viernes, 6 de mayo de 2016

Cervantes, ese imbécil



Artículo de Eduardo Maestre



Cuando abrí por vez primera El Quijote para niños, un libro de ésos con las tapas duras y muy coloreadas, lleno de dibujos en blanco y negro y con unas letras muy gordas, tendría yo nueve o diez años. Me lo regaló mi padre, creo. O quizás me lo trajeran los Reyes Magos, que cada año, junto a la locomotora, las pistolas de sheriff, el Billy Blastoff, los Madelman o los Cheminova me colocaban algún libro: el libro no faltaba nunca!

El caso es que yo me leí ese Quijote para niños, una versión muy reducida y vertida al castellano del último tercio del siglo XX para que los niños no saliéramos huyendo despavoridos al enfrentarnos con el español que se gastaba Cervantes; nada que ver con la obra original, claro, pero en ella se conservaba la trama principal, y cualquier niño podía percatarse de que hubo -por lo visto- un señor muy mayor al que se le fue la cabeza por culpa de tanto leer unos libros que se llamaban de caballería; que ese señor se trastornó y le dio por salir a combatir el Mal. Y que lo acompañaba como escudero un pueblerino de mucho cuidado llamado Sancho Panza que ponía en tela de juicio todo lo que decía ver su señor. Cualquier chiquillo que supiera leer y tuviera dos dedos de frente se enteraba perfectamente de que aquel hombre delgado todo lo confundía: veía gigantes donde se asentaban molinos de viento, ejércitos donde sólo trashumaban ovejas, castillos donde en realidad había ventas de camino…

Ya con catorce años, mi padre me recomendó que leyera, si quería, la versión para adultos de El Quijote, que venía incluida en las Obras Completas de Miguel de Cervantes, un libraco denso y de letra pequeñísima que mi padre tenía, un libro maravilloso de la Editorial Aguilar, novena edición, de 1952. Aún lo conservo, aunque muy desgastado por haberlo leído muchas veces. Les adjunto unas fotos para que lo vean; a los buenos lectores les gustará verlas.



Las Obras Completas de Cervantes

En este libro tan manoseado vienen La Galatea, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, todos los Entremeses, las Novelas ejemplares, amén del teatro completo y toda la poesía de Cervantes. Debo decirles a ustedes que me lo he ido leyendo entero a lo largo de mi vida; aunque debo reconocer que sólo me he releído El Quijote y las Novelas ejemplares -algunas de ellas, como El licenciado Vidriera, cuatro o cinco veces; de adolescente me sentía fascinado por el fragilísimo pero lúcido licenciado!



El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha ya es otro cantar. Me lo he leído cada siete años, más o menos. Esto es: unas seis veces, sin contar la versión reducida para niños. Curiosamente, cada vez que lo he hecho me ha parecido leer una novela distinta! Y es que lo es! Porque, a mi juicio, posee una característica que sólo pueden ofrecernos las obras maestras intemporales: que contiene un Universo. Lo que puede captar un niño de 14 años al leer el Quijote nada tiene que ver con lo que supone su lectura o relectura a los 21 años. Igualmente, cuando uno ya se ha casado y ha tenido algún hijo, cosa que suele ocurrir alrededor de los 30 años, lee otra novela distinta si relee el Quijote. Y no les digo ya lo sorprendentes, profundas e hilarantes que son las aventuras y desventuras del de la Triste Figura cuando esto ocurre con 38, con 46 ó con 53 años!

Y es que, siendo la misma obra, el periplo vital del lector que se acerca a la misma va entregando a éste las claves necesarias para comprender el alcance de cada uno de los capítulos, de cada una de las sentencias y reflexiones de los dos personajes centrales, además de desvelar los intereses ocultos de todos aquéllos que en su camino encuentran. No es esta infinita novela la que cambia, sino nuestra preparación emocional y personal a lo largo de los años la que nos hace verla como nueva cada vez que la abordamos!

