sábado, 5 de noviembre de 2016

Formación del espíritu nacional. No con mi hijo


Artículo de Mazelmind


Hasta aquí podíamos llegar.

Cada día en la escuela catalana supone un riesgo de que la criatura si no se avispa vuelva a casa un poco más cerca de la causa.

A algunos ya no les sucede eso porque contra el adoctrinamiento escolar se impone la precaución paterna y la buena disposición de algunos alumnos para dejar de ser simples esponjas que se limitan a absorber la basura que les ofrece la versión infantil del “Institut de Nova Història”. 

Hoy mi hijo de sexto de primaria salió de su escuela, se sentó en el asiento del copiloto y tan pronto me dio el beso de rigor comenzó su relato del día: “Mamá, me han dado un texto sobre la historia de la medicina catalana y ya he subrayado algunas cosas”.

La escuela trabaja por proyectos, es decir, a partir de un tema elegido, se enlaza durante el trimestre con las ciencias naturales, las sociales, la lengua, las matemáticas, etc. El sistema de trabajo transversal y por proyectos, como casi todo en la educación, no se salva de ser alcanzado por el largo brazo del nacionalismo.

La tarea, esta vez, consistía en leer un artículo sobre la historia de la medicina catalana escrito por un médico e investigador catalán y responder a una serie de preguntas acerca del texto. El autor, que escribe en  el Periódico de Cataluña, aparentemente tiene algunas aptitudes científicas, fuertes convicciones nacionalistas, muy pocos conocimientos de historia y ningún reparo en difundir falsedades.

Quiero pensar que el profesor de mi hijo no está enterado de que el muy subvencionado y multipremiado autor de “Historia de la medicina catalana” ha tenido que retirar artículos de publicaciones científicas  por haberse publicado con datos falsos  obtenidos por una colaboradora bajo su tutela. Esto es grave, y aún así no es lo que me preocupa hoy.

El artículo del Dr. Esteller publicado en el Periódico de Cataluña el día 18 de julio de 2015 no sólo habla poco de medicina y no tiene una redacción que invite a la lectura (mucho menos a un niño de primaria) sino que está plagado de referencias supremacistas y falsedades históricas dignas de Bilbeny y sus colegas del “Institut de Nova Història”. Suerte, que como dice el autor “aquí no se presume de las virtudes de los profesionales nacidos en nuestra tierra”. Desde luego, para qué si nos podemos apropiar de los de otras.

De entrada coloca a Cataluña entre las “naciones” que más han destacado en la medicina a lo largo de la historia. Ya la criatura traía subrayado lo de “nación” porque le chirrió nada más comenzar a leer. Luego si uno sigue leyendo se encuentra con los precursores prehistóricos de la medicina catalana. Según se explica, aquí ha habido pinturas y se han encontrado restos prehistóricos que revelan el interés por lo sanitario. Para qué vamos a hablar de Atapuerca, de Altamira ni mucho menos si “aquí hay de todo” sin necesidad de mirar para ninguna parte. Así hacemos país milenario.

Más adelante el lector se encuentra con que quien fue, según el autor, el mejor médico de su época, fue el “catalán” Arnau de Vilanova, nacido en Villanueva de Jiloca, cerca de Daroca (actualmente provincia de Zaragoza).

El plato fuerte del artículo viene cuando el lector (11 años) se encuentra con que Miguel Servet, autor de estudios sobre la circulación pulmonar, no se llamaba Miguel Serveto Conesa y era de Villanueva de Sigena, Huesca, sino que se llamaba Miquel Servet y era catalán de la “franja”. Con un par.


El artículo no profundiza en los descubrimientos de los médicos citados, se limita a hacer una relación histórica. En esta tampoco faltan médicos árabes o judíos, sin nombres y por supuesto Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina cuyos descubrimientos acerca de las neuronas cambiaron por completo la concepción del sistema nervioso y cuyo paso por Barcelona durante una temporada parece ser, según cuenta el Dr. Esteller lo más trascendente de su carrera (déjate tú Madrid, Alemania, Valencia, Cambridge o la Sorbona).

El tono general es ese. Por supuesto me parece mal que se publiquen textos supremacistas y llenos de mentiras en un diario con la excusa de la divulgación científica, pero ya si alguien piensa que es una buena idea utilizarlos como base didáctica para introducir temas a niños de primaria entramos en terreno “intocable”. No dude el lector de la educada, discreta y oportuna intervención de esta madre que escribe.

Nuestros hijos tienen derecho a ir al colegio y confiar en el docente pero en la práctica no es así. Ya es triste que sin haber acabado siquiera la primaria un niño tenga que leer entre líneas para que no le tomen el pelo y más triste que tenga descubrir que algunos de sus profesores sí que se lo tratan de tomar. Eventos como este dañan profundamente la relación alumno-profesor porque se pierde en gran medida la disposición a dejarse enseñar. Es verdad que a veces gracias a esto se pone en marcha un aprendizaje activo y se crean recursos propios que seguramente serán útiles en la vida. Sin embargo, no es la manera y no es, en ningún caso, el espíritu con el que se habría de emprender una carrera docente.

(“Ideas sueltas de una afortunada”, octubre de 2016)


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