miércoles, 16 de noviembre de 2016

Tirarse al monte


Artículo de Luis Marín Sicilia


“Podemos es la excepción a los populismos de todo signo, porque solo en España hay una izquierda que desprecia a su nación y se alía con el separatismo”

“A Iglesias le interesa la calle y no el Parlamento. Por ello busca aglutinar a cuantos más antisistemas mejor”

“Que Iglesias, según todos los analistas, se haya tirado al monte puede ser satisfactorio para su hinchada y para su ego, pero que ello lo sitúa muy lejos de gobernar un país serio no cabe la menor duda” 


Que los populismos están en boga es tan cierto como que los mismos aprovechan los momentos de crisis para expandirse. Otra cuestión, suscitada a raíz del triunfo de Donald Trump en EEUU, es la referente a las similitudes entre los llamados populismos de derecha y los de izquierda, ya que ambos coinciden en la búsqueda de un enemigo del pueblo, la simplificación de lo bueno y lo malo, la movilización social, el apoyo de los débiles ante los poderosos, el oportunismo metodológico y las propuestas simples ante problemas complejos.

Sin necesidad de devanarse los sesos, creo que lo que mejor define a unos y otros, sean de derecha o sean de izquierda, es la demagogia como forma de acción política: el populismo es siempre pura demagogia, es decir "una degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder", según definición de la Real Academia Española.

Así las cosas resulta secundaria la obsesión por buscar puntos de encuentro entre Pablo Iglesias, en España, y Donald Trump en EEUU, ya que lo importante al analizar fenómenos demagógicos no es la forma (populismo), sino el fondo (ideología). Ello explica que la mayor parte de los populismos sean de derechas, profundamente identitarios y defensores de su nación (Trump, FN de Le Pen en Francia, UKIP de Farage en Reino Unido, Alternativa Alemana y demás grupos de Hungría, Holanda, Austria, etc.). Los pocos populistas de izquierda (Cinco Estrellas en Italia, Syriza en Grecia), además de estar en decadencia, tienen un rasgo común que lo diferencia de Podemos: ninguno cuestiona su nación italiana o griega.

Y esta es la cuestión que creo debiera resaltarse: Podemos es la excepción a los populismos de todo signo, porque solo en España hay una izquierda que desprecia a su nación y se alía con el separatismo, lo que nos lleva a concluir que Podemos es, simple y llanamente la extrema izquierda de nuestro conglomerado partidario. Asemejar a Iglesias con Trump por el hecho de que ambos critiquen al establishment y a la casta, es desconocer los contrapesos del sistema democrático de Norteamérica (donde diputados, senadores, jueces, fiscales e incluso jefes de seguridad son elegidos directamente por los ciudadanos), además de que, a diferencia de Iglesias, este no sólo no puede sino que no quiere cambiar el sistema democrático de su país.

Ligado con todo ello me ha parecido interesante y clarificador el proceso seguido en Podemos el último fin de semana, a resultas del cual habrá que dar la enhorabuena al PSOE: el radicalismo de Pablo Iglesias, triunfador de los comicios internos frente a Errejón, lleva a Podemos a la izquierda extrema y abre un espacio suficientemente amplio para la socialdemocracia.


Para consolidar su movimiento político, Iglesias tiene prisas y quiere aprovechar lo que los populistas llaman "el momento", acreditando ser, como de él dijo Errejón, "un compañero de mente incisiva y voluntad bolchevique", razón por la que rechaza cualquier colaboración con fuerzas del sistema. A Iglesias le interesa la calle y no el Parlamento. Por ello busca aglutinar a cuantos más antisistemas mejor: los restos de IU, nacionalistas, abertzales separatistas y anticapitalistas para la agitación permanente y la movilización callejera, al objeto de exagerar el conflicto social, distorsionar la realidad, provocar el "climax" y acelerar el colapso.

En realidad Pablo Iglesias pretende liderar un neocomunismo del siglo XXI. Incluso parece dispuesto a iniciar la purga de los mencheviques, la minoría que ha perdido el último pulso electoral, vista la advertencia sobre el valor de los documentos que aprobó la entonces mayoría menchevique y la "sugerencia" que Espinar, el hombre que especuló con viviendas protegidas, ha hecho sobre el titular de la portavocía de la Asamblea de Madrid. Lenin debe ser un buen maestro para Iglesias y como éste, ya propuso en la famosa "Polémica de 1903" lo mismo que Iglesias hoy para España: "reconocer el derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas por Rusia".

El neocomunismo de extrema izquierda en el que se ha situado Iglesias va a clarificar el mapa político de la izquierda española, si el PSOE hace la lectura correcta. Ya es significativo que, el 26J, Podemos no sólo no creció a costa del socialismo sino que ni siquiera fue capaz de incorporar el millón de votantes de IU. Y pese a otras apariencias, la última encuesta del CIS revela que los podemitas no captan votos socialistas, los cuales se refugian en la abstención.

Una lectura sosegada de dicha encuesta nos resulta bastante clarificadora. Por ejemplo, el voto directo es superior para el PSOE (16,7 %) que para Podemos (11,2 %). Más interesante resulta valorar la extracción del votante podemita, que en un 48 % procede de la clase alta, media alta o media, es decir, son votantes hijos de técnicos y directivos, clase media urbana, que reclaman mejor estatus de renta y trabajo, pero que poco pueden esperar de una opción radical-comunista. Sin embargo, el 36 % del voto socialista que pertenece a esa misma clase alta, media alta o media, proviene de familias de trabajadores cuya fidelidad a una opción socialdemócrata es más previsible.

La última encuesta de Metroscopia abunda en la valoración que venimos haciendo, de modo que actualmente Podemos es el partido que más rechazo produce: un 47 % dice que no lo votará jamás, siendo significativo que tal aversión haya bajado respecto al PP del 49 % al 28 %, uno de los valores negativos más bajos respecto a un partido de gobierno. Por si fuera poco, Pablo Iglesias confirma en dicha encuesta que es el líder peor valorado del espectro político actual.

Que Iglesias, según todos los analistas, se haya tirado al monte puede ser satisfactorio para su hinchada y para su ego, pero que ello lo sitúa muy lejos de gobernar un país serio no cabe la menor duda. Ese activismo se pondrá de manifiesto con su escasa aportación a dialogar y alcanzar acuerdos que aborden los grandes problemas de esta legislatura: sostenibilidad de las pensiones, pacto educativo, crecimiento económico y creación de empleo, financiación autonómica y modelo territorial.

De esos retos que afectan a todos los ciudadanos, el podemita se sentirá ajeno allí donde se buscan las medidas idóneas y el consenso político, es decir en las Cortes Generales. Porque, como ya dejó dicho, "las instituciones sirven si se tiene el poder". Si no se tiene hay que mover las calles. Pues eso; leninismo puro.


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