Pero hay algo más en el Quijote; algo que va más allá de la obra genial. Quiero decir que tiene algo que sólo he visto en otras dos obras: Las Meninas, de Velázquez, y la 7ª Sinfonía de Beethoven. Algo que no es otra cosa que la inclusión del público como parte orgánica de la obra. Es decir: los lectores, espectadores u oyentes, en estas tres obras maestras, son incluidos en la obra cuando se enfrentan a ella. Procuraré explicarme.

El 2º movimiento de la 7ª presenta una maravillosa melodía que va trasladándose de una a otra sección de la orquesta, procedimiento habitual de la Composición; pero, ya hacia el final, este tema inconfundible desaparece, dejando al resto de la orquesta inalterable como acompañamiento. No está esa melodía que venimos oyendo desde el principio. No está… pero la escuchamos! Cómo es posible esto? Qué clase de magia, de brujería artística hizo Beethoven para conseguir que todo el auditorio crea que está oyendo la melodía sin que ésta suene? La bestia de Bonn consiguió hacernos partícipes, psicológicamente, de una obra maestra; sin nuestra escucha emocional no hay obra musical.

En la serie El Ministerio del Tiempo, que yo sigo rigurosamente, el personaje de Diego Velázquez está relegado al clásico papel secundario que hace las veces de gracioso en dicha serie; un gracioso caprichoso, torpe y tarambana, lo que corrobora mi tesis de que las series televisivas españolas utilizan a los andaluces como bufones, cuando no como putas o chorizos. Como era sevillano, ni siquiera el genial Velázquez se ha librado del sambenito televisivo con el que nos difaman en cada serie a los andaluces. Han oído ustedes a la Consejería de Cultura de la Junta quejarse de ello? Han escuchado ustedes poner el grito en el cielo por esta práctica habitual a algún Magnífico Rector de alguna Universidad andaluza? Ha visto alguien al anterior o al actual Defensor del Pueblo andaluz denunciar esta costumbre deplorable? No, verdad? Ni yo. Por lo tanto, y de momento, Diego de Silva y Velázquez seguirá siendo el botarate andaluz en dicha serie.

Pero la realidad histórica es bien distinta: Velázquez era un genio sobrehumano. En Las Meninas, y aunque la explicación oficiosa del espejo brumoso que se ve al fondo del cuadro es que ahí se reflejaban los reyes de España -el motivo que supuestamente Velázquez está pintando-, lo cierto es que quienes se reflejan en ese espejo intemporal somos los espectadores del futuro: Velázquez nos pinta a nosotros! Por los siglos de los siglos, nos pinta a nosotros! Formamos parte de esa obra; somos parte estática, además, porque el movimiento, el tajo en el Tiempo que da el sevillano con este cuadro lo activan las acompañantes de la Infanta, que se acercan al estudio del pintor para contemplar cómo Velázquez nos pinta eternamente.

Cervantes, con la Segunda Parte de El Quijote, consigue algo más; en la misma línea, pero más allá. La mayor parte de ustedes, amigos lectores, sabrá que entre la Primera y la Segunda Parte de la publicación de la asombrosa novela cervantina transcurrieron 10 años, ya que se publicaron en 1605 y 1615, respectivamente. Pues bien, un año antes de que el Manco genial publicara la Segunda Parte de las andanzas del manchego, un felón oculto bajo el pseudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda publicó una falsa segunda parte del Quijote que tuvo cierto éxito (llegó a editarse dos veces!) y que dista de la obra cervantina como yo disto de Brad Pitt en perfección física: años luz! Debo aclarar que yo jamás he leído ni leeré esta obra repugnante; que la he tenido en mis manos y que me he negado a leerla. Pese a ello, y por haberme interesado tanto la vida y obra de Cervantes, tanto Madariaga como Ortega y Gasset -y sobre todo Canavaggio- me han informado e instruido bien en el asunto.

En esta deplorable parodia del Quijote, el tal Avellaneda presenta al caballero como un loco de remate; de hecho, acaba en un manicomio de Toledo! Sancho es un imbécil sin gracia, un puro bufón paleto sin socarronería alguna, y los demás personajes carecen por completo de finura psicológica o inteligencia emocional. Para colmo, en el Prólogo se despacha el autor a gusto contra Cervantes, llamándole de todo, insultándolo y hasta mofándose de su brazo izquierdo inútil.

