martes, 27 de febrero de 2018

Ni arte ni censura

Artículo de Eduardo Maestre

El urinario de Marcel

En 1917, Marcel Duchamp tuvo la idea de exponer en la Muestra de la Sociedad de Artistas Independientes de Nueva York una obra titulada La Fuente, y que consistía en un urinario público, girado 90 grados, y depositado sobre una banqueta de cocina. No era la primera vez que Duchamp, artista francés de notable influencia asociado con el Surrealismo y el movimiento Dadá, exponía objetos de uso cotidiano desprovistos de cualquier tufo artístico (de cualquier elemento retiniano, en palabras de Duchamp). Anteriormente, se atrevió a exponer lo que denominó readymades, objetos no creados por el artista pero seleccionados por él y convertidos instantáneamente en obras de arte tan solo por el mágico efecto de su voluntad. Así, una rueda de bicicleta montada al revés, u otros objetos tales como un peine de perro, una botella de vidrio o cualquier otra cosa desprovista de categoría estética alguna quedaban automáticamente convertidos en obras de arte al ser expuestos por el artista como tales. La voluntad del artista, por lo tanto, adquiría desde Duchamp poderes demiúrgicos!

La piedra del escándalo fue, sin embargo, esta fuente o urinario. Duchamp pagó los dos dólares de la inscripción en la Muestra y la presentó bajo el pseudónimo de R. Mutt -un juego de palabras de larga explicación ahora. La junta directiva de la Sociedad de Artistas Independientes, a la que pertenecía Marcel Duchamp, discutió calurosamente la conveniencia o no de abrir la Muestra incluyendo el urinario del misterioso R. Mutt y finalmente decidió no exponer algo tan desagradable. Como consecuencia de esta decisión, Duchamp dimitió de la sociedad artística y su fuente fue expuesta en la Galería 291 (un salón radical sito en el número 291 de la Quinta Avenida neoyorquina), en donde fue fotografiada por Alfred Stieglitz, director de dicha sala y fotógrafo de vanguardia.

Lo que ha llovido en estos 101 años acerca de en qué consiste el Arte; qué es una obra de Arte, cuáles son los límites de la misma; qué puede considerarse Arte y qué no, se ha traducido en una enormidad de ensayos, tratados, artículos, proclamas y manifiestos de todos los colores, provenientes de todos los ámbitos artísticos y extra artísticos. No es éste el lugar para comentar las distintas corrientes estéticas que apoyan o rechazan estas obras polémicas que desde antes del propio Duchamp aparecen en los salones, en los museos y las galerías de Arte internacionales, porque mi deseo es centrarme en las veinticuatro fotografías que el performancista madrileño Santiago Sierra ha presentado en la feria internacional de Arte ARCO y que fueron retiradas inmediatamente por la galerista que las presentó, Helga de Alvear, a petición de IFEMA, la entidad que organiza todos los eventos que se organizan en Madrid, entre los cuales está ARCO, una de las ferias de Arte más importantes del mundo.

Pero les pido disculpas, amables lectores, por estar hablando de ARCO, IFEMA, Santiago Sierra, Helga de Alvear y otros entes sin habérselos presentado antes. Veamos, si les parece, quiénes son los actores de esta comedia.

Dramatis personae

ARCO es uno de los eventos que organiza IFEMA a lo largo del año; un evento jugosísimo en el que se concitan las obras, instalaciones y performances de cientos de artistas y al que acuden decenas de miles de ciudadanos con o sin intención de comprar lo que ven. ARCO es, pues, una feria de Arte, y una de las más importantes del mundo, actualmente. Pero ¿qué es IFEMA? ¿Quiénes la componen?

Bien: IFEMA es una entidad consorciada y participada accionarialmente por la Comunidad de Madrid, el Ayuntamiento de Madrid, la Cámara de Comercio e Industria y la Fundación Obra Social y Monte Piedad de Madrid. Los Órganos de Gobierno que gestionan IFEMA son, pues, los máximos representantes de cada una de esas entidades.

