miércoles, 27 de febrero de 2019

Sanciones a Spiriman. Crónica de un desagradecimiento


Artículo de Antonio Higueras



Hace apenas dos años escribí en un diario local un artículo, se titulaba En esto llegó Candel. Establecía una analogía con la canción de Carlos Puebla ensalzando la oportunidad de un héroe combatiendo injusticias. En este caso, un enorme dislate sanitario, y no en la Cuba revolucionaria sino en la Granada indolente e inmovilista ante su progresiva pérdida de posiciones en el ranking nacional, pese a tantas potencialidades.

Resultó que un 16 de octubre -Granada 16 O- la bella durmiente se despertó porque un personaje surgió con formas tan inusuales como sinceras y valientes, estimuló sus humores animando a luchar por recuperar un hospital sustraído entre cantos de incompetencia y aviesas intenciones amparadas de impunidad.

Las calles resultaron ordenadamente repletas de una inédita reivindicación repetida hasta en tres ocasiones como los balcones de sus arterias jamás habían visto. Profesionales junto a ciudadanos se enlazaron entre pancartas, tambores y un entusiasmo que presagiaba el triunfo que los seguidores del Régimen no imaginaban. Tras la reversión del nefasto plan y la destitución de sus autores, los noveles manifestantes siguieron a su líder, y hasta se motivaron para congregarse llenando el Paseo del Salón para protestar por una cobarde diana que pretendía intimidar el entorno familiar del Dr. Candel o en la emblemática Fuente de las Batallas, que salpicó globos blancos de posteriores reivindicaciones.

El objetivo derogatorio estaba logrado. El nuevo hospital abría sus puertas, mientras los ánimos reivindicativos iban cediendo al mismo ritmo que algunos guerreros se lanzaron sobre las nuevas jefaturas acabando con su efímero ardor de combate. Siempre igual,  como repetía un anciano familiar: “unos crían la fama y otros cardan la lana”. Qué oportuna evocación ahora que estrenan cargos algunos emergidos personajes.

Candel, por el contrario, sigue fiel a Spiriman y no se conformó con el Decreto, sigue infatigablemente señalando a los corruptos, a los ineptos y a los prevaricadores. Los llama por su nombre en un el lenguaje desinhibido, callejero y, posiblemente tan barriobajero, que le silban los oídos a sus Señorías, los mismos que prefieren sacarle tarjetas rojas porque son tan sensibles de tímpano como miopes antes la gravedad de los hechos que denuncia. Aquí nadie se va a molestar investigando o admitiendo a trámite ingentes horas de denuncias de Justicia por la Sanidad y sus más de 12.000 seguidores, porque tienen un presidente tan mal hablado en público, como posiblemente ellos en casa y con eso ventilamos el tema del insurgente. Camarero ¡otra cerveza!



        

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