martes, 27 de junio de 2017

Conversaciones con un cuarentón


Artículo de Luis Marín Sicilia


“No es de extrañar que solo se hayan afiliado a Podemos 13.458 personas de las 488.000 inicialmente inscritas

“El nuevo partido, por sus siglas, parece el Pedro Sánchez Ordena España (PSOE), o sea un cesarismo absurdo que rompe la tradición participativa y democrática del viejo socialismo español”

“Cuando escuches a un político ponte en guardia y aplica el viejo aforismo de los predicadores: 'haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga'. Y opta siempre por el mal menor, sabiendo que ninguno te va a dar la plena satisfacción


"La verdad es que me resulta cansino repetirlo. Voy de frustración en frustración con la clase política. La vieja, por vieja; y la nueva por oportunista y sectaria". Es el hijo de un viejo amigo; uno de tantos jóvenes maduros que hoy ronda la cuarentena y que hace años se sintió huérfano de referente político. Siempre me decía "vosotros lo tenéis claro; hicisteis la Transición y no queréis plantear nuevas alternativas. Sí, ya sé lo que me vas a decir: que sabe el diablo más por viejo que por diablo. Que la política es el arte de gestionar el interés público con la mayor objetividad posible; que los perros no se atan con longaniza, y que el mayor logro de tu generación fue encauzar los problemas desde el diálogo y alejados de posturas excluyentes. Y que por ello desconfiáis de lo que llamáis adanistas, jóvenes que piensan que la vida y la política han empezado con ellos y con sus ideas".

Hoy se ve desorientado, entre abatido moralmente y frustrado socialmente. Dice que para él y muchos como él "todos los políticos son iguales: mucha palabrería y pocos hechos; mucho acusar a los demás y una ceguera impresionante sobre sus defectos". Rememora el pasado más reciente y se siente manipulado. "La indignación social supieron aprovecharla unos pocos de nuestra generación con vitola de mesías. Ahora te das cuenta que son unos oportunistas. La mayor parte proviene del profesorado, pero del profesorado interino, o sea del poco esforzado, del acomodaticio que pulula entre bastidores. Ninguno, ahora nos damos cuenta, tiene un currículo ni académico, ni profesional, ni social digno de servir de ejemplo, salvo su activismo contestatario. Por ello no es de extrañar que solo se hayan afiliado a Podemos 13.458 personas de las 488.000 inicialmente inscritas. O sea solo un 2,75 % de los que entusiásticamente se inscribieron en su página web."

La reciente moción de censura le ha indignado más, pues confirma lo que ya se vislumbraba: su obsesión por el espectáculo. "Ni una sola idea positiva, ni una sola aportación documentada y fiable para los problemas de los ciudadanos". Por si fuera poco, el liderazgo de Pedro Sánchez en el PSOE no parece haber calmado su decepcionado ánimo. "Es que el nuevo partido, por sus siglas, parece el Pedro Sánchez Ordena España (PSOE), o sea un cesarismo absurdo que rompe la tradición participativa y democrática del viejo socialismo español. Solo desde el ordeno y mando puede entenderse que en 48 horas haya cambiado de opinión tres veces sobre el tratado de libre comercio UE-Canadá, dejando en evidencia a sus compañeros eurodiputados y miembros de la comisión del Congreso que lo defendieron y votaron. Y luego lo de la nación de naciones. Da vértigo leer o escuchar las definiciones sobre nación, federalismo o plurinacionalidad de esta gente que, irónicamente, Arcadi Espada define como una reunión de jóvenes tan estudiosos y bien preparados… ".

"El mayor error de Sánchez es disputarle a Iglesias, con sus mismos mensajes, el voto de la izquierda. Tan obsesionado está en recuperar dicho electorado que ha abierto un boquete impresionante a su derecha, que es centro, para satisfacción de C's y PP". Por ese camino, dice mi interlocutor, "al final sobra uno de los dos. O Pedro o Pablo. Y hasta ahora parece ser éste el que marca la pauta, hasta el extremo de haber examinado a Sánchez cuando, sobre el cambio de postura del tratado CETA, le espetaba está bien el cambio de actitud, pero todavía tiene mucho que demostrar. O sea, Pedro, el aprobado para capitanear la  izquierda te queda todavía lejano".

