miércoles, 14 de septiembre de 2016

Del desafío político a la apropiación indebida


Artículo de Luis Marín Sicilia


“Hoy los más radicales separatistas provienen de los hijos de la emigración interior, lo que, al igual que ocurre con los yihadistas occidentales, confirma aquello que siempre se supo sobre el fervor de los conversos”

“No vamos a tolerar que una minoría, por muy importante que sea, se apropie indebidamente de lo que no es suyo. Cataluña, como Andalucía, es de todos los españoles”



En diciembre de 2015 el Tribunal Constitucional declaró nula, por inconstitucional, la resolución del Parlamento catalán por la que "se abría un proceso constituyente en Cataluña encaminado a la creación de la futura constitución catalana y de un Estado catalán independiente en forma de republica". Ante la contumacia en la ilegalidad constituyendo una comisión parlamentaria "ad hoc", el TC advirtió a la presidenta del Parlamento y a los miembros de la Mesa, en julio de 2016, que "habrá consecuencias si sigue el proceso" debiendo frenar "cualquier comisión que dé apariencia de validez a dicho proceso".
Aunque inicialmente se paralizó el debate en el pleno del Parlamento de las conclusiones de la comisión, el 27 de julio último fueron debatidas en sesión plenaria, desobedeciendo la orden expresa del TC los miembros de la Mesa y, de forma especial, la presidenta Sra. Forcadell, la cual debió impedir la votación en la que se abjuraba de las leyes españolas y del Tribunal Constitucional y se conjuraban para hacer una republica independiente, lo que había sido expresamente prohibido por el TC.

Al margen de lo que proceda por el TC, la asociación Libres e Iguales denunció a la Forcadell por desobediencia, entendiendo que la Fiscalía tiene que intervenir dada la responsabilidad que le compete en base al artículo 124.1 de la Constitución, pudiéndose ampliar el delito de desobediencia con el de malversación de caudales públicos, por desviarlos para fines ilícitos.

Aunque la aplicación de la justicia es exasperantemente lenta en España, los plazos se agotan y es previsible que, en breve, la presidenta Forcadell pueda seguir el mismo destino que el presidente del Parlamento vasco Sr. Atutxa, condenado e inhabilitado por no disolver el grupo parlamentario sucedáneo de Herri Batasuna, mientras Artur Mas juega a padre de la patria catalana con el mismo afán que Arzalluz pretendió con la vasca, atizando desde fuera el vacuo sentimentalismo que encubre su desmedida ambición.

En ese contexto, agravado con el bloqueo de la investidura de un gobierno que ha de enfrentarse con entereza al desaforado desafío catalán, se ha celebrado una Diada que, como viene ocurriendo desde que la dirigencia catalana perdió el "seny" que siempre adornó a los catalanes, ha dejado de ser, como dice Boadella, la fiesta de una comunidad, alegre, simpática y festiva, para convertirse en "un acto secesionista, siendo ahora la fiesta del rencor y la paranoia".

Las mentes catalanas más ilustradas y rigurosas no dudan en culpar a la degradación de la clase política la deriva secesionista, cuyos protagonistas, que hoy ocupan las instituciones catalanas, son unos "aprovechados sin carácter, personas insípidas que ni siquiera conocen la historia", pretendiendo hacer pasar por una guerra de secesión lo que fue una lucha dinástica por el Reino de España entre el Archiduque Carlos y Felipe V. Y tanto uno como otro tenían partidarios en Cataluña. Para Albert Boadella "la Cataluña sensata y consciente se ha alejado tristemente de la realidad, lo que resulta impresionantemente doloroso", y daría para escribir una "Historia de la decadencia".

Cada vez hay menos dudas de que Cataluña ha sido presa de una profunda y sectaria manipulación de la historia, con la connivencia y la financiación de las instituciones que han conseguido educar a dos generaciones en el odio a su propio país. Ello explica que hoy los más radicales separatistas provengan de los hijos de la emigración interior, lo que, al igual que ocurre con los yihadistas occidentales, confirma aquello que siempre se supo sobre el fervor de los conversos.

