sábado, 11 de junio de 2016

De compras por Caracas con Íñigo… y con Albert


Artículo de José Antonio Peña


Hace unos días se recordaba, Íñigo (según algunos eres comunista moderado, valga el oxímoron), tu comentario sobre que los venezolanos están haciendo colas en los supermercados porque ahora son más ricos y  porque tienen… ¡simple curiosidad al ver que tanta gente lo hace! También, por supuesto, por culpa del Mercado y del boicot del empresariado, tremendamente interesado en reducir ventas para obtener pérdidas y, a ser posible, arruinarse. Como todos sabemos, cuando uno pasea por Zurich, Sidney o Wellington, lo primero que ve son ricos ciudadanos suizos, australianos y neozelandeses haciendo colas de largas horas para curiosear a la par que esperan para comprar papel higiénico o hurtar mendrugos de pan. También uno ve enseguida lustrosos niños suizos, australianos y neozelandeses husmeando en la basura, con hambre y vendiendo por las calles cigarrillos y gasoil. ¿Quién no ha visto a los habitantes de Ginebra en masa asaltando badulaques para hacerse con rábanos, pijotas y arenques? Como todo el mundo también sabe, Suiza, Australia y Nueva Zelanda no son tres de las economías más libres del planeta según el Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage (que podrían serlo muchísimo más aún si los estados retrocediesen), sino economías planificadas quinquenalmente por  dirigentes políticos y burócratas. Es normal, a más riqueza, más desabastecimiento, más colas, y más curiosidad por ver quién hay en ellas.

No me molestaré esta vez en calificar tu posicionamiento, Íñigo, que es propio de un hombre mesurado, cabal y lleno de principios. Con Íñigo y Asociados, Albert, es con quien tú, hace unas semanas, antes de viajar a Venezuela y quedar conmocionado por su cruda realidad, te reuniste, junto a Pedro, a ver si en el último suspiro (hasta el rabo todo es Diablo, ¿no?) entre los dos metíais a Podemos en el saco de la abstención de la investidura. Luego, al salir de la reunión, después de que Pablo os diese sopas con honda -consciente de que la olla está a presión y no toca poner el fuego al mínimo-, dijiste que no, que era sólo por probar, por ver si Podemos cambiaba de parecer, porque no hubiera dudas… Como todo el mundo sabe, una conversación de una sola hora en una sala, con la prensa agolpada en la puerta, basta para que un puñado de socialdemócratas convierta a un puñado de comunistas en anarco-capitalistas… es lo que suele ocurrir en estos casos. Así nos va: socialdemócratas convenciendo a comunistas de que se hagan socialdemócratas, y comunistas convenciendo a socialdemócratas de que se hagan comunistas (casi más sentido tiene esto último, ya puestos…).

Albert, ¿de qué conversasteis con Pablo?, ¿le afeasteis su emoción en la televisión venezolana al escuchar al difunto Chávez? (Me emociona escuchar al comandante. Se le echa mucho de menos. Cuántas verdades nos ha dicho este hombre); ¿en qué puntos creíais que podíais converger? Ilústranos. Porque en Francia, nadie se sienta a hablar siquiera con los políticos del Frente Nacional (versión francesa de Podemos), que de hecho no disfruta de mayor poder político porque no encuentra aliados. ¿Sabes por qué? Porque defiende cosas como priorizar a los nacionales franceses en los hospitales. Cosas no mejores defiende Podemos, y sin embargo ya han entrado en muchas instituciones políticas gracias a pactos con los socialdemócratas de todos los partidos. Si es que, Albert, sois muy dialogantes con las nuevas fuerzas políticas, y también con las viejas, a la par que muy duros contra los regímenes enquistados; de hecho, como todo el mundo sabe, en el parlamento andaluz C’s tiene al gobierno socialista en un sin vivir, sin pegar ojo por temor a caer en cualquier momento. Se nota, sí, Albert, se nota muchísimo la mano de C’s en Andalucía. No sabes cuánto. Por cierto, la próxima vez -la habrá…- recuerda a los dirigentes de Podemos la carta que en 1858 Marx escribió a Engels en la que se refería a Simón Bolívar, figura que se ha apropiado el chavismo, como el “canalla más cobarde, brutal y miserable”.

La diferencia entre Mariano, Albert, Pedro y Pablo, es de grado -y de algún elemento estético de vestimenta y formas-, pero nunca de esencia. Es muy fácil entenderlo con este ejemplo: si la cochambrosa socialdemocracia de derechas del PP sube el IVA del 16% al 21%, ¿por qué ahora no iba a poder subirlo Podemos al 26%?, ¿por qué?, ¿cuál es el argumento? Mariano, ¿con qué argumento y legitimidad moral acusáis ahora de comunista a Pablo?, ¿con el de que va a laminar la separación de poderes?, ¿con el de que va a manipular los medios de comunicación estatales?, ¿con el de que va a subir los impuestos y gastar lo que no se tiene?… Eso ya se viene perpetrando desde hace años, no lo ha inventado Pablo. Eso sí, Pablo lo va a perfeccionar, con brocha fina, pero el boceto socialdemócrata ya se lo habéis hecho. La secuencia comienza a asemejarse a la griega: la socialdemocracia de derechas y de izquierdas hunde a una sociedad con escasa tradición democrática y débil cultura política, y luego se la pone en bandeja a los hombres de negro marxistas (que vienen ya vestidos de riguroso luto para ir adelantando…), expertos en situaciones adversas, pues décadas de hambre y miseria moral curten lo que no está en los escritos.


Los próximos carnavales políticos se nos avecinan únicos e inolvidables: socialdemócratas de derechas e izquierdas disfrazados de comunistas para cumplir su auténtico sueño al menos una vez en la vida, comunistas vestidos de socialdemócratas para rememorar con añoranza los años de tibieza e ingenuidad, y recaudadores fiscales disfrazados del Conde Drácula para limpiar su imagen. Y los ciudadanos jugando al juego de las sillas, hasta que la música pare…

(“El Herald Post”, mayo de 2016)


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