viernes, 5 de febrero de 2016

Arbitristas


 Artículo de Eduardo Maestre

No sé. Creo que los que escribimos acerca de los asuntos políticos que afectan a los españoles debemos tener algún problema neuronal. Un fallo en el Sistema Nervioso Central. O algún cable suelto que da chispazos aleatorios. O, qué sé yo: una grave carencia de ferratina. O un exceso de la misma!

Porque, la verdad: qué me importa a mí si los catalanes se independizan o no? Si, de cualquier manera, ese trozo más o menos indefinido de tierra va a seguir pegado a Aragón! Unido física, tectónicamente a Valencia y a los Pirineos! Incluso si Valencia también se independizara, qué narices me importaría a mí? Si yo no voy nunca para
allá! Una vez fui a Alicante, a tocar en un congreso; hacía una humedad que nos hizo comprarnos camisetas en un mercadillo al segundo día de estar allí, porque se nos había empapado ya todo el equipaje. Dios mío, qué calor!

Qué me importa a mí que detengan o no detengan a la cúpula entera del PP en Valencia? En qué influye realmente en mi vida que los Pujol estén libres por la calle, pavoneándose de su impunidad pese a haber arruinado su propia tierra a base de sacar miles de millones de euros de las arcas del Estado? Qué más me daría que los encarcelaran ya? Mejoraría eso mi situación económica? Que trinquen a los chorizos del PSOE andaluz y los empuren metiéndolos en la cárcel va a cambiar en algo el hecho de que yo tenga que conducir a diario 100 kilómetros para ir a trabajar, y otros 100 kilómetros más para volver a mi casa cada noche?

Y en definitiva: qué leches me importa a mí que el contrastado cretino de Pedro Sánchez forme Gobierno con Ciudadanos, o con Podemos y los separatas? O que lo decapiten en un congreso en mayo, y su sustituta vaya a nuevas elecciones y tras la retirada de Rajoy se alíe con el PP y Ciudadanos en una gran coalición? En qué va a modificar eso que yo le dé los potitos a mi hijo Beltrán sobre la una de la tarde? Realmente habría mucha diferencia entre el Gobierno de una gran coalición de socialdemócratas (PP, PSOE y C´s son todos socialdemócratas!) y el de un Frente Popular? Creen ustedes, de verdad, que Alemania, Francia, Inglaterra y EEUU iban a permitir que se cerraran las bases norteamericanas o que se dejara de pagar la deuda con Europa? Pero si no se le ha permitido a los griegos, que tienen un Gobierno íntegramente formado por grecopodemitas ilusos! Cómo iba a prosperar en España un Gobierno frankesteiniano compuesto por tal amalgama de chusmas irreconciliables? Es que no iban a poder aprobar ni una mísera Ley! Y eso, sin contar con que tanto a los jueces como a las fuerzas del orden les diera por aducir objeción de conciencia y no acatar las órdenes de un pelagatos con rastas puesto en el cargo por los gurús proiraníes! Que todo podría ocurrir!

Yo ahora estoy enfermo. Estoy de baja. Mi enfermedad es real; no hablo figuradamente. Estoy jodido, como se suele decir. Pero espero ponerme bien dentro de poco. Lo suficiente como para reincorporarme a mi trabajo de profesor de conservatorio. Creen ustedes que mi enfermedad va a mejorar porque el putrefacto partido de Sánchez vea la luz y en un rapto de españolidad sin precedentes decida coaligarse con el pútrido partido de Rajoy y con los contrastados judas de Ciudadanos? Piensa alguien que, por el contrario, pudiera empeorar mi salud por el hecho de que lo que alumbrara este parto de los montes que estamos viviendo desde el 20 de diciembre fuera un Frente de Izquierda radical?

En absoluto! Mi salud va a seguir yendo por el camino que tiene que ir, que no es otro que el de la naturaleza; no me curaré, porque lo mío es crónico y no se puede curar ya; pero mejoraré sustancialmente y volveré a mis quehaceres laborales y personales; seguiré teniendo los mismos problemas de dinero que siempre he tenido; me alegraré de tocar algún concierto con alguno de mis pocos grupos; veré de vez en cuando a mi hijo el mayor, que vive lejos, con su madre, y procuraré educar a mi hijo pequeño, que es un precioso bebé simpatiquísimo con el que mi mujer y yo tenemos que tener mucho cuidado para no comérnoslo! Pero nada cambiará. O no cambiará tanto como para que lo pueda notar en mi vida real.

En el siglo XVI, a mediados del mismo, apareció la figura del arbitrista. Un arbitrista era una persona ilustrada que, preocupada extraordinariamente por la situación económica de la España de Carlos I y luego de la de su hijo Felipe II, se devanaba los sesos intentando dar con una solución concreta que pusiera coto a la sangría que por aquellos años devastaba las arcas españolas. La sangría, como ustedes habrán ya imaginado, estaba provocada por las continuas guerras internacionales que España encabezaba para sostener a duras penas el Imperio. Estos arbitristas -algunos de ellos, muy serios- enviaban al Rey sus sesudos trabajos en los que ofrecían soluciones de lo más variopintas; la mayoría de ellas, radicales, y, sobre todo (y éste solía ser el error habitual entre los arbitristas) fundamentadas en un solo factor, pues no solían ser personas que contemplaran globalmente la situación de la nación, sino que solían centrarse bien en el campo, bien en la marina, bien en la artesanía, etc. Sin embargo, algunos de los estudios recibidos en la Corte eran tenidos en cuenta, pero la mayoría de ellos ni siquiera eran leídos por los destinatarios.

