miércoles, 9 de marzo de 2016

La campaña continúa (segunda parte)


Artículo de Luis Marín Sicilia


“Podemos es el antifranquismo de quienes no conocieron ni a Franco ni a su régimen, criados en una democracia que se lo ha dado todo y de la que reniegan sin más argumentos que el rencor, el odio y el sectarismo”

“Pedro Sánchez ha conseguido llevarse al huerto a Ciudadanos, en un matrimonio que dicen indisoluble, impidiendo que el único partido con el que podía negociar el PP pueda hacerlo sin la hipoteca del pacto suscrito por los de Rivera con el PSOE”

Concluida la intentona fallida para investir presidente a Pedro Sánchez, lo que ha supuesto un hito más en su afán por conseguir hacer historia en sentido negativo, los españoles asistiremos, con casi total seguridad, a la prolongación de lo que hasta ahora ha sido una mera campaña electoral, huérfana de propuestas debidamente argumentadas y apoyadas con datos financieros, dirigida más a un público fiel y televisivo que a un pueblo adulto y suficientemente responsable.

Sería darle demasiada importancia a los actores de los debates parlamentarios ocuparnos de ellos, más allá de lo necesario, para dejar constancia de la total orfandad de propuestas de futuro con que nos han obsequiado. La única conclusión lógica de los mismos es su absoluta falta de rigor acorde con quienes creen estar, no en la sede de la soberanía nacional, sino en uno de los muchos platós televisivos donde esta nueva serie de adanes políticos se hizo famosa, cuál rutilantes personajes de la telebasura.

Aparte de la rufianesca presencia de individuos que pretenden perdonarnos la vida a quienes creemos en la soberanía del conjunto de los españoles, los cuales, en el momento oportuno si persisten en su desafío, conocerán la fortaleza de la nación española; al margen de tales personajes, resulta patética la insistencia del candidato frustrado para tender la mano a quienes desprecian su trayectoria como partido de izquierdas y a quienes ofenden a sus líderes carismáticos que mayores logros sociales consiguieron para el conjunto de la ciudadanía.

La insistencia de Sánchez en hacer ver a Podemos que no hay mayoría de izquierdas implica que, de haberla habido, su disposición a gobernar con un partido antisistema y fraccionador de la soberanía nacional estaría fuera de toda duda, lo que conviene tener en cuenta, ya que la ambición del personaje parece no tener límites, máxime después de confirmarse con nitidez el maridaje de Iglesias con las ideas de los batasunos de Otegui.

Quien haya seguido con un mínimo de neutralidad los debates habrá colegido, sin ningún tipo de dudas, que Podemos es el antifranquismo de quienes no conocieron ni a Franco ni a su régimen, criados en una democracia que se lo ha dado todo y de la que reniegan sin más argumentos que el rencor, el odio y el sectarismo. Por ello no se entiende la fruición de un teórico socialdemócrata con quienes representan la pura pesadez de una izquierda anacrónica, adobada para el engaño de ignorantes.

Mientras los graves problemas del país pueden aumentar ante lo que ya anuncian muchos institutos de opinión como una muy probable recesión mundial, aquí nuestra clase política sigue enredada en cuestiones pueriles, presa de la mediocridad y la obsesión por el corto plazo, con planteamientos demagógicos y frívolos. Si el Congreso de los Diputados se ha convertido en una barra de bar, donde blasonan los machistas como Iglesias, los provocadores como Rufián y los ambiciosos sin currículum como Sánchez, mientras no se atisba con claridad a una derecha que asuma el reto con valentía y haga valer sus principios, ¿en qué manos estamos dejando el futuro de España?

Con su indudable capacidad de maniobra, y con el alegato de que los españoles han pedido diálogo, que él negó reiteradamente, y sigue negando, al partido con más respaldo popular, Pedro Sánchez ha conseguido llevarse al huerto a Ciudadanos, en un matrimonio que dicen indisoluble, impidiendo que el único partido con el que podía negociar el PP pueda hacerlo sin la hipoteca del pacto suscrito por los de Rivera con el PSOE, cuya representación pretende ostentarla el candidato frustrado.


