sábado, 21 de enero de 2017

Trump, elegido por el pueblo


Artículo de Manuel Ramos

Acabamos de ver el juramento de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos de América. Es el fin de un proceso de relevo del cargo político más importante del mundo en estos momentos, el proceso de elección de un presidente por la mayoría de los ciudadanos. Cientos de tertulianos de los medios oficiales españoles se atropellan con la verborrea habitual del ‘politiqués’[*] para intentar explicar lo que ocurre en las pantallas de televisión. Inmediatamente se acude al recurso más sencillo: lo que ocurre en EEUU es como lo que ocurre en España.

Los lugares comunes son: el partido demócrata es como el PSOE, los republicanos son como el PP, Bernie Sanders es como Pablo Iglesias… etc. La intención de parecerse al imperio lleva a los partidos estatales en España a inventar una cosa que llaman “primarias” y que pretende seleccionar al jefe de partido. Estamos viendo actualmente cómo el Partido Regional de Andalucía, conocido anteriormente como PSOE, dice que va a seleccionar mediante este proceso la cabeza de lista para las próximas elecciones.


Personas, no partidos

Para empezar, hay que aclarar un primer punto fundamental que diferencia a los partidos estatales (Europa) y los partidos de la sociedad civil (EEUU, Reino Unido): allí eligen a personas, no a partidos. ¿Esto qué quiere decir? Que en el distrito 9 de Florida o el distrito de Trafford en Manchester eligen a una persona, independientemente del partido. Saben dónde vive, es conocida o tiene una reputación pública que le precede y que le sirve para su campaña electoral. Dichas campañas no están financiadas por dinero público. Cada uno tiene que conseguir los fondos para costearse todo el gasto en propaganda y abastecimiento del personal. Eso hace que la cercanía, la implicación y la responsabilidad del candidato que quiera ser elegido es mucho más fuerte con su grupo de electores.

Esta diferencia radical entre la farsa que vivimos en Europa (excepto Francia y, en algunos aspectos, Suiza) hace que esos países tengan un verdadero control sobre la política de sus gobernantes. Al fin y al cabo son representantes de cada grupo de electores. En el distrito, el diputado, en la nación, el presidente. Lamentablemente Reino Unido no tiene democracia porque no separa el legislativo del ejecutivo, pero sí tiene un sistema representativo muy efectivo. Allí el poder del Parlamento (cámara de representantes) es total, a diferencia de las experiencias europeas, más acostumbradas a ejecutivos fuertes. Muy fuertes. Véase la ristra de dictadores que ha padecido el viejo continente. Los británicos y, por extensión los estadounidenses, tienen siempre desconfianza del gobierno, del ejecutivo. Por eso tienen tan atados en corto a sus representantes.

Listas electorales, ni abiertas ni cerradas

Elegir en una lista (ahora gusta decir “cerrada y bloqueada”) es un timo. Aunque esté abierta la lista, suponiendo que un outsider del partido es elegido en un puesto elevado ¿quién duda que hará lo que le digan para evitar el riesgo de que el partido –que previamente le ha permitido participar en la lista- lo expulse irrevocablemente? Ha habido experiencias de listas abiertas, prácticamente nadie opta por alterar el orden. Nadie conoce a todos los candidatos. Ya es difícil con conocer a los “cabezas de lista”, mucho más a todos los miembros de las listas de todos los partidos. 

Lo lógico es que cada distrito decida entre varios candidatos, como ocurre en EEUU y Reino Unido. Y no por reparto proporcional, fuente de corrupción, sino por mayoría. Incluso mejor que la mayoría simple, existe la doble vuelta como en Francia. Esta forma de decidir es criticada por algunos diciendo que lleva al bipartidismo. Piensan en forma de partidos cuando, repito, se eligen a personas. Es verdad que los partidos apoyan electoralmente a sus candidatos y pueden decir que la persona elegida es de su partido, pero la base del funcionamiento es que el ciudadano elige, desde la base, quién es el ganador. De hecho, Donald Trump ha llegado a presidente de los Estados Unidos en contra de su propio partido. Esto es impensable en un PSOE o un PP.

Aquí el jefe confecciona las listas y todos le deben el puesto al jefe, no dependen de los ciudadanos. Ni siquiera conocemos a los diputados que nos corresponden por provincia, que en España es el distrito electoral. En definitiva, no elegimos a nadie así que ¿para qué sirve votar? ¿para seguirles el juego?

Abstención hasta que pueda elegir

La forma más decente de mostrar el rechazo que encuentro para no verme involucrado en este sistema heredado tras la II Guerra Mundial es no participar en él. Si introduzco un voto en una urna de este sistema de partidos estoy diciendo que estoy conforme con las listas, con el sistema proporcional, con la corrupción de los partidos, con la ausencia de democracia. Si voto estoy colaborando con el régimen.

Ninguno de los aprovechados hoy en día va a mover un dedo para cambiar la situación pues es el propio sistema electoral el que les ha permitido estar ahí. Sería un suicidio, una locura por su parte, dinamitar la bicoca que alcanza cualquier diputado y no digamos presidente de algún cortijo autonómico. Sólo en los sistemas representativos puede llegar al poder gente verdaderamente diferente como Donald Trump (tendrá que demostrarlo) para alterar la política en respuesta a la mayoría de los intereses de los ciudadanos.

En España es imposible que los partidos vayan a cambiar nunca el régimen. Por eso cuando alguien dice que hay que votar a otros para que cambie algo siempre pienso que lo máximo que aspiran esos españoles es a que les robe otro. Que al menos no roben siempre los mismos. Si supieran el cambio que acaba de producirse en EEUU con la nueva política que se avecina y que eso ha sido gracias al propio sistema electoral. Un sistema que además elige al legislativo por un lado y al ejecutivo por otro. Un sistema que responde verdaderamente a la realidad social y cultural de una nación.

El engaño por parte de estos tertulianos que pueblan las pantallas de televisión y las radios acomodadas al régimen, es que lo de allí es más o menos lo de aquí. Que el partido republicano es como el PP. Así se consigue inocular la resignación en los españoles que aceptan lo que hay porque, ¿es que acaso hay otra forma de hacer las cosas? Pues sí, la hay: se llama elecciones representativas.



[*] Discurso políticamente correcto, intencionadamente incomprensible pero pretendidamente serio. Charlatanería política.[Volver al texto] 


2 comentarios:

  1. Manu, gracias una vez más por el nuevo artículo. Comentarte que los links no funcionan y es una pena porque me gustaría seguirlos!

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  2. El señor Trump no habría ganado en una doble vuelta a la francesa. Eso lo sabe desde el que mata a civiles con drones desde el Pentágono, hasta el veterano vagabundo que duerme en las calles de California.

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