domingo, 22 de febrero de 2015

NOSOTROS, LOS ARROGANTES


Rafa G. García de Cosío

Hace algunos meses descubrí por accidente a Sergio Calle Llorens en una red social. Es un periodista malagueño tan querido como odiado, como siempre ocurre en Andalucía con cualquier cosa que amenaza con romper el orden establecido. He podido comprobar esa inquina tanto en su propio blog

 como en mi facebook. Para mí, Sergio es un lince, no sólo por la agudeza con que ve la realidad andaluza, sino por su peligro inminente de extinción entre la población del sur. Me voy a ahorrar los piropos a su estilo, su experiencia y su cultura y dejo que visitéis su blog, o las entradas en este diario, donde también escribe.

Pero hay otra razón por la que me gusta el estilo de Sergio. Se parece mucho a mí. Una persona contestataria, peleona, inconformista, indignada. Pero no indignada a la manera que se lleva ahora, desde un sofá contra gaviotas, rosas, carteles y enemigos invisibles, personas en desiertos lejanos o políticos siempre del otro bando. Está valientemente indignado contra sus propios vecinos, sus congéneres, como debe ser, porque ya Larra nos enseñó que todos los problemas de la política empiezan en la cafetería: Está indignado con los andaluces. Y mira que ha llovido entonces desde los escritos de Larra. Y mira que se nos ha dado la oportunidad de avanzar algo desde el siglo XIX en mecanismos democráticos que hemos desaprovechado totalmente.

Hay algo que me asusta muchísimo en los tiempos que corremos. Y es que, cuando uno ha adquirido miles de experiencias y ha conocido a centenares de personas, automáticamente esté condenado a caer mal o parecer prepotente. Me siento así muchas veces. Cuando hablo, intento transmitir conocimientos que me vienen de repente a la cabeza y que pienso que mi interlocutor puede ignorar. Pero siempre acabo pensado lo mismo: que la persona que dialoga conmigo me desprecia como alguien arrogante, presumido y, en el peor de los extremos, niño de papá. Sí, en el siglo XXI, en España, el que sale del país y ve mundo sigue siendo considerado un niño de papá, a pesar de las generosas becas que un servidor (otra de mis miles de experiencias) vio esfumarse en cubatas bebidos por jóvenes irresponsables de alguna playa de Niza. Ambas cosas, la consideración de niño de papá y el desaprovechamiento de una beca, son casi impensables en Alemania, país que exporta no solo maquinaria sino jóvenes de 17 años que viajan solos por Nueva Zelanda con una mochila más grande que ellas (pídele eso a uno de nuestros apalancados retoños).

Semanas atrás, en un debate con un familiar, se me exigió que demostrara que el pueblo andaluz es ignorante e inculto. Reconozco que me quedé en blanco. ¿Cómo iba yo, periodista de formación, a demostrar algo que, queramos o no, es un fenómeno de percepción que depende de la voluntad de aquél a hacer un esfuerzo de autocrítica? El caso es que, ahora mismo, soy un periodista de formación e investigador de profesión. Y como investigador he descubierto que hay varias metodologías para demostrar un fenómeno. Por ejemplo, para el caso andaluz podríamos echar mano de las estadísticas, como el informe PISA, que nos coloca día sí y día también a la cola ''de todo lo bueno y en cabeza de todo lo malo'', en palabras de Sergio Calle. Otra metodología es la comparación con otros elementos, en este caso regiones, cosa fácil con un billete de autobús o Ryanair. Por último está la observación empírica, empeño al que estoy dedicado desde mis tiempos en el colegio. Gracias a esta observación, he llegado a la muy clara conclusión de que la corrupción de la política empieza en la sociedad, y no al revés. Si las calles de Sevilla están más sucias que las de Madrid, Berlín o Londres, pues señores, lo estamos poniendo en bandeja para que nuestros políticos también vayan a ser más sucios.

Ojo, que de igual manera considero que el pueblo andaluz es uno de los más espabilados del mundo, porque es además muy creativo -tan solo hay que contemplar el arte, la literatura y el legado, en definitiva, de los últimos siglos. El problema es que esa inteligencia, como es costumbre en España, se convierte en picardía y se utiliza en provecho del individuo, y no del colectivo. Por eso en Alemania me siento seguro dejando la bicicleta en la calle sin atar y en España no me atrevo ni para entrar en la panadería. Y claro, los políticos andaluces también prostituyen esa inteligencia y se convierten en listos, tan listos que todo apunta a que vuelvan a ganar el mes que viene. Así, no solo han logrado empobrecer económicamente a una región para que sigan confiando en la necesidad de un supuesto socialismo redentor, sino que la han empobrecido culturalmente -y esto es lo más grave- para que, asiendo la bandera blanquiverde de una entidad que antes del siglo XX nunca existió, se censure la más mínima autocrítica y se invoque la sospecha de que se trata de una infiltración de Madrid y demás autonomías 'mandonas'.

Así que así están tristemente las cosas. Cuatro gatos predicando en el desierto y el resto sin rumbo, sin dinero y sin cerebro.




4 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo, como en todas las regiones subdesarrolladas del planeta, lo mejor de su capital humano tiene que emigrar y eso no está bien visto por sus compatriotas, no sé si por envidia o porque son la prueba de un fracaso colectivo. Buen fichaje para la página.

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  2. Me parece un poco pesimista, aún estando de acuerdo en el fondo. Yo prefiero dar la imagen de que conseguir una real movilización democrática en Andalucía es una tarea de corredores de fondo; y en parte porque no quiero que Andalucía se convierta en una copia de algunos lugares centro europeos donde la gente vive aislada de los demás. Es cuestión de paciencia, con pequeñas demostraciones de indignación democrática. No caen tan en el vacío: recordemos cómo en las últimas elecciones ganó el PP. Paciencia pues

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    1. Gracias por tu comentario, Forevin. Una cosa: yo soy bastante individualista, es cierto, pero vivo en Alemania y te puedo asegurar que aquí la gente no vive ''aislada'' de los demás. Aquí la gente sale de fiesta, come en restaurantes, organizan cosas en su casa... otra cosa es que se metan en los asuntos de los demás. Eso no. Pero de vida aislada, nada.
      Por otra parte, yo no creo que haga falta en Andalucía una ''revolución democrática'' (más allá del necesario cambio de la ley electoral). En todo caso, lo que hace falta es meter ya la ilustración con calzador, para que la gente sepa lo que vota y tenga un nivel cultural más alto. De qué vale pedir democracia cuando el universo electoral, o sea los electores, no tiene la suficiente inteligencia para no poner a memos o ladrones al frente? Un saludo.

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  3. Hombres, liberales de contenidos y valientes como Sergio Calle Llorens no solo merecen nuestro reconocimiento y consideración sino, especialmente, nuestro estímulo y protección. Sergio tiene solo un problema; escribe muy bien y atina con la estilo- gráfica o aguijón.

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