miércoles, 4 de enero de 2017

Espacios de libertad


Artículo de Luis Marín Sicilia

"España fue víctima [en 2016] de una clase política incapacitada para entender e interpretar la voluntad popular"

"Mientras algunos se empeñan en provocar cambios por la vía revolucionaria, la mayoría silenciosa sigue abogando por transitar pacíficamente hacia cualquier cambio que se produzca por las vías democráticas establecidas"

"Vivir es sentir los propios latidos. Es razonar. Es meditar. Es decidir. Es explicar. Es competir y es compartir. Es sentirse libres... Es ser persona"


Se nos fueron 366 días de un año bisiesto como latidos de incertidumbre, sueños incumplidos, deseos irrealizables y una terrible sensación de que las cosas van cambiando a un ritmo que puede desbocar las bases de la convivencia. Se hace por ello más perentorio encontrar alguna rama en la que refugiarse, razonar la esencia del ser humano, encontrarnos, en fin, con nosotros mismos. 

El Daesh, y el yihadismo en general, impulsaron e incrementaron su obsesiva visión destructora, su inagotable fanatismo, sus ansias dominadoras de conciencias, credos y personas. Y Occidente fue atacado compulsivamente en París, en Londres, en Berlín, en Niza, en Nueva York o en Orlando, por quienes no aceptan que el hombre es, esencialmente, un ser libre. Libre en su forma de vida y en su pensamiento.

España fue víctima de una clase política incapacitada para entender e interpretar la voluntad popular. Perdió absurdamente casi todo el año para gestionar los intereses comunes, por no entender que el pacto, surgido de un diálogo sincero, es la mejor fórmula para el bienestar y el progreso.

Algunos tardaron en entender que "la gente" es algo más que "la masa". La gente son personas individualmente consideradas, con sus problemas, sus inquietudes y sus aspiraciones. Y por tanto, son diversas y desiguales.

Murieron dictadores, cayeron otros en la desgracia y siempre terminó confirmándose lo que la historia reitera: que los totalitarismos, cualquiera que sea su signo, son los mayores enemigos de la libertad y de la esencia del ser humano, y es por ello que abominan de las mentes liberales.

Se confirmó lo ya sabido: que las discrepancias de ideas y proyectos se producen en todos los segmentos sociales y así, mientras los sectores conservadores católicos muestran sus reservas a que los sacerdotes puedan perdonar abortos o administrar la comunión a los divorciados que vuelvan a casarse, los sectores llamados progresistas reclaman del Papa que acepte el matrimonio homosexual, que los curas puedan casarse o que se autorice la eutanasia.

Cientos de miles de refugiados inundaron las plazas europeas, huyendo de la masacre y la miseria, en busca de unas posibilidades de realización que, con todos sus defectos, resultan, en esta Europa tan denostada, ser las más atractivas y justas para una vida próspera y en libertad y donde menos futuro tienen los intransigentes y los sectarios.

El régimen de las autonomías, tan acertado en otros aspectos, ha incrementado el enchufismo como forma de colocar a los próximos. La indignación popular debiera de acabar con estas prácticas que limitan las oportunidades de tantos jóvenes titulados, mientras los nuevos partidos, lejos de denunciarlas, las ponen en práctica a la más mínima oportunidad que se les presenta.

Mientras algunos se empeñan en provocar cambios por la vía revolucionaria, es decir, saltándose las normas que a todos nos obligan y que garantizan la pacífica convivencia, la mayoría silenciosa sigue abogando por transitar pacíficamente hacia cualquier cambio que se produzca por las vías democráticas establecidas.

Las redes sociales inundan de noticias, comentarios y rumores nuestras vidas. Una lectura correcta de los aconteceres, y una valoración objetiva de los hechos, nos permitirán separar el grano de la paja de cuanto acaece y se nos cuenta.

La realidad y el hartazgo generalizado han desbordado las conjeturas y los concienzudos análisis de los politólogos. En el fondo, las falsedades, las emociones, las mentiras, las creencias, la necedad humana, los mitos, los bulos, los bajos instintos y los deseos insatisfechos han encontrado en las redes sociales el caldo de cultivo idóneo para la carga demagógica de un populismo que ha dejado en evidencia a los más sesudos análisis demoscópicos.

Abrumados por cuanto llevamos dicho, y por otros muchos hechos igualmente inquietantes, el ánimo no debe decaer porque, en todos esos instantes, siempre encontraremos espacios de libertad para el hombre creativo, el hombre libre que busca y anhela su propia realización, su propio ser sin mediatización de elementos extraños, presiones externas o intervenciones forzosas.

En esa lucha continua por reafirmar la propia personalidad, el yo individual, la persona encontrará su espacio de libertad en la conformidad entre su pensamiento y su conducta. Y el hombre, gran protagonista de la historia, reafirmará una vez más que solo desde la libertad individual puede alcanzarse la felicidad humana y el progreso social.

Ello es así porque hay algo más que la propia existencia, que es común a todos los seres vivos. Mientras que existir es estar, vivir es otra cosa. Vivir es sentir los propios latidos. Es razonar. Es meditar. Es decidir. Es explicar. Es competir y es compartir. Es sentirse libres... Es ser persona. Por ello, el hombre libre, por muy abrumadoras que sean las circunstancias, siempre encontrará espacios de libertad.

Desde mi profundo y sincero espíritu liberal, ¡Feliz 2017!


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