domingo, 10 de abril de 2016

Rico ma non troppo


Artículo de Rafa G. García Cosío

El periodista Christian Geyer, del Frankfurter Allgemeine Zeitung, tuvo la agudeza de descubrir algo llamativo a finales de 2013. Echando un ojo a la revista Motorwelt (Mundomotor, que pertenece al club alemán de conductores y motoristas ADAC, equivalente al RACE español), se dio cuenta de la anomalía de la publicidad que financiaba la publicación. En su artículo de noviembre Runter vom Gas! (no tan deprisa!), Geyer revelaba que la mayoría de anuncios de Motorwelt consistía en alfombras antideslizantes y ascensores para el apoyo de los inválidos en las escaleras de casa, y ello le llevaba a tres conclusiones.

La primera es que la mayoría de la clientela de ADAC parecía estar compuesta por personas de avanzada edad. La segunda, más obvia, es la existencia de una relación directa entre la edad y los problemas de salud. Y la tercera es la más palmaria de todas: que la gente anciana tiende a mostrar limitaciones importantes a la hora de conducir. Por todo ello, Geyer reclamaba que los suscriptores aludidos abandonaran la conducción y se pasaran al transporte público o al uso del taxi.

Menciono esta anécdota porque creo que es relevante tras la publicación de los llamados Papeles de Panamá. En España, no son pocos los que creen que el caso más llamativo de esta noticia es, sin duda, el de Pedro Almodóvar y su sociedad Green Valley Corporation (Todo sobre mi valle verde, o algo así, en español). Ese director de cine tan politizado que pide más subvenciones con dinero de los demás, porque el suyo está guardado en un lugar mejor.

Verán, es muy típico en España que cuando uno critica la forma de vida de un rico de izquierdas, le sea contestado algo así como ''qué pasa, que los de izquierdas tienen que conducir un troncomóvil? ir en taparrabos? No se puede ser rico y querer un mundo mejor?''. Y por supuesto, poder se puede. Como también se puede desear que crezcan bonsais en el jardín de uno, en vez de esas flores silvestres tan vistas ya. Pero para eso hay que mojarse. Y poner pasta, sobre todo. Porque si no, se abre la puerta a que la totalidad de la población pueda declararse de izquierdas y así reclamar que sean los demás ricos, y no uno mismo (yo soy rico, ma non troppo), los que aporten. Ante la sorpresa, al cabo del tiempo, de que la caja siga vacía.

El caso de Almodóvar es de hipocresía de libro. Por otro lado, el caso de la revista Motorwelt y ADAC no tiene nada que ver con la hipocresía, pero sí que representa una clara paradoja de la realidad. Y haciendo uso de la anécdota, aquellos sudados antisistema o simples socialistas que consumen películas de Almodóvar, o que, for that matter, creen a pies juntillas el argumento anticapitalista y antifascista de Vladimir Putin, otro de los evasores, deberían bajarse de una vez por todas de la mentira perpetua en la que se suben sin saber dónde se meten. Porque la realidad, al final, acaba siempre chirriando. Y no es la primera vez.

Y, tirando aún del precedente de la revista ADAC, la lista de similitudes se extiende con la prensa española. Chirría un poco que uno de los medios más beligerantes con los Papeles de Panamá, el diario Público, sea aquel al que se le descubrió un agujero con Hacienda de 1.622.516,62 euros en 2015.

Igual que cada lector de Motorwelt pudo extraer entonces sus propias conclusiones, cada fan de Almodóvar, cada admirador de Putin o Messi -mes que un club- tiene ahora la oportunidad de considerar las suyas.



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