Cervantes, el mayor genio literario que ha dado la Humanidad, reacciona del modo siguiente: cuando publica su genuina Segunda Parte, y tras un Prólogo en el que con una nobleza y una elegancia fuera de lo común se lamenta que alguien escudado en el anonimato se ría de sus heridas de guerra, hace que en el Capítulo LXXII, ya acabada la andadura del de la Triste Figura con su escudero y derrotado por el de la Blanca Luna en las playas de Barcelona, regresando a su pueblo y a su casa se encuentren ambos en una venta con don Álvaro Tarfe, uno de los principales personajes de la lamentable obra de Avellaneda. En animada conversación, Tarfe les refiere que viene de Zaragoza, en donde ha estado con Don Quijote y Sancho Panza (haciendo referencia a los personajes del falso autor), y que el uno está loco de remate y el otro es un simple y un botarate. Pero Don Quijote le hace entrar en razón poco a poco hasta que Tarfe -personaje de Avellaneda, no lo olvidemos- reconoce que estaba en un error, y que ahora sí que se encuentra ante los verdaderos Sancho y Don Quijote de aquella novela de 1605, tan celebrada por él y sus amigos, renegando así de los dos usurpadores que ha conocido en la obra del falso autor!

Los lectores de la época, que probablemente habrían leído o tenido noticia de la oportunista novela de Avellaneda, se quedarían estupefactos ante el giro supertemporal que Cervantes da a la Realidad, convirtiendo ésta en parte de la novela, y a los personajes novelescos en personas reales, casi de carne y hueso! Y todo ello, con la participación activa tanto de los lectores como de los personajes de ambas novelas!

En definitiva, y yendo ya al grano del asunto: cualquier Gobierno con dos dedos de frente que tuviera la enorme suerte de ejercer el Poder en una legislatura en la que se iba a conmemorar el Cuarto Centenario de la muerte nada menos que de Miguel de Cervantes y Saavedra, habría preparado unos fastos y unas acciones dignas de la efemérides, como han hecho los ingleses con Shakespeare, cuya muerte coincide en el tiempo con la del de Alcalá de Henares.

Los británicos han preparado una cantidad tal de actos en toda la Isla, en Australia e incluso en EEUU, que no va a quedar un inglés, un galés, un estadounidense, un escocés o un australiano sin conocer de arriba abajo la vida y obra, la literatura y los afanes del Cisne del Avón. Estos actos, además, van a desarrollarse durante todo el año 2016, no sólo alrededor de la fecha de la muerte del poeta. Toda una generación de niños británicos va a estudiar en profundidad a su autor más universal, quedando grabada en su memoria la importancia del mismo, que sin duda transmitirán cuando sean mayores a las posteriores generaciones de angloparlantes.

Igualito que aquí, en donde hasta mediados de abril, ya cerca del día 22, en que murió el escritor, no se ha escuchado nada ni en la tele ni en la radio ni en ningún sitio! Y pasada una semana de la efemérides, ya se ha dejado de hablar del tema en todos los medios, en donde sin embargo han vuelto a referirnos con todo lujo de detalles las sandeces de Pedro Sánchez, las ñoñerías de Rajoy, las babas de Riverita y los bastonazos de Pablo Iglesias, como si aún tuvieran éstos algo interesante que decir!

Es cierto que la Comisión Nacional para la celebración del Centenario ha organizado y programado unas cuantas decenas de actos. Aquí pueden ver el programa, pero habíamos despertado tras las uvas de la noche del 31 de diciembre, evitando en lo posible escuchar el concierto nazi de Año Nuevo y su insufrible Marcha Radezky, y aún nada se había publicado. Y así durante semanas y semanas! De hecho, hasta los propios ingleses se preguntaban acerca del silencio respecto al Centenario de Cervantes en España, como puede comprobarse aquí y aquí.