En ARCO participan más de doscientos galeristas o marchantes de arte; los galeristas son los que comercian con el Arte, y cada uno de ellos presenta la obra de los autores que les parecen bien. Unos galeristas tienen un criterio más atrevido; otros, más clásico; muchos de ellos pretenden ser transgresores; algunos, lo son de verdad. En el caso de Helga de Alvear, una alemana de nacimiento que se casó en España con un arquitecto a sus 21 años, en 1957, estamos ante una galerista extraordinaria, con una enorme trayectoria (tiene 82 años!) y una gran proyección nacional e internacional. Carece de tonterías, y en una entrevista que le hicieron a los dos días de verse presionada para retirar la obra de Sierra, dijo “a mí me han pedido que retire las fotografías, y yo las he retirado. Ahora me han pedido que las vuelva a poner, pero ya no es posible: ya están vendidas. Y por mucho dinero.” Y añadía, riéndose a la cara del periodista desde sus 82 años, “Santiago Sierra está encantado con el escándalo!”

Por supuesto que Sierra está encantado con el escándalo! No hay nada mejor para un artista que un buen escándalo. Y si, además, el artista no es un artista verdadero, mejor que mejor! Porque hace ya más de cien años que las obras de Arte que son acompañadas de un escándalo en su estreno (La Consagración de la Primavera, de Igor Stravinsky), en su publicación (Ulises, de James Joyce) o en su primer día de exposición (Impresión: sol naciente, de Manet) adquieren un marchamo de prestigio que las consolida no sólo como obras de verdadero Arte sino como piezas geniales de creadores que iban muy por delante de sus coetáneos y que hoy día son percibidas como clásicos.

Las fronteras del Arte

Pero hasta este fenómeno del escándalo como bendición tiene sus reglas! Muchas, muchísimas obras que han sido presentadas como arte han ido acompañadas del rechazo, del estupor y hasta del asco del público y luego han desaparecido para los restos de la Historia del Arte porque, efectivamente, no eran verdaderas creaciones artísticas sino simples pataletas, vulgares protestas o sencillamente performances sin mucho recorrido. Hay centenares, miles de ejemplos; especialmente, en el terreno de la música contemporánea y del arte plástico del siglo XX. Obras sin una base emocional profunda, piezas que no surgen como resultado de una verdadera sublimación de emociones sombrías o luminosas en el espíritu del autor, sino con el único propósito de escandalizar a la audiencia, pretendiendo –a mi juicio, patéticamente- equipararse a aquellas otras que han causado escándalo, quizás sin pretenderlo, pero que después han superado la prueba del tiempo y hasta han abierto un nuevo camino expresivo.

No soy yo quien para delimitar dónde están las fronteras del Arte, pero hay un dato que sí tengo claro y que puedo defender con argumentos sólidos: las obras de Arte lo soportan todo; todo, menos la voluntad panfletaria. En el momento en que una novela, un poema, un cuadro, una ópera o una escultura son utilizados como medio a través del cual vomitar una soflama política al espectador, al lector o al oyente, esa pretendida obra de Arte se convierte en un recipiente vicario en el cual se ha colado un mensaje como se cuela un polizón en un barco; un mensaje distinto al que toda obra artística pretende dar. La Política usurpa las funciones de aquellas vías que ocupa circunstancialmente; vampiriza al medio del que se sirve; anula el efecto de la materia sobre la que se posa para, desde la atalaya del respeto debido al Arte, vociferar sus planes.

Un poema que glose las virtudes del Comunismo o del Fascismo (que los hay, y muy enfervorecidos!) deja de contarse entre las obras de la Poesía para apiñarse entre los panfletos. Un cuadro en el que se presente a Kim Jong-un acariciando niños y dando de comer a los cervatillos, por muy maravillosamente trazado que esté, por muy delicadamente estructurada que nos presente la escena es un panfleto propagandístico cuyo fin político evidente es hacer creer a los desgraciados norcoreanos que su dictador es lo contrario de lo que es. La calidad de la manufactura pictórica puede ser de una altura incontestable, pero el mensaje que traslada tiene una intención extra artística que, ineludiblemente, acalla y destruye cualquier otra consideración emocional.

