viernes, 26 de mayo de 2017

¿Los últimos días del partido socialista?

Artículo de Enric Caberans

El pasado domingo tuvo lugar la elección del nuevo Secretario General del Partido Socialista. De los tres candidatos en liza, solo dos tenían verdaderas opciones de ganar: Pedro Sánchez y la favorita del aparato, Susana Díaz. La Presidenta de la Comunidad Autónoma de Andalucía representa el continuísmo, mientras Sánchez promueve una nueva forma de entender la organización interna del partido y una deriva a posiciones más próximas a Podemos. Algunos pensamos que también se planteaba si el PSOE debía seguir siendo una organización parasitaria de la sociedad o debía regenerarse para convertirse en un partido del siglo XXI, abierto a los afiliados y apartándose de las actitudes caciquiles, típicas de la Andalucía que lleva gobernando el PSOE desde que entramos en democracia. Un partido que se ha convertido en un fin en sí mismo y que solo secundariamente se ocupa del bien común. Ganó Pedro Sánchez y con él su visión de un nuevo PSOE. Mi enhorabuena.


Con la derrota de Susana Díaz se espera el cierre de una etapa en la que el aparato del partido ha quedado muy debilitado, y donde el PSOE andaluz ha quedado en evidencia. Los militantes socialistas han rechazado a la candidata sevillana y, presumiblemente, su modelo de gestión. Debemos recordar que Andalucía después de casi 40 años de gobiernos socialistas sigue estando a la cola en el Estado del Bienestar. Es importante señalar que la aspirante ha obtenido menos votos que avales, todo parece indicar que muchos afiliados se sintieron presionados para facilitar su candidatura, aunque, en realidad, no la querían como líder. De hecho, la señora Díaz solo ha ganado en Andalucía y, posiblemente, debido a la red clientelar que el partido ha creado durante todos estos años. Una red de favores que debemos pagar todos los ciudadanos y que solo sirve para mantener su poder a toda costa.

Sin embargo, el problema es que Pedro Sánchez no tiene claro algo fundamental: el concepto de nación española. El giro que algunos señalan hacia la izquierda choca con la visión universalista de los socialistas. En ese sentido poner en duda a España como nación implica poner en tela de juicio la igualdad de todos los españoles, entrando de lleno en las tesis de los nacionalistas, algo que debiera ser rechazado de plano por un partido de izquierdas. El derecho a decidir de los pueblos que defienden algunos políticos catalanes es una falacia que utilizan para conseguir el poder que se les escapa en democracia. Todos los ciudadanos de bien estarán de acuerdo en la necesidad de mejorar el sistema político español, pero, en ningún caso, los problemas que encontramos en nuestra clase política, justifican romper el país. Bien al contrario, el nacionalismo es un anacronismo que busca el regreso al pasado y donde la diferencia entre los iguales se pretende fuente de legitimidad.

El concepto de pueblo en pleno siglo XXI, y especialmente dentro de nuestro país, carece de sentido, más allá del que le otorga la Real Academia de la Lengua Española para designar a un conjunto de personas de un lugar o región. Ese conjunto de ciudadanos es plural y está sujeto a unas leyes, a unos derechos y a unas obligaciones en un Estado de Derecho como el nuestro. Buscar algún tipo de esencia que pueda identificar a un territorio por encima de las gentes que lo habitan, está fuera de lugar en una población que extiende, más allá de sus fronteras, lazos afectivos generalizados con otras regiones. En el caso catalán es necesario recordar que el 70% de su población actual tiene sus orígenes fuera de Cataluña.

Así las cosas, aquellos que defendemos la igualdad, la libertad y la solidaridad de los españoles, no podemos estar contentos con un PSOE que sostiene un concepto tan equívoco como la plurinacionalidad de España. Los que queremos un país unido y progresista, un país en el que los ciudadanos sean libres e iguales y donde las diferencias culturales sean motivo de enriquecimiento y no de discriminación, debemos agruparnos bajo un espacio común. Un espacio donde el entendimiento se construya sobre la aceptación de la norma y el juego limpio, donde el funcionamiento interno del partido se desarrolle en base a criterios éticos y democráticos evitando los hiperliderazgos. Lealtad sí, sumisión no. Nos aguardan tiempos nuevos, con nuevos retos y nuevas preocupaciones, pero también con una población más preparada y con herramientas más eficaces para conseguir una sociedad justa y libre.

Ciudadanos pretende el espacio electoral del PP, Podemos se identifica con las posiciones de una izquierda radical, que quiere mantener encendida la llama de las dos Españas, una izquierda incoherente que dice defender la igualdad entre los ciudadanos, pero que defiende la desigualdad entre los territorios. Algunos nos planteamos que el espacio del PSOE debe ser ocupado por otra alternativa con un proyecto claro sobre España. Hemos visto como en otros países el socialismo ha dejado de ser referencia y opción de Gobierno, y ya hay quien sugiere que, en nuestro país, también estamos en los últimos días del partido socialista. Nada es para siempre, y menos cuando una organización pierde sus principios y solo busca su continuidad para satisfacer intereses propios.

Es necesario un espacio de izquierda moderada, que mantenga en su imaginario un discurso basado en la socialdemocracia y en nuevas formas de organización interna, donde las decisiones no sean privilegio de unos pocos. El problema nunca fue la socialdemocracia, que por otro lado ha conseguido los mayores índices de bienestar general en toda la Unión Europea. El problema político español se centra principalmente en tres cuestiones: un sistema de partidos que ya no responde a las necesidades de la población sino a los intereses de sus élites; una distribución territorial que no se adecua a la realidad de nuestros tiempos y que, además, dificulta el sentimiento de pertenencia a nuestro país (algo que no se concibe en países como Francia, Alemania, o Estados Unidos, por citar algunos); y sobre todo, una separación real de los poderes del Estado, que evite, entre otras cosas, los constantes casos de corrupción.


http://www.eldemocrataliberal.com/search/label/Enric%20Cabecerans

1 comentario:

  1. El problema que tenemos es que no hay ningún partido que se atreva a afronta estas tres cuestiones que citas. Con lo que la mayoría de la gente, aunque de acuerdo contigo, no tiene una referencia a la que seguir y votar. Esto es lo que falta en España, un gran partido o un líder con visión de estado, que se atreva a reformar todo lo que haga falta, sin miedos y sobre todo sin complejos a la hora de defender sus ideas. Sería muy bien venido para la mayoría de los ciudadanos.

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