viernes, 8 de julio de 2016

Ya sólo se puede ser liberal

Artículo de José Antonio Peña




Tras la absurda borrachera electoral a la que nos vimos sometidos el 26-J, resultado del desacuerdo en la repartición del pastel estatal tras el 20-D en el seno de la socialdemocracia transpartita, ésta continúa a lo suyo: perpetrar esta vez sí el reparto (toma fuerza la investidura-cártel PP+C’s+PNV+CC+el polizón de NC en el cayuco del PSOE, para llegar a los 176 raspados) a la par que no aborda, siquiera parcialmente, una sola de las grandes reformas que necesita el país en materia de libertad económica, mercado laboral o sistema de pensiones. Bien mirados, únicamente sorprende realmente de los resultados electorales la pedrada a C’s, que ha perdido en sólo 180 días un quinto de sus escaños: avance del PP y retroceso del PSOE nada escandalosos y mantenimiento del bolchevismo; meros reajustes, por tanto, que, pese a la tómbola de porcentajes y al estrangulamiento de datos y cifras que ofrecen partidos y medios, edulcorados con el número de abstencionistas y los votos en blanco y los nulos, permite concluir que estamos como estábamos… y que resulta más necesaria que nunca una fuerza política liberal que permita hacer palanca en un parlamento colonizado por socialdemócratas de todo jaez y por comunistas. El Partido Libertario (P-LIB), único de estas características en España, volvió a concurrir el 26-J y ha más que demostrado que no es flor de primavera y que cualquier vía de agua importante en el consenso socialdemócrata vendrá de su mano y de quienes se vayan sumando a su proyecto de transformación, gradual pero profunda, de la realidad.

La primera en jugar al centrismo liberal (fórmula vacua donde las haya) desde el CDS, pese a ser también plenamente socialdemócrata, fue UPyD, hoy de cuerpo presente, y después C’s ha pretendido coger el testigo, también pese a su condición socialdemócrata (debería ser objeto por parte de las ciencias de lo oculto el que reiteradamente fuerzas socialdemócratas se presenten como liberales para encima terminar invariablemente escaldadas más pronto que tarde). C’s tiene a día de hoy muchas posibilidades de desaparecer a corto o medio plazo, al estilo magenta, en cuanto se rehagan la socialdemocracia de derecha, liderada por el PP, y la de izquierda, que por ahora seguirá liderando el PSOE, dos formaciones con programas electorales simétricos pero de larga tradición que han sabido solidificar en el imaginario político colectivo dicho eje falaz de izquierda-derecha a base de mediáticos debates pretendidamente acalorados y exagerados sobre asuntos religiosos, identitarios o el aborto, en los que a la postre, por otro lado, han convergido bastante (no hay más que ver las legislaciones al respecto de uno y otro en el gobierno). Así que C’s deambula buscando acomodo socialdemócrata entre ambos, sin aportar absolutamente nada nuevo y reincidiendo en las erróneas recetas socialdemócratas, agarrado al salvavidas de la corrupción y de las caras nuevas (que ya comienzan a no ser tan nuevas) y al rol de muleta del PPSOE que quizá durante no demasiado tiempo pueda ejercer.

Por ello, fuera del ecosistema socialdemócrata y comunista español sólo puede haber ya vida liberal, la cual en el siglo XXI y después de que Iglesias II hace no mucho afirmase nada menos que también Podemos es heredero de la tradición liberal, tiene irremediablemente que ser libertaria, en lugar de redundantes formaciones socialdemócratas de aluvión que aprovechan ventanas de oportunidad dentro de la propia socialdemocracia y que no son sino coyunturales reajustes internos de la misma. De hecho, lo normal en muchos países de nuestro entorno cultural, y de otros entornos culturales, es la presencia institucional de un partido liberal, y en Estados Unidos las encuestas auguran un excelente resultado en las elecciones presidenciales de noviembre para Gary Johnson, candidato del Libertarian Party (cuyo homólogo en España es el P-LIB) que ya desarrolló una brillante labor como Gobernador de Nuevo México entre 1995 y 2003. Nuestro país, cuna del liberalismo, no merece continuar siendo por más tiempo una excepción.

(“El Herald Post”, julio de 2016)


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