Y es que la hipoteca de tal pacto no es baladí ya que, entre otras cosas, propone un incremento del gasto público, para afianzar, dicen, el Estado de bienestar de 60.000 millones de euros, al tiempo que conseguirá bajar el déficit al 3 % en 2017 y al 1 % en 2019. Como siempre, copiando la demagogia habitual de la izquierda, ello se conseguirá bajando la carga fiscal a las rentas del trabajo y apretando a las grandes fortunas, para lo que crearán otro organismo, la Oficina del Control Fiscal de las Grandes Fortunas. Las grandes fortunas ya han sacado de forma legal, según informe del Banco de España, más de 100.000 millones de euros de sus ahorros, en lo que va de año. Es decir, como siempre, los gastos desorbitados los pagarán las clases medias trabajadoras, porque los ricos saben cómo poner a buen recaudo sus ahorros.

Pero es que, aparte de consideraciones económicas, el pacto pretende derogar, entre otras reformas de los populares, algo tan aceptado por una inmensísima mayoría de ciudadanos como es la prisión permanente revisable para delitos gravísimos como el terrorismo o la violación de menores. Si a ello se une la ambigüedad de otros compromisos, como la inmersión lingüística o la pervivencia de las Diputaciones, que depende su diferente interpretación del socio que la explique, es obvio que la firma del mismo pretendía salvar la cara del candidato y reforzar la imagen pactista de Rivera, sin operatividad alguna para el fin que le encomendó el Rey, que era la investidura.

En consecuencia, de no imperar el sentido común, nos abocamos a una larga campaña electoral, cuya inauguración ya soportamos en las dos sesiones fallidas de investidura. Si es así, conviene estar preparados para digerir la cantidad de disparates demagógicos con que nos asaetearán quienes confunden la gestión de los intereses comunes con un bazar de feria. Tal posibilidad solo puede pararla un gran acuerdo de las tres fuerzas constitucionalistas que posibilite un "Gobierno de gestión" durante un par de años que realice las grandes reformas necesarias para garantizar la fortaleza institucional ante los retos antisistema y separatista, al tiempo que acabe con el régimen de partidos piramidales que, con sus deficiencias, han facilitado la corrupción.

Ante una hipotética larga campaña electoral, sería bueno que no se nos olvidara la reciente advertencia del FMI de que "sin tomar medidas serán insostenibles a largo plazo los sistemas públicos de pensiones y sanidad", de forma que "nuestros nietos tendrían que hacer frente a una deuda insostenible y a fuertes subidas de impuestos que ahogarían el crecimiento y reducirían su bienestar económico". Al incrementarse la longevidad hay que ampliar la edad de jubilación, ya que las tendencias demográficas y el envejecimiento de la población implican un impacto negativo en el crecimiento potencial de las economías.

La composición actual del Congreso de Diputados es descorazonadora, ya que ni el cinco por ciento de sus miembros tiene conocimiento pragmático de cómo funciona la "economía productiva" y sus ideas, incluso bien intencionadas, no pasan, en términos de rigor jurídico y económico, de ser simples formularios panfletarios. Pero, salvo nuevas elecciones, con estos mimbres hemos de hacer el cesto del sostenimiento económico y social. Y un despilfarro como el que anuncian estos "buenistas" solo nos puede llevar a la quiebra y a la intervención, como ocurrió en Portugal y en Grecia, máxime cuando en abril, previsiblemente, se implementen nuevas reformas de la Comisión Europea al Gobierno español, para, entre otras cosas, hacer sostenible el sistema de pensiones.

Quien quiera saber las consecuencias de frivolidades demagógicas haría bien en no atender demasiado a los políticos en campaña. Mejor es que hable con portugueses y griegos para entender que, ante la quiebra económica, la famosa "Troika" te deja el dinero pero te secuestra e interviene. Por eso, aunque ahora se olvide, el gran éxito de Rajoy y su gobierno fue evitar el rescate, cuyas medidas para conseguirlo fueron "peccata minuta" comparadas con las que sufren griegos y portugueses.

Coda.-

"Llamaré al líder del PSOE para tener con él una conversación privada. Si quiere venir con Rivera que lo haga" (Rajoy).

"Quien convoca es el candidato que tiene más apoyos, que soy yo" (Sánchez).

"Quien cuenta con más apoyos es el pacto PSOE-Ciudadanos, no el candidato, porque ya no hay candidato" (Rivera).

A la vista de estos dimes y diretes, impropios de estadistas de mínimo nivel, no es de extrañar que el Rey no inicie nuevas consultas, mientras los grupos políticos no sean capaces de entenderse. De ser el Rey, y visto el atrevimiento de Sánchez, yo no haría propuesta de candidato alguno que no me exhiba por escrito el pacto de investidura suscrito por grupos suficientes para alcanzarla.



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