martes, 23 de febrero de 2016

La madre de todos los escraches

Artículo de Paco Romero

No, no voy a referirme al sufrido por el concejal de Seguridad del Ayuntamiento de Madrid, Javier Barbero, a manos de sindicalistas del Colectivo Profesional de Policía Municipal que, además de golpear su coche oficial -sí, han leído bien, su coche oficial que la bicicleta duró una semana- y como perfectos conocedores de la semántica léxica, lo que no es habitual, lo injuriaron al grito de “rojo”, “perroflauta”, o “dictador”… valga la redundancia. Tampoco me referiré al inmediato respaldo de sus compis-escracheadores profesionales que apreciaron ipso facto actitudes fascistoides en el hostigamiento, todo lo contrario que ven cuando son ellos los sujetos activos y el resto los pasivos; está claro que en tales casos, sus acosos siempre son heroicos y fundamentados en la libertad de expresión.


No son pocos los que, todavía a estas alturas, propugnan que lo mejor para España, y para enterrar definitivamente las incertidumbres políticas y económicas, es un pacto a todas luces imposible propiciado por el fraude que supondría la abstención del partido ganador de las elecciones.

Quiénes proclaman el chantaje lo explican como el mal menor necesario que evite un pacto PSOE-Podemos que nos expida el billete definitivo al furgón de cola de la economía mundial donde pastan, por ejemplo, la Grecia de Tsipras en Europa o la Venezuela de Maduro en América. A estos vaticinadores de “lo menos malo” sí me referiré:

Los primeros, los propios socialistas que espetan: “Tú decides, Mariano, o un gobierno socialdemócrata con Riverita de la Barceloneta (Cornelia dixit), u otro bolivariano-leninista, por el que bebemos los vientos, con el otro Pablo Iglesias”.

Los segundos, los escaldados y las escocidas del partido de la madrileña calle de Génova que, hostigados por la fiscalía y la UDEF abandonan el barco sabedores de que es para siempre, y de que, con egoísta derrumbamiento arrastrarán al resto al precipicio: “dejémosles gobernar antes de que llegue Podemos”.

Los terceros, las nunca insaciables empresas de comunicación que, cegadas de resentimiento por aquella frecuencia televisiva no concedida, ofrecen solo opiniones favorables mientras esperan la canonjía y demuelen proyectos si aquella no llega, y cuyos consejeros delegados, eso sí, serán los primeros en atravesar el charco para continuar “creando opinión” desde el exilio, mientras los moradores a la fuerza de lo que quede al sur de Europa sufrimos las consecuencias de la extorsión.

Los cuartos, los del IBEX subvencionado, a los que, siguiendo el ejemplo anterior, les importa un comino el mañana de aquí si esta tarde reciben tentadoras ofertas de localización por el ancho mundo de la mano de obra barata y de los derechos laborales decimonónicos.


En fin, los quintos y no necesariamente los últimos, los propios ciudadanitas que, inventados con los votos de la derecha, pretenden desde su inopia, desoyendo el pacto tripartito que las urnas entonaron hace ya más de dos meses, encumbrar a un partenaire que continúa escribiendo cartas públicas de amor sincero, que no puro, a los podemitas y con los que les viene poniendo continuamente los cuernos, antes, incluso, de sellar el enlace.


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