sábado, 20 de febrero de 2016

Federalismo de izquierdas

                                                                                                             Artículo de Manu Ramos
Si hay algo que define a las ideologías enmarcadas dentro del ámbito denominado hoy día “de izquierda”, es la igualdad. Pero una igualdad material, económica, social, de clase. En el desarrollo más totalitario de esta idea se llega rápido a la igualdad de pensamiento, pero ese es el camino natural de las utopías o ideologías que quieren llevar a sus últimas consecuencias los planteamientos parciales sobre la realidad. Al fin y al cabo una ideología es eso, aplicar una “idea” al “logos” (razón). Siempre hay algo de verdad en ellas, pero no dejan de ser parciales.

En esta España sin libertad política los partidos, incrustados en el Estado, sólo defienden su medio de vida (el mismo Estado) y los eslóganes propagandísticos sólo sirven de fachada para ocultar lo que en realidad son: órganos del Estado. Son como cualquier cuerpo de funcionarios. Las pugnas, rencillas y peleas que los periodistas/cronistas del régimen nos ofrecen diariamente son luchas dentro de un cuerpo de funcionarios sin ideología ninguna. Sólo aspiran a repartirse la administración de dicho Estado. Por este motivo no existe lucha ideológica en España y todos ellos aparecen ante la opinión pública como traidores a los principios que dicen defender. El sistema electoral proporcional y de listas se encarga de acentuar esto, además. Pero la consecuencia es una amalgama de arribistas que tratan, con excusas y frases ocurrentes, hacer creer que ellos son merecedores de una parcela más grande del Estado.
En el caso del PSOE, la batería de frases reiterativas que ha pergeñado el equipo de creativos del partido incluye la ocurrencia del “federalismo”. Desde medios como El País, defensor de la pose progresista, se ha apoyado esta idea que en estos días Pedro Sánchez quiere esconder en el primer cajón que se encuentre. La presunta ideología del PSOE pretende resolver el delito de sedición perpetrado en Cataluña (cuya única respuesta efectiva es el estado de excepción) estableciendo de alguna manera un Estado Federal en España que calme las ansias nacionalistas de una parte del Estado que gobierna en Cataluña. La incultura hace que el discurso de los políticos discurra por caminos sinuosos.
Primero habría que distinguir y definir qué es federalismo y la mejor forma de hacerlo es comparándolo con el modelo confederal. Antes aún hay que señalar que tanto uno como otro parten de la premisa de que tenemos Estados que unir. Es decir, que previamente deben haber sido conformados dichos Estados. En el caso de España sólo tenemos uno así que se colige que para poder establecer uno u otro modelo (federal/confederal) habría primero que crear varios Estados de la nada o quizá declarar otra guerra civil entre territorios del Estado Español y, al concluir, delimitar fronteras y nombres a esos nuevos países.
Pero salvando esta minucia, la cuestión planteada por el PSOE pretende aplicar la solución federal entre una futura Cataluña independiente (y Andalucía independiente, ¿por qué no?) y la antigua España cuyo nombre habría que cambiar por, llamémosla como ejemplo, “Españistán”. Esa relación entre Españistán y los estados allegados dice el PSOE que debería ser federal. Podría aprovechar y federarse con Portugal, ya puestos: los Estados Unidos de Iberia. Bien, esos estados federados tendrían una capital federal, por ejemplo Madrid, cuyo gobierno de la federación tendría todas las competencias que no se hubieran reservado los estados federados. ¿No recuerda mucho esto a las autonomías?.
En una confederación la base es la misma pero el gobierno confederal tendría sólo las competencias que hubieran sido específicamente aprobadas para él. El reparto de competencias es el contrario al federal. Por lo tanto en una confederación los estados suelen ser mucho más independientes en sus competencias. En la federación se prima la igualdad entre estados mientras que en la confederación sólo se defienden acuerdos puntuales entre estados. El resto depende de cada uno.
Una primera reflexión, básica, respecto a esta realidad es que habría que romper España para poder llegar a cualquiera de las dos soluciones. Y lo de cargarse la personalidad jurídica de la nación española no es algo que se pueda hacer votando, ni siquiera la totalidad de los españoles puede hacer esto. La realidad de la nación española tiene unos cimientos mucho más profundos que los ramajos que los españoles de hoy puedan plantar, pero esto no quiere decir que no se esté sembrando el germen de la desunión, de la traición y del desprecio a la Historia y Patrimonio de nuestro pueblo.
Dejando por ahora de lado el improbable efecto de un “derecho a decidir” extraído del pensamiento utópico, el planteamiento federal que defiende la pose progresista no tiene en cuenta que el federalismo significa igualdad. Eso es precisamente lo que no quiere un nacionalista. A cualquier nacionalista-separatista lo que le interesa es estar por encima de los que considera inferiores. Por lo tanto proponerle una relación federal a un nacionalista, cosa que de hecho es el “Estado de las Autonomías”, no acabará por saciar su ansia divisoria. Es miope creer, primero, que se puede dividir España a placer y, segundo, que los que quieren dividir España lo buscan para establecer una relación de igual a igual.
Así que aunque Susana diga que busca la igualdad, su partido y ella misma defiende un régimen que consagró la división en pequeños reinos de taifas (ella es la reina de uno de ellos) fruto del reparto de poder entre los barones de los incipientes partidos a la muerte de Franco. De ese reparto de competencias, sin otro propósito que el de intentar calmar las ansias, no de un estado independiente, sino de dinero y cargos así se construyeron los aparatajes pseudoestatales que hoy llamamos comunidades autónomas. Tanto Cataluña como Andalucía como cualquiera de ellas intentarán engullir más y más competencias por ese ansia de poder y dinero. Susana Díaz ya no se conforma con ser una reina de taifa sino que aspira a ser la cabecilla de esta banda de ladrones autonómicos: presidenta del gobierno.

Si tuviéramos un presidente de una república constitucional, elegido por todos, estos disparates no durarían ni una semana. Pero esto es algo que intentaré explicar en otro artículo. 

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