domingo, 8 de noviembre de 2015

Nadie habla de la casta periodística?


Artículo de Rafa González


Se acuerdan ustedes de Gustavo Biosca, el cómico suicida? No hace falta ver mucho la tele para recordarlo. Corría el año 2007, La Sexta daba sus primeros pasitos y el actor y presentador Santiago Segura invitaba a este colaborador al plató para presentar unos reportajes que, para la época, eran bastante refrescantes. El cómico suicida sorprendía a la audiencia colándose en una herriko taberna para agitar la bandera española; o iba a un mitin del PP con los micrófonos de la SER; o rodeaba una mezquita con un megáfono para incomodar a los allí presentes. Nadie lo dice, ni siquiera él mismo, pero Biosca fue el pionero del reporterismo de riesgo que luego todos hemos atribuído a Jordi Évole. Antes existió Caiga Quien Caiga, sí, vale, pero Biosca primero y Évole después han inventado y desarrollado ese reporterismo visualhardcore que tanto gusta a los españoles.

Con una diferencia clave entre el primero y el segundo. Mientras Évole lo que perseguía y aún persigue es crear opinión con temas complejos, despertar conciencias o conmover a una sociedad tocada por la crisis, Biosca actuaba sin ningún objetivo claro más que el de tocar las pelotas poniendo a los españoles frente al espejo -y esto es lo importante- para verse ante sus propios prejuicios y, sobre todo, conocer las reacciones a hechos políticamente incorrectos en nuestro país. En mi opinión, un enfoque graciocísimo. Años después miramos atrás y comprobamos que, mientras Biosca desapareció del mapa televisivo pronta y misteriosamente, Évole lleva desde 2008 siendo líder de audiencias los domingos con Salvados. Por qué?
 

Aparentemente, España no ha dejado aún de ser ese país invadido por los prejuicios e ideas preconcebidas que Biosca pretendía sacudir. Muchos piensan que Jordi Évole es un héroe que ha logrado que nos metamos bajo la piel de los verdaderos problemas que nos atenazan, pero no hay nada más lejos de la realidad. Es verdad que tiene un formato entretenido, y que la producción del programa es envidiable, pero sus temas están siempre basados en puros prejuicios. Vámonos a Dinamarca, equipo, a ver lo guay que gobiernan allí, no como aquí; vamos a poner en un aprieto a tal o cual constructor en la calle, sacándole planos con gesto de vergüenza mientras ponemos en frente a un ciudadano de labia envidiable; vamos a una oficina de funcionarios para que la gente vea que no trabajan tan poco como dice el rumor; vamos a entrevistar a un intelectual que nos llore un poco con la situación de España (siempre que gobierne el PP, claro, porque si lo hace el PSOE entrevistaremos a alguien que nos cuente las crueldades que nos prepara la oposición). No, Salvados no habla ni saca a la luz los problemas ocultos pero letales de los españoles: sus monstruosas autonomías, la impunidad de los etarras, los abusos sindicales, la LOGSE y los informes PISA, la corrupción en Cataluña, la politización de la Justicia o la hipercorrupción en la Junta de Andalucía, que tiene ocho provincias para ocho capítulos distintos. Pero sobre todo, de lo que no habla Salvados es de sí mismo, es decir sobre la casta periodística española. Porque haberla, hayla.

Se han dado cuenta de que en España, en los últimos años, todos los gremios, desde políticos hasta jueces, pasando por empresarios, controladores aéreos, policías, funcionarios, militares, todos han sido fuertemente dilipendiados menos los periodistas? Sí, puede ser que media España odie a Losantos y la otra media a Gabilondo, pero esto es algo que tiene que ver con el corazón helado de Machado: meras discrepancias ideológicas. A lo que yo me refiero es a la ausencia de una desconfianza generalizada ante la clase periodística, y esto es lo que me preocupa. No es fácil escribir esto, porque yo mismo soy periodista, pero confío en que tal condición aporte algo de legitimidad a mi argumento por haberlo vivido varios años en primera persona.

Me gusta ese chiste antiguo del paciente que llega al médico y, tras desnudarse, empieza a palparse varios puntos de su cuerpo con el dedo para mostrar al doctor que, prácticamente, le duele todo; para luego descubrir ambos que, precisamente, lo que al paciente le duele es el dedo mismo, y nada más. Me gusta el chiste porque describe a la perfección el foco de todos los problemas de España: el pésimo periodismo que nos ha tocado vivir. Si antes he mencionado que hay unos problemas latentes en nuestro país que no salen a debate (politización de la Justicia, hipercorrupción en la Junta andaluza, los niveles educativos, etc), es porque hay una casta periodística a la que no le interesa abrir este melón.

