miércoles, 10 de agosto de 2016

¿Pero qué hemos hecho?




Artículo de Luis Marín Sicilia

“Felipe González tuvo que hacer la reconversión industrial de los ochenta y debió cambiar su valoración sobre la OTAN y la homologación con nuestros aliados naturales”

“Zapatero padeció un déficit que se le desbocó por jugar con el ‘buenismo’ populista, regalando cheques bebé y ordenadores a estudiantes, levantando aceras y construyendo rotondas en un ‘Plan E’ tendente a incrementar ficticiamente las cifras de empleo”

“La conducta de los dirigentes políticos pone de manifiesto el drama actual, al encontrarse al frente de las formaciones perdedoras políticos sin experiencia que solo exhiben endogamia y tacticismo, peleas de aparato y guerrillas de congresos partidarios”


En la tarde de ayer el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, puso encima de la mesa seis medidas de regeneración que, aceptadas, como espero que lo sean, por Rajoy, deben desbloquear la situación política española, iniciando una negociación amplia que permita la gobernabilidad del país. Hasta entonces, el panorama ha sido realmente desalentador, y conviene recordar la razón del desaliento.

Ascendiendo con los codos en los aparatos partidarios, España está en manos de políticos aficionados que no entienden realmente en qué consiste el diálogo y el consenso cuando las urnas no dan mayorías suficientes para gobernar en solitario. Resulta particularmente inconcebible la incapacidad para ponerse de acuerdo los partidos llamados constitucionalistas, empeñados más en buscar vetos y puntos antagónicos que en encontrar puntos de encuentro. Ignoran la realidad de la gobernanza en países de nuestro entorno, donde la oposición tiene un papel tan importante como el gobierno y, a veces, más influyente que él.

Para que España comience a andar necesita urgentemente la formación de un Gobierno que apruebe el techo de gasto, los presupuestos y la senda del déficit, sin lo cual sueldos y pensiones se congelarán y la espada de Damocles europea retendrá fondos de unos 1.200 millones de euros y nos sancionará con otros 5.000 millones. La ausencia de Gobierno es tan perjudicial que, a la demanda de significados varones y dirigentes socialistas, se han sumado los expresidentes Felipe González y Zapatero.

Tanto Felipe como Zapatero, especialmente este último, saben lo que significa una llamada desde Berlín, Bruselas o Washington advirtiendo de las previsibles sanciones y los subsiguientes rescates que se imponen, a cambio de poder seguir disponiendo de fondos suficientes para pagar las nóminas y pensiones que garanticen el estado de bienestar.

Felipe González lo sabe todo sobre el Estado, las fuerzas del mercado, la defensa de los valores de Occidente y las consecuencias de un bloqueo económico. Tuvo que hacer la reconversión industrial de los ochenta y debió cambiar su valoración sobre la OTAN y la homologación con nuestros aliados naturales, convirtiéndose en el líder político con más experiencia de nuestra andadura democrática.

Zapatero padeció un déficit que se le desbocó por jugar con el "buenismo" populista, regalando cheques bebé y ordenadores a estudiantes, levantando aceras y construyendo rotondas en un "Plan E" tendente a incrementar ficticiamente las cifras de empleo. Disolvió anticipadamente las Cortes para no tener que aprobar unos presupuestos con recortes imprescindibles plagados de la austeridad impuesta por Bruselas. El marrón hubo de afrontarlo un Rajoy acosado por un déficit oculto que nos puso al borde de la intervención y de la fiscalización permanente de nuestras cuentas por los llamados "hombres de negro".

Ante la experiencia de estos expresidentes y la de significados líderes socialistas como Borrell, Solana o Guerra, se pronuncian unos insolventes dirigentes de la ejecutiva actual, cuyo único mérito reside en haber escalado puestos en el aparato partidario. Si no estuviera instalado en el rencor, Pedro Sánchez aprovecharía el enorme poder que otorga liderar la oposición ante un gobierno débil, para facilitar con su abstención una investidura de mínimos, con una legislatura previsiblemente corta, salvo que, cumplidas las exigencias regeneradoras, Ciudadanos se avenga a entrar en el Gobierno. Desde la oposición se redundaría el PSOE fortaleciendo su mensaje socialdemócrata frente al neocomunismo populista de Podemos, mientras el PP acometería una regeneración que facilitaría el pacto con C's. Todo ello supondría la reconversión general de nuestra clase política.