Los arbitristas continuaron ofreciendo sus soluciones hasta bien entrado el siglo XVIII, aunque en esa época, y por la enorme evolución de estos estudiosos particulares, ya no pueden ser llamados propiamente arbitristas sino economistas. Digamos, pues, que las penurias de haber tenido que sufrir ser la sede del Imperio hizo de España la primera nación del orbe en crear un género literario que hoy se conoce como Teoría Económica, más imaginativo e inquietante que muchas novelas. Nos cabe el honor a los españoles, curiosamente, de haber creado el género! Pero también de haber parido una figura tan patética y a la vez tan enternecedora como la de los arbitristas: hombres cabales, verdaderos patriotas, ciudadanos comprometidos con su nación y con el Estado, parroquianos inteligentes cuyo único afán era el de mejorar la vida y hacienda de los españoles. Y, sin embargo, ignorados y hasta vilipendiados por quienes tenían realmente la sartén por el mango.

Pues bien, eso somos nosotros: arbitristas. Llevamos años escribiendo, grabando vídeos, dando charlas y conferencias, asistiendo a debates, volviendo a escribir. A diario!!! Estudiamos los datos; los cotejamos; establecemos teorías y las exponemos; observamos irregularidades y las denunciamos. O planteamos soluciones radicales. O globales. Pero siempre estamos poniendo el dedo en la llaga de la actualidad política. Y cuando digo nosotros, no me refiero ni incluyo a los periodistas que cobran por dar su visión de lo que pueda estar ocurriendo, sino a nosotros-nosotros: los ciudadanos comprometidos; los que no sólo no cobramos, sino que exponemos nuestro nombre y apellidos; que entregamos nuestra cara a la opinión pública.

Por qué lo hacemos? Pues la verdad es que, después de tanto tiempo, ya no lo tengo claro. No sé si es por una mezcla de inconsciencia y susceptibilidad, o por un fallo hepático. O sencillamente porque tenemos en el cerebro un haz neuronal deficiente que pueda estar cortocircuitando la sensación esencial de miedo a las represalias. Pero está claro que lo sentimos como una obligación moral; como un deber social.

Sin embargo, no estoy tan ciego como para no ver el paralelismo que hay entre nuestra figura (la de los ciudadanos que denunciamos lo que hay, proponiendo soluciones) y la de esos buenos hombres nacidos en el corazón del Cinquecento español, cuyos devaneos acababan indefectiblemente en un Tractatus o en cientos, en miles de pliegos enviados por posta al Rey y con cargo, claro está, al propio bolsillo.

Muchas veces lo pienso: qué me importa a mí que hagan a Íñigo Errejón Ministro del Interior, o a Carolina Bescansa Ministra de Sanidad? Qué más dará que metan en el trullo a Manolo Chaves, a los Pujol o a los Barberá´s Boys, si nadie va a devolver un puñetero euro? Y aunque ocurriera un milagro y se recuperaran los miles de millones desviados a paraísos fiscales; aunque el Estado recolectara paso a paso y euro a euro todo ese inmenso desfalco institucional, en qué lo notaría yo? Alguien cree que la Junta de Andalucía iba a concederme a mí algún concierto para difundir mi música? Es que hay algún incauto que pueda creer que éste que está aquí iba a conseguir algún género de apoyo para reconstruir la maravillosa orquesta minimalista que conseguí poner en pie hace ahora cuatro años? Los pañales de mi hijo Beltrán me saldrían más baratos? La pasta que me dejo en gasoil cada mes para ir a trabajar (y en revisiones, y en talleres para mi machacado coche) iba a ser menos? Sustantivamente menos?

Y lo que es más: aunque se creara la gran coalición entre los socialdemócratas del PSOE, de C´s y del PP (buenistas, contorsionistas y pragmáticos, respectivamente) y se alejara el espanto de un Frente Popular a los mandos del Gobierno, de qué me serviría a mí, que lo que quiero es un cambio drástico de la Constitución, de la Ley Electoral y, en resumen, del sistema de vida que hay en España? Es que acaso éstos (o los otros!) iban a mover un dedo para matar a la gallina de los huevos de oro que les sustenta en el Poder? …Vamos, hombre!

Entonces… Qué hacemos, publicando a diario? Qué narices hacemos, escribiendo artículos primorosos, poniendo el foco de luz sobre el desconchón que afea cada pared de nuestra Política? Yo no me lo explico! A menos que acepte el tremendo hecho siguiente: que formo parte de los nuevos arbitristas españoles! Eso sí lo explicaría todo! Ciudadanos preocupados por su nación, por el Estado que la articula, por la inexplicable inconsistencia en el cumplimiento de la Ley por parte de sus Instituciones. Arbitristas! Hombres y mujeres conscientes de estar caminando entre tinieblas con la única luz que nos proporciona el tímido candil de nuestra inteligencia. Arbitristas. Gente consciente. Personas que creen aún que el universo puede mejorar. Arbitristas. Ciudadanos de verdad. Amantes de la Polis. Estamos locos, o cómo estamos?


…Yo qué sé! …Por eso digo que debemos tener algún problema neuronal. Cualquiera sabe! Un fallo en el SNC. Un cable pelado echando chispas. Carencia de ferratina. O exceso. 




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