Ciertamente, los actos finalmente organizados superan el centenar. Cerca de 130 actividades, repartidas entre España y casi toda Suramérica. No me he parado a contar cuántas de estas acciones conmemorativas tienen lugar en nuestro país, pero les aseguro a ustedes que aunque sean un centenar supone un número ridículo! Especialmente, comparado con lo que los británicos tienen previsto! Pero lo más grave, a mi juicio, no es que desde el Gobierno de turno se programen pocos o muchos actos, sino que en los dos años previos a tan fundamental celebración no se haya instado a los colegios, a las universidades, a los teatros, al subvencionadísimo mundo del cine, a los rescatadísimos Gobiernos autonómicos, a las editoriales, a las librerías y hasta a la Armada española a fomentar actividades construidas por la ciudadanía! Ésta es la diferencia con otros países: que sus ciudadanos aprecian lo que tienen como patrimonio cultural; lo valoran y lo ponen en pie sin necesidad de que el Estado se haga cargo, mientras que nosotros escupimos en la tumba de nuestros héroes!

Pero cómo vamos los españoles a apreciar nuestro Patrimonio cultural? Cómo, con la que tenemos encima desde 1978, fatídica fecha en que se abrió la puerta a los desmanes del nacionalismo? Cómo los catalanes, tan aficionados como han sido siempre al teatro, van a querer reproducir la singular batalla en la que el Caballero de la Blanca Luna derrota en las playas de Barcelona a un Don Quijote ya desengañado? Con qué acopio de valentía podrían los catalanes no nacionalistas atreverse a representar el encuentro y las aventuras del manchego universal con Roque Guinart, el bandolero catalán más famoso de España? Ustedes creen que Cataluña está como para rememorar al español más conocido del mundo?

O la batalla del Vizcaíno! Creen ustedes que los vascos están en sazón de reproducir la graciosísima pelea entre un Don Quijote en pleno uso de su locura y un vizcaíno hipertenso que, espada en ristre, hace un hilarante uso de sus ya por aquella época inexistentes subjuntivos? Creen que alguien se atrevería en el País Vasco a rememorar esta escena? Nadie, claro está. Cuando se trata de recordar a Cervantes, nada se puede esperar de aquéllos que aborrecen lo español!

Pero lo triste es que no hay que irse a las regiones españolas en rebeldía con el Estado para comprobar que no hay voluntad de revivir la esencia española! Y si no, díganme: qué ha sido de las ensoñaciones de Don Quijote en la cueva de Montesinos, que está entre Albacete y Ciudad Real? O de la aventura de los frailes? O de la graciosísima y algo escatológica de los batanes? Todo ello ocurrió en los campos de Montiel, queridos lectores! En el corazón de España! Se puede ser más español que un albaceteño o que un manchego? Pues no hay recreaciones previstas! Nada! Y si las hay, no se publicitan, no se lanzan al viento de los telediarios para que los verdaderos lectores nos decidamos a colgarnos un zurrón con un queso, un mendrugo y dos cebollas y visitar la zona en donde se celebren los fastos quijotescos que nos dejen ver en carne y hueso a la pastora Marcela, quien, al final del capítulo XIV de la Primera Parte lanza desde una peña el primer discurso feminista de la Historia.

Miguel de Cervantes y Saavedra, el creador de la novela moderna, el modernizador del teatro (por poco éxito que tuviera con este género!), el primer escritor que infunde movimiento psicológico en sus personajes; Cervantes, el hombre moderno que logra mantener intacta la actualidad de su pensamiento así pasen cuatro, cinco o veinte siglos, porque todos sus pensamientos, puestos en boca del Quijote, de Sancho, de Cipión y Berganza, del licenciado Vidriera o de Sansón Carrasco son un escalpelo esencial con el que abre limpiamente el corazón del Hombre para mostrarlo tal cual es en todas las épocas.

Cervantes, el primer escritor que hace evolucionar el carácter de sus propios personajes en función de los zarpazos que van recibiendo en el decurso de la novela, es probablemente la quintaesencia de la Literatura universal. Y no hay palabras para describir la admiración que causa en todos los pueblos del planeta; no hay adjetivo que califique su talento, sólo asombro y veneración por su inmensa inteligencia. Frente al Príncipe de los Ingenios no hay tacha que poner, ni mácula posible sobre su enorme nombre… Salvo un detalle: que era español.

