martes, 6 de junio de 2017

A vueltas con Andalucía


Artículo de Luis Marín Sicilia


“En Andalucía el pensamiento único de la subvención como arma de progreso e inversión ha devenido en el mayor fraude conocido históricamente”

“Casi cuarenta años de estancamiento y de falta de movilidad social por una política subvencionada, le ha otorgado una cómoda permanencia en el poder pero ha llevado a los andaluces al atraso relativo del resto del país”


Todos los índices que se publican nos bombardean machacona y dolorosamente con una realidad: Andalucía ocupa el furgón de cola del progreso y del avance económico y social. A los habituales índices europeos "Arope" y "Gini" se añade el reciente publicado por la red andaluza "Eapn-a". Según este último 1.075.000 andaluces (el 12,8 %) sufre exclusión social y pobreza extrema al estar al límite de la unidad de consumo de 332 € al mes. Y el 43,2 % (3.620.000 andaluces) están en riesgo de pobreza, encontrándose nueve ciudades andaluzas entre las diez más pobres de España.

Es cierto que el papel de la economía sumergida y la picaresca del empleo subvencionado y las ayudas incontroladas de las administraciones relativizan el impacto de esas cifras indicativas de un submundo económico, social y cultural que, cualquiera que sea la perspectiva desde la que se aborde, no dibujan una buena imagen de Andalucía. Porque aunque es cierto que los índices sobre la pobreza son relativos respecto al índice de precios y al nivel de vida de cada país o región analizado, (hasta el extremo de que, por ejemplo, un monegasco en el umbral de la pobreza sería un rico potentado en nuestro país), todos los datos oficiales confirman que el retrato medio de las familias con menos recursos radican en el Sur de España.

Ahora que la presidenta andaluza parece que va a empeñar su esfuerzo y dedicación volcándose en la mejor gestión del interés general de los andaluces, a la vista de que para otras tareas no la quieren los suyos, sería bueno que hiciera un análisis profundo sobre la razón del por qué cuarenta años de gestión socialista no sólo no han mejorado, en términos relativos, la prosperidad de Andalucía, sino que la han sumergido en un desesperante furgón de cola al que parecen resignarse para desgracia de sus vecinos.

En la presentación de un reciente informe, el presidente de "Eapn-a" decía que la Administración andaluza se esfuerza, "pero es necesario mayor compromiso e inversión". En esas tres palabras, esfuerzo, compromiso e inversión, puede estar la clave de lo que hay que cambiar para que cada una de ellas produzca los efectos adecuados al despegue económico y social de Andalucía.

En primer lugar, reconocer un cierto esfuerzo a la administración autonómica no es suficiente si dicho esfuerzo solo se concreta en ayudas, subvenciones y reparto de regalías sin una correlativa y evidente mejora del entramado social, laboral y productivo. Justamente la política de la Junta ha sido inoperante porque ha dilapidado ayudas sin fin, a veces de forma encubierta o no finalista, sin control de costes y resultados, lo que ha generalizado el fraude tan acusado en la comunidad autónoma.

Traer los ejemplos, hoy en su mayor parte "sub judice", de las prejubilaciones falsas (caso de los ERES), los fraudes al Fondo Social Europeo mediante el despido posterior tras cobrar las ayudas, los fraudes a las Ayudas al Empleo de la propia Junta o la investigación judicial por estafa, prevaricación y apropiación de los incentivos para contratar a discapacitados, confirmaría que hay esfuerzos inútiles sin beneficio real para la sociedad. Si además, como parece pretenderse, el control de las ayudas y subvenciones se pone en manos, de manera irregular, en la llamada "Administración paralela", el mal se ampliará a extremos inaceptables en un sistema de transparencia democrática y control de legalidad.

Como consecuencia del fracaso experimentado, el compromiso y la inversión a que se refiere el presidente de "Eapn-a", Sánchez Montero, solo puede venir de la sociedad civil. Y la sociedad civil andaluza no existe o está adormecida. Para despertarla sería necesario un cambio radical de raíces culturales, de fe en sí misma, que la liberara de ese pensamiento tan dominante que parece único y que considera a los que no se someten a él como réprobos o descarriados. Y ello implica impulsar, desde la educación primaria, el valor del esfuerzo y del trabajo en vez de la indolencia y el buenismo.

Compromiso implicaría perder el miedo a discrepar, plantar cara, con argumentos, a quienes, sean viejos o sean nuevos en política, pretenden imponer un estilo, unas costumbres, unos valores y un pensamiento único y obligatorio. Sería plantar cara a quienes, en un debate profundo, de ideas y de compromisos, cuando se vean derrotados dirían aquello de Aristófanes: "Aunque me convenzas, no me convences", porque su sectarismo ideológico es solo un instrumento de y para el poder.

Y en Andalucía el pensamiento único de la subvención como arma de progreso e inversión ha devenido en el mayor fraude conocido históricamente. El comportamiento tan mediocre y diferente de Andalucía respecto al resto de la nación se debe, fundamentalmente, a que sus dirigentes, para mantener el poder, han construido un marco institucional, con sus agencias, fundaciones y demás entes instrumentales, que les garantiza el poder para ellos y el atraso para la región.

Frente a ese entramado solo cabe, para que el compromiso inversor sea eficaz, construir un sistema económico y social incentivador del progreso y dirigido por las fuerzas del mercado, fomentando el valor de la iniciativa privada como generadora de riqueza y empleo. Hacer viable el avance económico y la estabilidad social no es dar una subvención al potencial inversor, que además origina con frecuencia fraude y picarescas de todo tipo. Es más rentable socialmente facilitar, vía bonificaciones fiscales, que esa inversión sea productiva y duradera.

La presidenta podrá dar un giro de ciento ochenta grados a lo que ha sido la andadura de la gestión socialista en Andalucía. Para ello debiera incentivar el emprendimiento, rebajando la asfixiante presión fiscal de la comunidad, suprimiendo organismos interpuestos y profesionalizando una función pública a la que hasta ahora ha mediatizado, infravalorándola y persiguiendo sin pudor la independencia que la define y que es su razón de ser.

En el fondo se trata de creer en la propia capacidad de los andaluces, en su inagotable fuerza creativa, convencida, como debiera estarlo, que casi cuarenta años de estancamiento y de falta de movilidad social por una política subvencionada, le ha otorgado una cómoda permanencia en el poder pero ha llevado a los andaluces al atraso relativo del resto del país. Después de tantos años, el socialismo andaluz no sabemos si debiera conocer cuáles son las condiciones que hacen posible la prosperidad. Pero lo que debiera tener claro es cuales son las que conducen al fracaso, porque esas son las que con tanto empeño han utilizado en Andalucía.


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