sábado, 12 de noviembre de 2016

La deriva del socialismo catalán


Artículo de Luis Marín Sicilia


“Doctrinalmente, la nación es un conjunto de personas que integran una comunidad con vínculos de lengua, raza, cultura o religión asentados y consolidados por siglos de convivencia”

“Nótese la obsesión de todo separatista en definirse como nación, ya que tal concepto político es en el que reside la soberanía constituyente”

“Considerando que el mayor reto político del momento es la llamada 'cuestión catalana', aportaciones como la de López de Lerma son las que deben ser objeto de debate con voluntad de acuerdo”



Con ese olfato que caracteriza a los socialistas catalanes a partir de la entrega de Maragall a los postulados de ERC, el ínclito Iceta, a la vista de que ni Sánchez lo libró de Rajoy ni Clinton de Trump (¿Recuerdan sus alaridos, "¡por Dios, líbranos!"?), ha convencido a sus menguadas huestes para defender que "Cataluña es una nación", copiando literalmente el mantra del secesionismo más disolvente.

Llevan razón los viejos dirigentes del PSOE cuando se lamentan de no haber puesto en marcha hace tiempo la federación socialista en Cataluña, para acabar con esta deriva infumable del insolidario PSC. Porque, además de no ser conforme al principio de solidaridad que define la doctrina socialista, el empeño de configurar aquella autonomía como una nación choca con los principios doctrinales y con la propia historia.

Doctrinalmente, la nación es un conjunto de personas que integran una comunidad con vínculos de lengua, raza, cultura o religión asentados y consolidados por siglos de convivencia. Este es el concepto de nación-política que constituye un sujeto político en el que reside la soberanía constituyente de un estado. A diferencia de este concepto básico, hay otra concepción como nación-cultural consistente en la existencia de características culturales comunes, dotadas de sentido ético-político que deben protegerse. Si no se aclara que los socialistas catalanes se refieren a estas últimas, están haciendo las mismas trampas que los separatistas llevan haciendo permanentemente.

Como los populismos son tentadores para embarrar las reglas del juego democrático, conviene ser muy claros ante planteamientos ambiguos contraproducentes. El concepto moderno de nación surgió con la Revolución francesa y en España se consolidó con la invasión francesa de 1808, que curiosamente fue repelida con contundencia por el pueblo catalán, siendo uno de los más activos constituyentes de nuestra primera Carta Magna el catalán Antonio Capmany. Y la elaboración de esa primera Constitución española fue presidida por otro catalán, Lázaro Fou, en la que se habló hasta en 32 ocasiones de la nación referida a España y ninguna a Cataluña.

Y remontándose a la fecha que los secesionistas catalanes, a los que parece sumarse el PSC, consideran que perdieron su independencia, el 11 de septiembre de 1714, todos los contendientes, Villarroel, Castellví, etc., se refieren a la "nación española por la que peleamos", jamás a la nación catalana, y reconocen que fue "una guerra civil en la que la nación española fue homicida de sí misma" (Francisco de Castellví, "Narraciones históricas"). Llevados por un interés espurio y egoísta, a finales del siglo XIX surgieron tergiversadores de la historia, el primero de ellos Prat de la Riba, que han vendido mercancía averiada captando a ingenuos entre los que parece cada vez más cerca el socialismo de Iceta.

El oportunismo de los rompedores de la convivencia se produce sin pudor en cuanto atisban la mínima posibilidad de sembrar su semilla disolvente. Es el caso de los activistas californianos que promueven, a raíz del triunfo de Trump, el llamado "Caliexit", la independencia del estado de California de los EEUU. Con argumentos similares a los secesionistas catalanes, se erigen, en su huida de la realidad, en intérpretes iluminados de una supuesta voluntad general. Y se basan en los mismos argumentos negativos: el victimismo, el odio, la soberbia, el egoísmo y el delirio de grandeza. Al grito de "California no es un estado, es una nación" se manifestaron el miércoles pasado proponiendo un referéndum de independencia para 2018.

Nótese la obsesión de todo separatista en definirse como nación, ya que tal concepto político es en el que reside la soberanía constituyente. Por algo EEUU, la nación más poderosa del mundo, la integran distintos estados como estructuras organizativas garantizadas por un poder jurídico, pero solo una nación, la nación americana. Y no cabe la más mínima posibilidad, como han reiterado en múltiples ocasiones, y como ocurrirá con la ocurrencia californiana, de romper dicha unidad política.

Al parecer, el presidente de la gestora socialista Javier Fernández, se reunirá con Iceta para tratar la deriva a que nos estamos refiriendo. Si el socialismo no resuelve claramente el sentido nacional proclamado por el PSC, auguramos un desastre pleno para las expectativas del PSOE, si no rompe con sus hermanos catalanes. Porque es hora de acabar con ambigüedades que sólo conducen a la irrelevancia y a ser engullidos por los que tienen el "copyright" de tales dislates.

Cada vez se oyen con más firmeza voces sensatas catalanistas que buscan la recuperación del "seny" y el abandono de la "raussa".  El exconvergente López de Lerma, que abandonó el partido en cuanto Mas dejó de ser Arturo para llamarse Artur,  ve cada vez más necesaria una fuerza catalanista moderada y pactista y considera a la independencia como una quimera sin posibilidad alguna de prosperar. "No se puede ir hacia un espacio externo a la Constitución y el Estatut. No podemos saltarnos la ley en un Estado de derecho" dice Lerma con rotundidad argumental.

"Entre la ley y la voluntad política, añade el exconvergente, hay espacio para llegar a un estatus especial para Cataluña dentro de la Constitución." Y con el afán constructivo que siempre inspiró a su grupo durante el liderazgo de Miguel Roca, hace una propuesta  que cumple las exigencias de todos: ese estatus especial para proteger la lengua y la cultura catalanas y cambiar su financiación, "se puede incorporar como una addenda en el Estatut que se aprobaría en referéndum". La protección de la identidad catalana quedaría perfectamente garantizada dentro del ámbito constitucional.

Considerando que el mayor reto político del momento es la llamada "cuestión catalana", aportaciones como la de López de Lerma son las que deben ser objeto de debate con voluntad de acuerdo. Lejos todo ello de ese simplismo nominalista sobre terminologías nacionales que a nada conducen, sino a disolver en la irrelevancia a partidos que fueron mayoritarios en Cataluña, como el PSC, y que van perdiendo su atractivo por no saber definirse en un espacio político tan complejo como el que se vive en el nordeste peninsular.



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