Además, resulta sintomático que, cada vez más, sea la izquierda la que se pronuncie a favor de postulados separatistas, desarbolando a los sectores moderados de la burguesía, tradicionales defensores de planteamientos soberanistas. Tal deriva de la izquierda resulta profundamente casposa y retrógrada ya que implica la progresiva dejación de los valores de la solidaridad y de la igualdad que teóricamente la definen, asumiendo ahora posiciones privilegiadoras propias del medievo y del feudalismo.

Cataluña, con Felipe V, recibió notables compensaciones a la pérdida de sus privilegios forales, siendo el último territorio de la Corona de Aragón en perderlos. Por otra parte Cataluña nunca fue un reino, como si lo fue por ejemplo Valencia, dentro de la Corona aragonesa, siendo aquel territorio solamente sede de los distintos condados catalanes. Para hablar de historia, bastaría con saber que, por ejemplo en nuestra Andalucía hubo hasta cuatro reinos (Sevilla, Córdoba, Jaén y Granada) que también perdieron progresivamente sus peculiaridades en aras de un proyecto común que nos ha ligado y enriquecido durante cinco largos siglos.

Ada Colau, en un inquietante artículo-manifiesto en El País, se envuelve en la bandera soberanista, confirmando lo que piensan Boadella y otros muchos de esta nueva izquierda que "está a lo que salga para ganar votos". Como hace la izquierda cuando se viste de mensajes sentimentales, acredita lo de siempre: ignorancia supina de los conceptos, mezcolanza absurda de las demandas sociales con el sentimiento nacionalista y mentiras sin fin sobre las relaciones con el Estado. Los delirios y las farsas desgraciadamente suelen tener finales trágicos y las cosas están llegando a un alto nivel de desacato, bajo un concepto primario de lo que es democracia.

Hay quien piensa que estos delirios, que rompen el orden de convivencia asentado democráticamente en cada país, no son casuales y de algún modo pretenden sembrar la división en países occidentales. Así lo explica el periodista estadounidense Casey Michel, que ha estudiado los vínculos entre el gobierno ruso y los movimientos desestabilizadores de esos países, concluyendo que el fomento de los movimientos separatistas en lugares como Irlanda del Norte, Hawai, Texas, Lombardía, Cataluña, Ucrania y otros son un elemento más en la estrategia de desestabilización de Putin, en su batalla por la hegemonía económica y la debilitación del adversario. Ello explicaría la asistencia catalana a la Conferencia Internacional celebrada en Moscú en septiembre de 2015 sobre "El derecho de los pueblos a la autodeterminación".

En cualquier caso, lo que resulta obvio es que el desafío político que al Estado le están planteando las instituciones catalanas se tiene que resolver con la aplicación rigurosa de la ley, con la misma rotundidad que se ilegalizó el brazo político de ETA, se inhabilitó  a Atutxa y se desestimó el plan Ibarretxe. No caben medias tintas en el incumplimiento de la ley, pues si así fuera se acabaría el Estado de derecho e imperaría la ley de la jungla.

A las inhabilitaciones que procedan y a las sentencias, incluso de índole penal, han de seguir las medidas de índole política, si persiste el desafío institucional, en aplicación del artículo 155 de la Constitución Española. En este tema no caben ambigüedades y la postura de los llamados partidos constitucionalistas no debe dejar lugar a la duda, por ello no se explica la equívoca postura del PSOE de Sánchez sobre el particular.

Y desde la perspectiva de la lesión al interés general de los españoles, cuyos derechos se están vulnerando día a día en Cataluña con la obstinación y la arrogancia propia de toda conducta antidemocrática, quizás convenga dejar patente que lo que es de todos no puede apropiárselo impunemente una parte. Aquí decidimos todos, y no vamos a tolerar que una minoría, por muy importante que sea, se apropie indebidamente de lo que no es suyo. Cataluña, como Andalucía, es de todos los españoles.



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