La semana pasada, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, recibía a dos políticos en la Moncloa, Albert Rivera y Pablo Iglesias, cuyos dos partidos aún no cuentan con representación en el parlamento, pero que sin embargo gozaron (y gozan) de una cobertura en los informativos exagerada, incluyendo una foto en la cabecera de los dos principales diarios, El Mundo y El País. Los encuentros arrastraron páginas de opinión al respecto durante algunos días, unas páginas que se intercalaban con más y más entrevistas a los dos jóvenes políticos antes mencionados. Y aquí viene lo indignante: días después, el jefe de un partido, UPyD, no sólo con representación parlamentaria, sino también con grupo propio, Andrés Herzog, era recibido en el palacio de la Moncloa con el mensaje de que hay que suspender la autonomía a Cataluña y aplicar el código penal, y esto es lo que los dos diarios principales mostraban en las portadas de sus digitales una hora después de la comparecencia en Moncloa:
 

Ni una sola referencia en las principales noticias sobre la demanda de Herzog de suspender la autonomía de Cataluña. Aquellos que achacaban el hundimiento de UPyD al autoritarismo de Rosa Díez han tenido, pues, la oportunidad de comprender que ese hundimiento se debe a una censura descarada de los medios hacia uno de los principales partidos nacionales de un país con su mayor crisis existencial de los últimos 40 años. Atentos ahora a la portada de El País una hora después del recibimiento de Rajoy a los sindicatos mayoritarios del país:
 

LAS CINCO FUERZAS DE PORTER EN EL PERIODISMO

Aquellos que busquen una razón para esta censura no deberían mirar solo los amaños del Gobierno Rajoy con sus presiones y subvenciones a los medios: el periodismo español también se retroalimenta a sí mismo en sus miserias, y la teoría de las cinco fuerzas de Michael E. Porter es buena para explicar muchos de sus desequilibrios. El científico americano ha creado una de las teorías más interesantes para explicar el funcionamiento de la industria y los negocios en general.
 

Porter cree que en toda relación comercial hay cinco fuerzas principales: la rivalidad entre los competidores, el poder de negociación de los compradores, el poder de negociación de los distribuidores, la amenaza de nuevos posibles competidores y la amenaza de posibles nuevos productos y servicios. El grado de relación  e interdependencia de estas fuerzas marca la estrategia a seguir de las empresas. Por ejemplo, si una compañía se establece en una región de China donde no hay apenas distribuidores pero sí muchos competidores, esa empresa pierde poder de negociación con respecto al distribuidor, que acapara todo el poder; por otro lado, si se trata de una región con muchos distribuidores pero poca competencia, estaríamos hablando de un auténtico El Dorado para las empresas donde son los distribuidores los que han de arrollidarse para ganarse a la empresa en cuestión.

Cuenta Hermann Tertsch en su libro Días de Ira que en España hay un exceso de licenciados en periodismo, muchos de ellos agraviados por la falta de oportunidades laborales en el país. Y es cierto. Ya en cuarto de carrera nos avisó una profesora de que el número de licenciados en periodismo en nuestro país era cada año 30 veces más alto que el número de periodistas que el mercado podía absorber, con el resultado que todos conocemos hoy: precariedad e incertidumbre en la redacción, contratos basura, sueldos bajos, etc. Este fenómeno ha llevado en España, sobre todo en los últimos años, a dos situaciones inevitables. La primera es que, acogiéndonos a la teoría de las cinco fuerzas de Porter, la abundancia de periodistas ha llevado a los magnates de la comunicación a dirigirlos como cobayas sin ningún tipo de resistencia, al contrario de lo que hubiera pasado si, al revés, España contara con una alta demanda de profesionales del periodismo, para lo cual sería necesario tener una población tan lectora como la alemana y muchas menos facultades de periodismo. La segunda situación, un tanto surrealista, es que, al haber overbooking de plumillas, todos tenemos un amigo periodista, y además hay una alta probabilidad de que tenga un contrato basura, por lo que llegamos a idolatrarlos, a consolarlos y a protegerlos como si fueran vacas en la India. Al final, lo que fomentamos es esa burbuja alrededor del gremio que nos impide cuestionarlo. 

La solución? No sería fácil, porque pasa por la eliminación de carreras de Periodismo y la fusión de unas universidades que han ido surgiendo como hongos en las últimas décadas. Con estas medidas lograríamos equilibrar las cinco fuerzas de Porter en el periodismo español, porque se fomentaría la excelencia y el mercado tendría que adaptarse a una relación de fuerzas donde los periodistas tendrían más peso. Pero adivinen qué. UPyD está a favorde eliminar carreras y fusionar universidades. Les cuadra ahora lo de la censura?



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