sábado, 7 de enero de 2017

La desilusión de hacerse mayores


Artículo de Luis Marín Sicilia


"Resulta perturbador y, lo que es peor, profundamente perverso, el intento de algunos de adoctrinar en la manipulación de las costumbres y los sentimientos que han adornado los días más felices de nuestra infancia"

"Nuestra obsesión de padres debe ser, como dijo Saramago, hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos"


Ningún día mejor para rememorar la propia infancia que el celebrado ayer con motivo de la festividad de los Reyes Magos. No hay ninguna sensación más gratificante que la de esos padres que observan la enorme felicidad de sus pequeños, levantados casi al amanecer con la esperanza, y una indescriptible ilusión reflejada en su rostro, de encontrar alguno de los regalos que la noche anterior pidieron, con inusitada fe e inocencia, a sus Majestades de Oriente.

La vida es un continuo aprendizaje y, a lo largo de ella, termina concluyéndose que nada hay tan capaz de hacernos felices como el saborear intensamente las pequeñas cosas que la cotidianidad nos brinda. Por ello resulta perturbador y, lo que es peor, profundamente perverso, el intento de algunos de adoctrinar en la manipulación de las costumbres y los sentimientos que han adornado los días más felices de nuestra infancia.

Para los que los tenemos, tiempo tendrán nuestros nietos, como lo tuvieron nuestros hijos, para ir conociendo la verdad que destruya sus sueños e ilusiones, lo mismo que irán conociendo las dificultades de la vida, la torpeza de algunos y las insidias de otros. Pero también irán sabiendo que nada se regala, que el hombre libre, si quiere de verdad serlo, deberá luchar sin descanso para merecer el respeto de sus semejantes.

Quienes desde la edad de la inocencia pretendan manipular las conciencias y las miradas limpias, además de abominables son seres perversos, sectarios e intolerantes, que pretenden adoctrinar a quienes no pueden contrarrestar sus pretensiones porque gozan de lo más hermoso de nuestra existencia: la inocencia y la bondad de la infancia.

Nuestra obsesión de padres debe ser, como dijo Saramago, "hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos", cambiando "nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos". Hay que educarlos, primero desde la ilusión de un mundo mejor para, a medida que se hacen mayores, enseñarles las dificultades de la vida y la forma de abordarlas con la decisión y el pundonor que requerirán los desafíos de la incertidumbre.

Los padres quedarán con el orgullo de haberles ayudado mientras los necesitaban y la satisfacción de verlos valerse por ellos mismos, hasta construir una nueva familia en la que, como nos ha pasado a nosotros, se verán reflejados en la noche mágica de Reyes, viviendo la ilusión de sus hijos.

En definitiva, esto es lo más importante mientras nuestros hijos van alcanzando la edad adulta. Trabajar y esforzarse para que comprendan que solo el amor y la confianza de los suyos les ayudarán en la desilusión de hacerse mayores.



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