martes, 16 de mayo de 2017

El extravagante Sánchez

Artículo de Luis Marín Sicilia





“Vengo sosteniendo que el invento de las primarias no conduce, tal como está articulado, a nada bueno que corresponda la opinión de los militantes partidarios con las inquietudes del electorado”

“Los militantes eligen a radicales, los ciudadanos prefieren moderados”

“En estos días se han puesto de manifiesto, por analistas políticos acreditados, las contradicciones y los cambios de planteamientos y estrategias por parte de Sánchez”

“La impresión de los observadores neutrales es que el extravagante Sánchez, camaleónico y transformista (valga la redundancia), pretende encumbrarse como líder de un partido histórico, sin más vitola que una serie demagógica de proclamas simples y populistas”


Es extravagante el que hace cosas raras. Cuando sus acciones se salen habitualmente de una norma o de una conducta, el personaje en cuestión se sumerge en la extravagancia como elemento definitorio de su personalidad.

Sin entrar en polémicas internas, ajenas por completo a quien es simple observador de la realidad, Pedro Sánchez es un político extravagante, un líder de la nada que es incapaz de hacer una autocrítica de su propia trayectoria pública. No la hizo tras los dos descalabros electorales, que llevaron a su partido a cosechar los peores resultados desde la Transición, ni tampoco supo interpretar el porqué de una pérdida de apoyos del órgano supremo de su partido que lo llevó a presentar la dimisión.

El debate entre los tres candidatos a liderar el PSOE habrá que interpretarlo en clave interna de confrontación partidaria, por lo cual las conclusiones deben sacarlas los llamados al cónclave socialista. Sin embargo, las consecuencias de  su elección sí que afectarán al conjunto de los españoles, ya que estamos hablando de un partido de larga trayectoria que, como sus homólogos europeos, optó por el realismo de la socialdemocracia como base de la prosperidad de la ciudadanía a la que servía.

Si la militancia socialista opta por Sánchez, ¿podemos asegurar que el PSOE será fiel a su trayectoria socialdemócrata, o más bien podemos pensar en que disputará a Iglesias la supremacía del populismo de izquierdas? La trayectoria serpenteante del personaje no resulta clarificadora sobre el particular, pareciendo lo más verosímil la deriva hacia posiciones radicales por parte del "socialismo sanchista". Que esta es la apetencia del populismo podemita lo acredita la encuesta que Público, su diario de referencia, realiza entre sus lectores, los cuales, en un 91 %, apuestan por la victoria de Sánchez.

Vengo sosteniendo que el invento de las primarias no conduce, tal como está articulado, a nada bueno que corresponda la opinión de los militantes partidarios con las inquietudes del electorado. Todos los militantes, por definición, son radicales en su ideología, circunstancia que los aleja del mayoritario sentimiento moderado de los ciudadanos occidentales. Los militantes eligen a radicales, los ciudadanos prefieren moderados. Ello explica los reveses del socialismo en el Reino Unido y en Francia.

Curiosamente, Pedro Sánchez, después de haberse calificado antes liberal, después socialdemócrata, otrora de centro izquierda y después de la izquierda a secas, dejó dicho que "el centro nunca ha existido", afirmación tan gratuita y desquiciada como acredita el nuevo presidente de Francia, Enmanuel Macron, que supo motivar a una mayoría moderada alrededor de un programa tan simple como poner a Francia en marcha, es decir, en la vía del progreso, el avance y la eficacia, sin apósitos ideológicos interesados. Mi impresión es que el exsecretario socialista español no tiene claro ninguno de los conceptos que baraja, ya que lo único que ansia es el poder, sin ni siquiera tener el pudor de plantearse si es que acaso tiene la preparación suficiente para tal reto.

En estos días se han puesto de manifiesto, por analistas políticos acreditados, las contradicciones y los cambios de planteamientos y estrategias por parte de Sánchez. Así mientras decía querer romper la barrera de la comunicación, se negaba a contestar preguntas. Mientras defendía "el giro a la izquierda y el pacto con Podemos" ahora dice que no, que solo quiere "el PSOE del cambio, el reformista y no el rupturista". Al defender a Cataluña como una nación y la España plurinacional, se olvidó de aquella enorme bandera con la que, junto a su mujer, compareció en público. Y hoy habla solo de "nación cultural". Para autocalificarse de ser la izquierda, decía que la derecha es la Gestora de su partido y Susana Díaz.

Es el PSOE quien tiene ante sí el terrible "morlaco" de aclarar lo que quiere ser de mayor, como diría el clásico. Lo tiene difícil, de todas maneras, porque, como ha dicho uno de sus candidatos, "nunca se vio este nivel de insultos y agresividad" entre socialistas. Algunos, como Sánchez, pretenden ajustar cuentas y dirimir su futuro personal, sin entender que pueden dar al traste con uno de los elementos básicos del equilibrio institucional. Allá ellos, porque pueden salirse de un espacio que existe, que es amplio y que, aunque transitoriamente, por su suicidio colectivo, quede vacante, lo ocupará quien sepa liderar, como  ha hecho Macron en Francia, a una ciudadanía que huye de radicales mesiánicos como de la preste.

La resolución de la crisis a la que un imberbe, en términos políticos, como Pedro Sánchez, ha llevado a su partido es competencia de su propia formacion política. Cualquiera que sea el resultado va a ser largo y complicado mantener la cohesión de la misma. La gente de Sánchez, y él mismo, abjuran de lo que personas como los anteriores secretarios generales representan en el PSOE. Y critican a Felipe González, a Zapatero, a Rubalcaba. Y a Varas, a Fernández, a García Page y a tantos y tantos que tiene la experiencia de gobierno y la identidad política que los llevó a gobernar en sus respectivas jurisdicciones.

La impresión de los observadores neutrales es que el extravagante Sánchez, camaleónico y transformista (valga la redundancia), pretende encumbrarse como líder de un partido histórico, sin más vitola que una serie demagógica de proclamas simples y populistas. Y que, por mucho que su extravagancia le lleve  ahora a negarlo, su ambición de poder solo puede ser realizada con un pacto con los otros populistas de Podemos, que están encantados con tal posibilidad. Entre otras cosas porque saben que el nuevo PSOE de Sánchez les va a durar menos de lo que le ha durado la IU del ínclito Garzón.

Como ya pronostiqué hace tiempo, se confirmaría la profecía de la convergencia de Pedro y Pablo como apóstoles del populismo, dada la coincidencia del primero, mediante su conversión, a las tesis del segundo.


CODA.- El problema del PSOE no es solo que el "rey del no", a tenor de las encuestas, pueda volver a liderarlo. El problema es que no seducen los otros dos candidatos a hacerlo: Susana Díaz no es ejemplo de buena gestión, y para ello basta con ver cómo va Andalucía. Patxi López, por su parte, es un dirigente sectario y desagradecido que ha dejado al socialismo vasco reducido al mínimo respaldo popular.

Así las cosas, vienen tiempos complicados y todo por la cerrazón de un perdedor que no supo aceptar sus reveses electorales. Y lo más lamentable es que, cuando estábamos iniciando la recuperación económica y el empleo, la legislatura puede ponerse imposible y tengamos que acudir, otra vez, a las urnas... salvo que "el hombre que sabe aguantar" consiga gobernar con la misma serenidad y decisión con la que evitó un rescate que todos daban por inevitable.


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