miércoles, 22 de febrero de 2017

Taxis: un derecho de pernada redivivo



Artículo de Paco Romero



“¡A huevazo limpio o a machetazo infame! Son las formas en que el monopolio del transporte público, de la mano de Solidaridad del Taxi, viene aprovechándose del privilegio ancestral de admitir o denegar el acceso al aeródromo sevillano”


Aunque algunos estudiosos niegan su existencia, la historia parece haber asumido como real el “derecho de pernada”, entendido como el derecho de los señores a tomar a sus siervas el día de su casamiento con uno de sus vasallos. Contrariamente a lo que cualquier maldiciente pensara, la “institución” consuetudinaria no fue una invención de nuestros ibéricos señores feudales, sino que ya estaba vigente en la Germania Ulterior antes de la invasión romana: en latín vulgar fue conocido como Ius primae noctis, “derecho de la primera noche”; en inglés continúa usándose la expresión francesa Droit du seigneur, “derecho del señor”, aunque en tierras gabachas se prefiere utilizar la locución Droit de cuissage, con idéntico significado.

Para desconcierto de las masas en general y de la progresía en particular, resulta que fue Alfonso II quien estipuló por ley que “las siervas se encuentran fuera del derecho del señor” y, cinco siglos después, Alfonso X quien aprobara una multa de 500 sueldos y la privación de cargos a quien osara desflorar a la novia antes del casamiento.

¡A huevazo limpio o a machetazo infame! Son las formas en que el monopolio del transporte público, de la mano de Solidaridad del Taxi, viene aprovechándose del privilegio ancestral de admitir o denegar el acceso al aeródromo sevillano y, con ellos, subyugar el derecho al trabajo de la inmensa mayoría de los taxistas sevillanos, todo ello mientras los incapaces que están obligados a impedirlo se han venido mostrando como simples cómplices o consentidores.

Como siempre y para desventura de la ley, el alcalde de turno, sin entrar en demasiadas valoraciones, ha vuelto a tachar de puntuales las recientes, “inasumibles” e “inaceptables actuaciones” -actos vandálicos, es su nombre- que siguen perpetrándose. Desde Del Valle a Espadas, pasando por Becerril o Zoido, nunca regidor alguno ha respaldado la acción de los agentes de la Policía Local para poner fin a tamaño dislate en forma de delincuencia consentida.

Nunca tampoco -y justo es reconocerlo- nadie se mojó tanto como el portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Sevilla, Javier Millán, quien ha acusado a Juan el de la vara de taparse los ojos ante los privilegiados: “El gobierno está volviendo a usar la práctica del trilerismo, intentando desviar la atención hacia el intrusismo y obviando los principales problemas, que son la violencia, las estafas y que todos los taxistas van a seguir sin poder trabajar libremente en el aeropuerto”.

Desde una óptica liberal todo exceso de regulación debiera desterrarse; sin embargo sigue sin tener explicación que, como mal menor, no se imponga por el gobierno municipal el turno rotatorio que, mediante sentencia, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía consideró como la solución más congruente.

Si los nobles del Medievo practicaban un derecho perverso sobre sus vasallas, la aristocracia del siglo XXI, encarnada en “solidarios dueños de vidas y haciendas 3.0”, continúa decidiendo, tirando de nepotismo esclavizante, el futuro laboral de miles de personas, con un agravante: y es que ocho siglos después ni está ni se espera un rey sabio de nombre Alfonso -por supuesto Juan tampoco- que paralice de una vez por todas el chantaje, la coacción y la violencia.

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