martes, 27 de octubre de 2015

Una EPA de pena y un compromiso cumplido


Artículo de Paco Romero


Los datos aportados el pasado jueves por la última Encuesta de Población Activa publicada, la correspondiente al tercer trimestre del año en curso, siguen dibujando un panorama desolador por estos lares, donde el paro se incrementó en 21.500 personas en los últimos tres meses, lo que sitúa el número total en 1.281.900 parados, frente a los 2.758.100 de ocupados, elevando la tasa de paro al 31,73 por ciento.


El desalentador dato lo es todavía más al haberse producido en un periodo donde el paro menguó, con la excepción también de Navarra. Tras el recorte del desempleo nacional, el número total de parados alcanza la cifra de 4.850.800 personas, y la tasa de paro se sitúa en el 21,18 por ciento.

A menos de ocho semanas de las elecciones generales convocadas ayer por el presidente, el gobierno ha cumplido un compromiso que hace cuatro años era para muchos un brindis al sol.

Cierto es que este gobierno de tecnócratas ha dejado de la mano otras actuaciones igual de necesarias que, de la mano de la alta política, hubiesen proporcionado alegrías a un país ávido de noticias en ese sentido: la despolitización de la justicia, que finiquitara la -solo- aparente independencia de los poderes públicos, o la planificación consensuada de la Educación que concluyera con facciones y sectarismos inútiles, debieran haberse acometido sin recelos en un desesperado intento por cuadrar un círculo que, cada vez, se vislumbra más imposible. Indiscutible es también que ha relegado los réditos que proporcionan las prácticas que llegan de la mano de la política de vía estrecha y de la mugrienta demagogia, esas que llenan los ojos de los televidentes en horas de máxima audiencia. ¡Bien por ellos y mal por sus resultados!, como tendrán ocasión de comprobar cuando los españoles encaminen de nuevo sus pasos hacia las urnas.


Naturalmente que queda mucho por hacer, cierto es que el número de empleados hace cuatro años superaba al actual y, por tanto, el éxito ha de compartirse con los meritorios españoles que, con más o menos formación, con más o menos posibilidades, eligieron, huyendo del subsidio y de la subvención, la vía del “exilio” para encontrar acomodo a sus inquietudes, sin olvidar también el sacrificio del millón de personas que ha retornado a sus países de origen.


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