Y el joven amigo decepcionado aborda algunas cuestiones de futuro. Dice estar harto de la manipulación política. Tiene la convicción de que el tema de la corrupción ha sido sobredimensionado por intereses políticos y quedará en bastante poco, tal como los autos y sentencias judiciales vienen acreditando. "No es aceptable en un Estado de derecho la forma en que se han producido determinadas detenciones, acusaciones e instrucciones. La presunción de inocencia no existe en España cuando hay un político por medio". Y añade: "Ha sido vergonzosa la forma de algunas detenciones programadas y televisadas en directo" y alude, por el conocimiento del afectado, a la del exalcalde de Granada Torres Hurtado, cuya parafernalia fue más propia de un Estado policial que de una democracia moderna. "Y luego, ¿para qué?" dice indignado. "¿Qué delito cometió? ¿Por qué ese despliegue de medidas de seguridad al registrar su vivienda? ¿A qué mando policial, a qué fiscal o a qué juez hay que atribuirle el desafuero?". Y concluye "como este caso, cientos. Hay que poner freno a esta indefensión".

"Tengo que darte la razón", me dice casi concluyendo. "En política no hay planes perfectos. Solo desde la aproximación de posturas divergentes se construye algo positivo y duradero. Vosotros supisteis hacerlo mientras, entre nosotros, hay algunos empecinados en destruir vuestra gran obra de la Transición, percatándonos de lo difícil que les resulta a los políticos actuales dialogar y buscar puntos de encuentro, porque en ninguno de ellos está depositada la verdad absoluta."

"La Constitución hay que respetarla", dice al tocar el tema secesionista. "Si se nos quiere privar al conjunto de los españoles la titularidad de la soberanía, para cuartear ésta entre esas nuevas naciones que algunos pretenden, hay previamente que llevar ese proyecto fragmentador a las Cortes Generales para iniciar la correspondiente reforma constitucional, cuya última palabra corresponderá al conjunto de los españoles. Mientras ello no se haga, conviene hablar menos y trabajar más en defensa de nuestra convivencia".

Inmerso en una cierta preocupación sobre el futuro del Estado de bienestar, expresa su preocupación para garantizar su sostenibilidad, entendiendo que "hay que definir y cuantificar las aportaciones de los que contribuyen al mismo, así como los actos extractivos de quienes se benefician del sistema. Y siempre buscando el equilibrio para evitar que los únicos que succionen las ubres del bienestar sean los pícaros que inundan el país".

En su decepción analítica termina con un símil sobre lo ocurrido en Francia, donde "los partidos políticos se entregaron al fervor de su militancia olvidando, como aquí está ocurriendo, que los afiliados son kamikazes ideologizados, de modo que, a derecha e izquierda, las bases partidarias son bastante menos moderadas que la ciudadanía a la que pretenden gobernar". Tan escaldado  estaba Macron de la ideologización partidaria que "su nueva plataforma, La República en Marcha, ha arrasado porque, en Europa, afortunadamente el poder siempre se consigue desde posiciones centradas."

Y hace un análisis que considera importante: "la selección de los políticos de la plataforma de Macron se hizo mediante un examen de méritos curricular. Y una vez seleccionado, el candidato elegido firmó un contrato mercantil para asegurar el cumplimiento programático". Como verás, dice, "la cultura del mérito en la clase política no existe en España. Quizá de ahí provengan muchas de nuestras frustraciones y lamentos. Porque lo cierto es que ponemos en manos de gestores no contrastados la friolera de 450.000 millones de euros al año, extraídos de nuestros impuestos para las arcas del Estado. ¿Pondríamos en sus manos la gestión de nuestros ahorros? Como, además, estos piensan que el dinero público no es de nadie... ¡viva la fiesta!, que ya otros reaccionarios la pagarán".

Después de oírlo llegue a una conclusión que ya es repetida en nuestra historia: Cuando escuches a un político ponte en guardia y aplica el viejo aforismo de los predicadores: "haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga". Y opta siempre por el mal menor, sabiendo que ninguno te va a dar la plena satisfacción.




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