viernes, 16 de junio de 2017

Alternativas ciudadanas

Artículo de Enric Cabecerans


Hace unos días, en su artículo, Paisaje después de la Batalla, Josep Borrell afirmaba lo mismo que yo llevo tiempo denunciando en esta tribuna del Demócrata Liberal. Borrell decía que “los viejos partidos se perciben como organizaciones cerradas, profesionalizadas, endogámicas, donde prima más la lealtad al líder local que el mérito y la capacidad de comunicación con la sociedad y los electores”. Para ilustrar esta desconfianza en los partidos políticos tradicionales, ofrecía un dato concreto: el partido socialista francés tiene tan solo 80.000 afiliados, mientras la formación de E. Macron ha conseguido 450.000 supporters en menos de un mes para su movimiento “En Marche”, cuyo origen se encuentra en la Asociación para la Renovación de la Vida Política. Esta iniciativa, que se apoya en las redes sociales, tiene la particularidad de aceptar las adhesiones de miembros de otros partidos y de no imponer ninguna aportación económica a quienes se adhieren al movimiento.

En realidad, lo ocurrido en Francia no es nada extraordinario. En Italia, el movimiento 5 estrellas fundado en 2009 por el cómico y actor Beppe Grillo y Gianroberto Casaleggio (empresario milanés experto en redes), ya se posicionó en contra del sistema de partidos políticos y consiguió entrar en las instituciones con un discurso que puede reducirse a una frase: “La revolución es ser honestos en medio de un sistema corrupto”. En nuestra España, hemos visto tres proyectos que buscan ser alternativa a los partidos tradicionales: Ciudadanos, UPyD y, más recientemente, Podemos. En todos los casos, las redes sociales fueron el instrumento para comunicar un mensaje de regeneración y reunir, en torno a él, a un conjunto de ciudadanos hartos de los abusos de una clase política cada día más señalada por los casos de corrupción.

Sin embargo, uno de los problemas que identificamos en las pretendidas alternativas a los dos grandes partidos, es el de los liderazgos. Es cierto, que el carisma personal y la facilidad para comunicar, ha servido en el corto plazo para captar la atención y la simpatía de la población y, como consecuencia de ello, reducir la influencia de los partidos tradicionales. No obstante, con el tiempo, estas nuevas organizaciones han acabado por convertirse en sucedáneos de sus principios fundacionales, e, incluso, han tomado posiciones autoritarias, de tal modo que quien quiera participar en ellas debe aceptar como gurú al líder correspondiente.

Es palpable que gran parte de la sociedad actual está buscando otras formas de participación política que se alejen de la relación basada en una obediencia ciega a cambio de beneficio económico y estatus social. Los ciudadanos del siglo XXI buscan alternativas capaces de satisfacer su deseo de contribuir en las decisiones que les afectan y, por ello, se hace necesario encontrar un sistema que garantice la gobernabilidad de las instituciones a la vez que se facilita algún modo de participación real y eficaz. El sistema de partidos políticos no es la única opción en democracia. Hay otras posibilidades como son la elección de personas independientes, o equipos completos y definidos de gestión.

Por otro lado, el funcionamiento de los propios partidos y los métodos de designación de sus representantes han ser modificados para evitar el secuestro de la democracia en beneficio propio. Como tantas veces se ha dicho, los partidos deben ser una herramienta para cambiar la sociedad, no un fin en sí mismos. Quizá podríamos plantear un sistema organizativo basado en el mérito y la capacidad en contraposición al actual que se sustenta en la subordinación.

En el ámbito local, las corporaciones municipales se han convertido en un espacio en el que los políticos nóveles empiezan su andadura profesional, un lugar donde adquirir experiencia y donde los intereses de la ciudad se ven, a menudo, subordinados a los intereses de los partidos. Por un lado, se construyen redes clientelares, con el fin de obtener réditos electorales y facilitar puestos de trabajo a los afines, familiares y amigos (asesores, empresas públicas, etc.). Por otro lado, suele utilizarse el propio Ayuntamiento como moneda de cambio, en función de los intereses de la cúpula, como por ejemplo pactos de gobernabilidad en otras instituciones.

Todas estas cuestiones han conseguido que veamos aparecer grupos de personas o asociaciones, que se organizan para ser alternativa de Gobierno en su ciudad, con un objetivo común, mejorar el sitio en el que viven, sin otro beneficio que trabajar por su ciudad. En las elecciones municipales de 2011 se presentaron un total de 1.629 partidos de ámbito local en toda España, obteniendo 917.814 votos (3,99%) y un total de 3.223 concejales. De éstos, 238 consiguieron ser la lista más votada en sus respectivos municipios y 788 fueron partido clave para formar gobierno.

El primer ejemplo de éxito que me viene a la cabeza es el de Torrelodones. En 2007, el movimiento vecinal constituyó el partido “Vecinos por Torrelodones” que obtuvo cuatro concejales en las elecciones de ese mismo año, nueve en las de 2011 y 12 en las de 2015. Este movimiento tomó las riendas del consistorio en 2011, y en dos años, redujo los gastos del Ayuntamiento un 30%, con medidas como la reducción del sueldo de los concejales, la eliminación de todos los cargos de confianza o la supresión del vehículo oficial dedicado a Alcaldía. A los tres años, lograron un superávit de 13 millones de euros. Para pensar…

"Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos pueda cambiar el mundo. Verdaderamente, eso es lo único que lo ha logrado" (M. Mead).


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