Sí, amigos lectores: era español! Y ése sí que es un borrón grave y terrible en la vida de un hombre. Porque si uno es un hombre vulgar, mediocre o incluso abyecto y nace en España, pues pasa desapercibido; incluso puede llegar a consejero de la Junta o secretario general de cualquier partido! Pero ser un genio de las Letras y ocurrírsele nacer en España… Dios de mi vida! Hay que ser un perfecto imbécil para, siendo el campeón del ingenio, el maestro de la Literatura mundial, nacer en pleno corazón de la Península! En Alcalá de Henares, nada menos!

Hay que ser un redomado imbécil, no me lo nieguen ustedes, para nacer y morir en España sabiendo que, cuatro siglos después de su muerte, ésta iba a estar, como siempre, poblada por miserables, infestada de medradores, tomada por independentistas, habitada por totalitarios, regentada por socialdemócratas pusilánimes, dirigida por acomplejados, y glosada por intelectuales miedosos; justo lo contrario de aquello que fue el soldado-poeta que batalló en Lepanto, que sufrió cautiverio en Argel, que planeó cuatro fugas y recibió castigos innombrables.

Mira que venir a nacer en España! Sin duda, una de las mejores tierras del mundo; pero en su mayor parte poblada desde siempre por mindundis, achicados, mendrugos, follones, enanos, ciegos y fantasmas! Y todos ellos incapaces de levantar la cabeza para proclamar a todos los pueblos que alguna vez existió en el mundo alguien de la talla del Manco de Lepanto; incapaces de gritar a los cuatro vientos que una vez vivió entre nosotros la mayor inteligencia emocional que ha conocido la Historia! Y que, por increíble que hoy nos parezca, ese genio gigantesco fue un español.

Mira que venir a nacer en España… Menudo imbécil!


3 comentarios:

  1. Acabo la lectura de este maravilloso artículo con el corazón apretado,pero lo mas triste es que si recorremos la historia,no es el único menospreciado.Casi todos los genios de este país lo han sido,cuando no masacrados y es que somos un pueblo miserable e inculto.Gracias,Eduardo,por el hermoso homenaje que le has hecho a Cervantes.

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  2. Me ha encantado su artículo señor Eduardo. Sigo creyendo que a nuestros políticos lo que les sobra es cobardía. ¿Se imagina al valiente caballero Don Mariano Rajoydefendiendo el español (que es como me gusta llamarlo, ya que aunque naciera en la antigua Castilla, su evolución se produjo en todo el resto de España) contra los ataques de los ejércitos nacionalistas, segúramente apoyados por las hordas de la izquierda, siempre dispuestos a renegar de lo español, en defensa de los pobres pueblos oprimidos de la periferia? ¿Se imagina al susodicho caballero invirtiendo en Cervantes, cuando tenemos tanto intelectual necesitado de fondos para hacer peliculillas de tres al cuarto? Oh, que despilfarro, la cultura es la cultura, y Cervantes murió hace cuatrocientos años, hay que dar de comer a los grandísimos
    pensadores actuales, que son herederos del espíritu cervantino. No ha muchos años mandaba en este país un caballero, de cuyo nombre no quiero acordarme, pero su apellido hacía referencia a la noble profesión de reparación de calzado, que para sacarnos de la crisis, entre otras cosas se gastó una pasta en regalarnos bombillas de bajo consumo (El que quiso recojerlas, no se lo que pasaría con las que no se recogieran, ni con los carteles del cambio de velocidad en autovías, ni con los carriles bici de IU de los que nadie habla,.......me desvío). ¿No hubiera podido, por ejemplo, nuestro valiente hidalgo don Mariano hacer una edición especial de un capítulo del Quijote, o una novela de Cervantes, y mandarla a cada casa para promocionar la lectura del mismo? La cultura se hace desde abajo, la cultura de élite se subvenciona sola, pero en este país es alrevés. Don Mariano cada vez te pareces mas a Sancho.

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  3. Un millón de gracias, D. Eduardo. Sigo pasmada de la desidia general con D. Miguel de Cervantes... con la cantidad de dinero público que se "invierte" en tontadas culturales.
    Gracias.

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