Las 24 fotos retiradas por orden de IFEMA no son, a mi juicio, una obra de Arte, sino un panfleto político puro. Peor aún: un panfleto político oportunista que no busca la conmoción estética del espectador sino el difícil objetivo de conseguir un escándalo político en este momento concreto de la Historia de España. Y esto hay que reconocerlo: lo ha logrado! Y tiene su mérito, porque lo cierto es que en España es ya dificilísimo escandalizar políticamente a nadie; por desgracia, estamos curados de espanto desde hace años.

A Sierra se le ha aparecido la Virgen

Pero una obra de Arte es otra cosa. Y, sin entrar en consideraciones tales como si colocar en ARCO las fotografías de los 24 violadores-asesinos más célebres y titular la colección “Esclavos del Sexo” sería considerada también una obra de Arte, las veinticuatro fotografías pixeladas de Santiago Sierra, aunque estén desactivadas para el Arte por la evidente soflama panfletaria que arrastran, pertenecen sin duda al mundo del negocio galerístico, y en este sentido (el meramente crematístico) es un golpe genial. Miren ustedes: en cuatro días el performancista ha conseguido una incalculable publicidad gratuita en todos los medios de comunicación, una aureola de artista maldito para los restos, y la bonita suma de 96.000 euros (80.000€ + IVA) que se ha embolsado vendiéndole la patraña a otro listo, Tatxo Benet, periodista y socio de Jaume Roures en Mediapro! Bingo! Ahora, todos los tontos de España -que son legión!- podrán dejar pingües beneficios al comprador del bodrio pagando para ver las fotos pixeladas de esos veinticuatro delincuentes catalanes condenados por organizar e instrumentar un golpe de Estado en España.

¿Por qué Helga de Alvear incluyó esta supuesta obra en su aportación a ARCO? Para mí, es evidente. Evidente y hasta legítimo: lo que quiere un galerista es publicidad, y, en el universo del mercado del Arte, el escándalo supone un marchamo de prestigio inmediato. En este sentido, me parece perfecto lo que ha hecho esta galerista.

En cuanto a Santiago Sierra, el autor del panfleto oportunista, me atrevo a decir lo mismo: ha aprovechado la coyuntura y ha conseguido un pleno al 15. Es un tipo que vive del escándalo desde hace décadas. Si repasan su biografía y su obra (insisto en la cursiva), comprobarán que se trata de un licenciado en Márketin por la Complutense que, posteriormente, le ha visto la punta al suculento campo del escándalo pseudoartístico y ha basado su trabajo en instalaciones, performances y montajes panfletarios dirigidos siempre desde un criterio profundamente mediatizado por la política con minúsculas y el odio al Estado, al Imperialismo (sic) y a todo aquello que suponga la representación de algún género de autoridad. Ahora ha ganado una pasta con este bodrio, además de prestigio como artista incomprendido. Qué puedo decir? Enhorabuena, gañán!

…Ay, IFEMA!

Sin embargo, IFEMA… Lo de IFEMA es deplorable. Y no porque ordenara retirar las fotos de los delincuentes (que ya fue un error táctico de calado, atendiendo sobre todo a cómo se las gastan los medios y los gavilanes políticos en España, que se la cogen con papel de fumar cada mañana!), sino por haber pedido inmediatamente disculpas a la galerista y a ARCO, solicitando –sin éxito, ya- que se volvieran a colgar las fotitos de los golpistas en las paredes de la feria de Arte.

Acusados de censores, de opresores, de franquistas redivivos, los gestores de IFEMA, acojonados por tales epítetos, dieron marcha atrás en menos de 24 horas y donde decían digo dijeron Diego. Pero ya era tarde! El panfletista había vendido su creación a un listísimo separata catalán, multimillonario y con gran visión de negocio, y la obra “Presos políticos” (tiene guasa el título!) ya había volado.