Sin embargo, la conducta de los dirigentes políticos pone de manifiesto el drama actual, al encontrarse al frente de las formaciones perdedoras políticos sin experiencia que solo exhiben endogamia y tacticismo, peleas de aparato y guerrillas de congresos partidarios. Como ya han dicho expertos analistas, a la política debiera venirse aprendido, o al menos con conocimientos ciertos de cómo funciona la sociedad civil, por haber abierto algún negocio, pagado nóminas o cotizado a la Seguridad Social.

El problema es que la política actual está en manos de unos pocos aficionados que desconocen casi todo de la Política con mayúsculas, y se entretienen en jueguecitos de palabras, retóricas hueras de "derecha"/"izquierda", buenismo infantil y discursitos insustanciales. Pero, eso sí, con un ego narcisista y una pose infinita que pone de manifiesto su única intención: la de la supervivencia personal para seguir viviendo del pesebrero público, controlando los aparatos de partido, lo que explica la fractura actual del PSOE. Como los asuntos serios son incómodos, no les interesan; solo su vanidad personal, aquella que, como dijo Antonio Machado, les lleva a despreciar todo cuanto ignoran.

Para conocer las limitaciones de estos personajes bastaría con obligar a todos ellos a que concurrieran a los procesos de selección de las empresas españolas, grandes o medianas, para comprobar que masivamente quedarían excluidos, no ya del nivel de directores de área o de servicios, sino incluso del de simples becarios. ¡Y aspiran a gestionar la mayor empresa del país que es el Estado español! Sin duda, nos estamos volviendo locos.

La ausencia de conocimientos les hace refugiarse en el simplismo seudo ideológico  de la izquierda frente a la derecha, resucitando la peor retórica de la Segunda República con esa apelación al entendimiento de "las derechas" que utiliza Pedro Sánchez para salvar su poder orgánico en el partido socialista y su cuestionado liderazgo. ¿Acaso si el PP debe entenderse con C's, CiU, PNV o CC estos son de derechas, pero si lo hacen con el PSOE dejan de serlo? ¡Qué falta de rigor y qué ausencia de sentido de Estado! En realidad, como se ha dicho, estamos en uno de los momentos más críticos desde la Transición y para resolverlo contamos con el grupo de políticos más incompetente, sectario, mediocre y endogámico de nuestra historia.

Si no avanzamos hacia la gobernabilidad es porque los políticos no quieren interpretar el veredicto de las urnas, las cuales han incrementado el respaldo al más votado y han disminuido el apoyo a quienes quisieron marginarlo. De seguir en esa deriva, con vetos absurdos ya que las responsabilidades políticas se dirimen en las urnas y las jurídicas en los tribunales, unas terceras elecciones llevarían a más de uno, como ha dicho Banderas, a llevarse un "peñazo". ¡Por burros! gritarán los ciudadanos, cabreados con quienes se mimetizan con el perro del hortelano.

El movimiento protagonizado ayer por Rivera, que debe tener continuidad en su reunión de hoy con Rajoy, debe implicar un compromiso en materia presupuestaria y medidas económicas, fiscales y laborales a incorporar en el programa de investidura cuyo voto favorable de C's debe arrastrar, por responsabilidad, a la abstención técnica, total o parcial de los socialistas.

De no ser así, mientras estas medianías metidas a políticos entretienen su ego, los ciudadanos nos preguntaríamos sobre qué hemos hecho para merecer esto. ¿Acaso no habría otra forma de seleccionar a los mejores para las élites de los partidos? ¿Nos hemos vuelto locos dejando la gestión de los intereses colectivos en manos de esta gente? ... Si fracasa este último intento que la Providencia nos coja confesados, o en términos políticos, que la Unión Europea nos vea con los deberes hechos. Por nuestro bien y el de las generaciones futuras.



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