Artículo de Mazelmind
Hasta aquí podíamos llegar.
Cada día en la escuela catalana supone un
riesgo de que la criatura si no se avispa vuelva a casa un poco más cerca de la
causa.
A algunos ya no les sucede eso porque
contra el adoctrinamiento escolar se impone la precaución paterna y la buena
disposición de algunos alumnos para dejar de ser simples esponjas que se
limitan a absorber la basura que les ofrece la versión infantil del “Institut de Nova
Història”.
Hoy mi hijo de sexto de primaria salió de
su escuela, se sentó en el asiento del
copiloto y tan pronto me dio el beso de rigor comenzó su relato del día: “Mamá, me han
dado un texto sobre la historia de la medicina catalana y ya he subrayado
algunas cosas”.
La escuela trabaja por proyectos, es decir,
a partir de un tema elegido, se enlaza durante el trimestre con las ciencias
naturales, las sociales, la lengua, las matemáticas, etc. El sistema de trabajo
transversal y por proyectos, como casi todo en
la educación, no se salva de ser alcanzado por el largo brazo del nacionalismo.
La tarea, esta vez, consistía en leer un
artículo sobre la historia de la medicina catalana escrito por un médico e
investigador catalán y responder a una serie de preguntas acerca del texto. El autor, que
escribe en el Periódico de Cataluña, aparentemente
tiene algunas aptitudes científicas, fuertes convicciones nacionalistas, muy
pocos conocimientos de historia y ningún reparo en difundir falsedades.
Quiero pensar que el profesor de mi hijo no
está enterado de que el muy subvencionado y multipremiado autor de “Historia de
la medicina catalana” ha tenido que retirar artículos de publicaciones
científicas por haberse publicado con
datos falsos obtenidos por una
colaboradora bajo su tutela. Esto es grave, y aún así no es lo que me preocupa
hoy.
El artículo del Dr. Esteller publicado en
el Periódico de Cataluña el día 18 de julio de 2015 no sólo habla poco de
medicina y no tiene una redacción que invite a la lectura (mucho menos a un
niño de primaria) sino que está plagado de referencias supremacistas y falsedades
históricas dignas de Bilbeny y sus colegas del “Institut de Nova Història”. Suerte,
que como dice
el autor “aquí no se presume de las virtudes de los profesionales nacidos en
nuestra tierra”. Desde luego, para qué si nos podemos apropiar de los de otras.
De entrada coloca a Cataluña entre las
“naciones” que más han destacado en la medicina a lo largo de la historia. Ya
la criatura traía subrayado lo de “nación” porque le chirrió nada más comenzar
a leer. Luego si uno sigue leyendo se encuentra con los precursores
prehistóricos de la medicina catalana. Según se explica, aquí ha habido
pinturas y se han encontrado restos prehistóricos que revelan el interés por lo
sanitario. Para qué vamos a hablar de Atapuerca, de Altamira ni mucho menos si
“aquí hay de todo” sin necesidad de mirar para ninguna parte. Así hacemos país
milenario.
Más adelante el lector se encuentra con que
quien fue, según el autor, el mejor médico de su época, fue el “catalán” Arnau
de Vilanova, nacido en Villanueva de Jiloca, cerca de Daroca (actualmente
provincia de Zaragoza).
El plato fuerte del artículo viene cuando
el lector (11 años) se encuentra con que Miguel Servet, autor de estudios sobre
la circulación pulmonar, no se llamaba Miguel Serveto Conesa y era de
Villanueva de Sigena, Huesca, sino que se llamaba Miquel Servet y era catalán
de la “franja”. Con un par.
El artículo no profundiza
en los descubrimientos de los médicos citados, se limita a hacer una relación
histórica. En esta tampoco faltan médicos árabes o judíos, sin nombres y por
supuesto Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina cuyos descubrimientos
acerca de las neuronas cambiaron por completo la concepción del sistema
nervioso y cuyo paso por Barcelona durante una temporada parece ser, según
cuenta el Dr. Esteller lo más trascendente de su carrera (déjate tú Madrid,
Alemania, Valencia, Cambridge o la Sorbona).
El tono general es ese.
Por supuesto me parece mal que se publiquen textos supremacistas y llenos de
mentiras en un diario con la excusa de la divulgación científica, pero ya si
alguien piensa que es una buena idea utilizarlos como base didáctica para
introducir temas a niños de primaria entramos en terreno “intocable”. No dude
el lector de la educada, discreta y oportuna intervención de esta madre que
escribe.
Nuestros hijos tienen
derecho a ir al colegio y confiar en el docente pero en la práctica no es así.
Ya es triste que sin haber acabado siquiera la primaria un niño tenga que leer
entre líneas para que no le tomen el pelo y más triste que tenga descubrir que
algunos de sus profesores sí que se lo tratan de tomar. Eventos como este dañan
profundamente la relación alumno-profesor porque se pierde en gran medida la
disposición a dejarse enseñar. Es verdad que a veces gracias a esto se pone en
marcha un aprendizaje activo y se crean recursos propios que seguramente serán
útiles en la vida. Sin embargo, no es la manera y no es, en ningún caso, el
espíritu con el que se habría de emprender una carrera docente.
(“Ideas sueltas de una afortunada”, octubre de 2016)
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