¿A qué vino dar la orden de retirar la performance? ¿Cuándo se ha retirado nada de las paredes y los pasillos de ARCO? Además, cuál fue el motivo? Que atentaba contra la Ley? No, desde luego! Que contravenía los fundamentos del Arte? Vaya! Como si fuera la primera vez que en ARCO se expone un pestiño infumable! ¿Acaso no eran conscientes en IFEMA de que los independentistas viven del victimismo? Haber dejado allí las fotos, hombre! Avergonzarían al autor por sí solas! Pero dar la orden de retirarlas… Menudo error!

Retirada ya la performance, lo que no puede sufrirse es que den marcha atrás, que pidan disculpas, que se bajen los pantalones y que rueguen a la feria, a la galerista y al autor que la reintegren en ARCO! Otro error; mucho más grave que el anterior, a mi juicio. Porque admite tácitamente que han actuado como censores, que el pestiño de Sierra era una obra de Arte y que se han dejado llevar por el odio a Cataluña! Una macroestructura de complejos encadenados (miedo a ejercer la autoridad, miedo a llamar a los bodrios por su nombre, miedo a ser los objetivos del cuento inacabable de los victimistas catalanes) ha hecho posible que un enfermo de odio social como Sierra se lucre en pocos días y gane un prestigio artístico que en absoluto merece; han despertado en el imaginario nacional el fantasma de la censura, y han dado alas a los golpistas catalanes para enarbolar de nuevo el victimismo más patético. ¿Han dimitido ya en masa los gestores de IFEMA? ¿No? No sé a qué esperan!

Lo que tenían que haber hecho

Si entre la cantidad enorme de gestores de IFEMA que ganan su sueldo por figurar entre los órganos de gobierno hubiera habido alguno supervisando qué iban a presentar los galeristas en esta edición de ARCO; si alguien hubiera hecho su trabajo en condiciones, probablemente esta bazofia oportunista de Santiago Sierra no habría figurado entre las colecciones expuestas en la feria de Arte madrileña; la galerista Helga de Alvear habría tenido que comunicar al odiador profesional Sierra que ARCO no iba a ser su trampolín político este año; nadie habría conocido el truño panfletario del autor, y aquí no habría pasado nada. Pero de entre las decenas de directivos, asesores, altos cargos y figurantes que pueblan IFEMA al parecer no hubo ni uno que se encargara de supervisar el contenido de la feria que ellos mismos licitan cada año. Y se coló de rondón esta bazofia.

Pero, hecho el daño, les habría valido más no rectificar, sino (creo yo) haber pedido disculpas por no haber supervisado la cosa antes de abrir ARCO al público, explicar que los panfletos políticos no forman parte del mundo del Arte, defiendan la idea que defiendan, y que el sitio de esas fotos puede ser cualquiera salvo una exposición de Arte. Punto. Pero pedir disculpas y rectificar…

Lo que ha hecho IFEMA no es censura, sino una estupidez. Una estupidez iniciada con una negligencia organizativa, seguida por un cúmulo de miedos absurdos, y culminada con un error táctico más propio de torpes de campeonato que de gestores del dinero público. Una serie de desgraciados acontecimientos, pero en ningún caso censura. Qué más quisieran los golpistas catalanes! Cuánto añoran el franquismo!

En cualquier caso, y siendo como soy un espectador estupefacto de la realidad de mi país, debo decir algo en referencia a este episodio nacional que mezcla Arte y Política con el mismo éxito que si pretendiéramos mezclar aceite y agua: aunque Santiago Sierra afirme que “el Arte es lo que el artista decida” (frase extraída de una entrevista hecha a vuelapluma en la sección Cultura de El País el pasado 22 de febrero), el Arte no es lo que decida Santiago Sierra. Como tampoco es el Arte lo que decidió Marcel Duchamp cuando presentó aquel urinario hace ahora un siglo. Y como tampoco es Música lo que nos han querido vender como tal durante muchas décadas del siglo XX, rodeándola de un supuesto arcano de intelectualidad lleno de estructuras sofísticas, series matriciales y pedanterías insufribles.


No: ni el Arte es lo que nos diga un buhonero politizado, ni la censura es lo que nos digan los golpistas de hoy.





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