfonso IX de 1188 las primeras asambleas que dieron cabida a representantes electos de pueblos y ciudades, antes de que lo hicieran Alemania (1232), Inglaterra (1265) y Francia (1302).

Aquella Primera Legislatura fue, además, ejemplar en las formas y en el respeto debido a las ideas de los adversarios políticos, lo que no obstaculizó la vivencia de debates profundos, duros y retadores, que nunca rompieron la armonía de los diputados entre sí, cualquiera que fuera su color político. Lamentablemente, el deterioro actual de la actividad política ha reducido el papel institucional del Parlamento Andaluz a una enorme y fraudulenta simulación, en la que su máxima representación, lejos de su papel moderador del debate y su neutralidad política en el mismo, se ha convertido precisamente en el mayor estimulador de la farsa parlamentaria. Desde el principio, con la constitución ilegal de la Mesa, continuando con los vetos y la manipulación de las comisiones de investigación, asistimos a lo que el profesor Francis Fukuyama denomina la gran disrupción cuya consecuencia alarmante es la inconformidad de la población con el deterioro de las instituciones.
El Parlamento Andaluz le viene demasiado grande a quienes lo dirigen. Juan Pablo Durán Sánchez es un personaje sectario, criado y engordado en el "aparato" del socialismo, carente de estudios superiores y sin más mérito que su enorme fidelidad al "ser supremo" que hoy encarna la lideresa que preside lo que, con tanto acierto, ha sido definido como "peronismo rociero", para referirse al populismo primario y folclórico que ha expandido el socialismo andaluz como seña de identidad. Los últimos acontecimientos denotan el menosprecio del partido gobernante a las instituciones representativas de la voluntad popular, el descaro con el que se conducen y la falta de respeto a las minorías parlamentarias.

“De no dar un giro de ciento ochenta grados en su trayectoria andaluza, los hombres y mujeres de Albert Rivera tendrán, en su afán regenerador, la misma credibilidad que tienen los alegatos de Susana Díaz frente a la corrupción en cuyas ubres se ha criado”

Con todo lo anterior, y considerando que el PSOE no tiene mayoría absoluta, es por lo que resulta más incomprensible el papel que Ciudadanos está jugando, no solo en el sostenimiento del régimen andaluz, sino en la reafirmación de éste como un fiel servidor que tolera y secunda sus arbitrariedades, hasta el extremo de ser el mayor sostén, aquí y ahora, del partido que mayor  corrupción ha generado en la democracia española.

Los dirigentes máximos del partido naranja deben tomarse más en serio lo que su sección andaluza está llevando a cabo, incluso cuando pretenden simular determinadas exigencias al partido socialista que sostienen, las cuales son tan pueriles e infantiles que parecen querer tomar por idiotas a los andaluces. De tal forma que, de no dar un giro de ciento ochenta grados en su trayectoria andaluza, los hombres y mujeres de Albert Rivera tendrán, en su afán regenerador, la misma credibilidad que tienen los alegatos de Susana Díaz frente a la corrupción en cuyas ubres se ha criado.




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