sábado, 15 de julio de 2017

Zapata y la igualdad


Artículo de Luis Marín Sicilia



“Zapata, como tantos otros, ha llegado a una conclusión elemental: con lo que le detraen de su sueldo acaban con cualquier atisbo de meritocracia

“Que todavía haya quienes confíen en fórmulas igualitaristas extremas como base del progreso no debe extrañarnos en un país como el nuestro, donde el mérito y el esfuerzo no son vistos como una virtud sino más bien son objeto de envidia”


La baja de Podemos que Zapata, el concejal comunista de Madrid, ha tramitado, ratifica lo que ya la historia viene demostrando: que el comunismo tiene una especial reverencia por la propiedad privada. Cuando ésta no se tiene para maldecirla; cuando se tiene, para bendecirla y protegerla. El trotskista multimillonario Roures es un ejemplo paradigmático de todo ello.

En realidad Zapata, como tantos otros, ha llegado a una conclusión elemental: con lo que le detraen de su sueldo acaban con cualquier atisbo de meritocracia, pues al final el concejal trabajador cobra lo mismo que los activistas y pancarteros que, puño en alto, son la base del entramado populista.

Si un país quiere sumergirse en la ruina y la miseria solo tiene que profundizar en esos mensajes mesiánicos que, sacralizando la igualdad, acaban con los estímulos sociales y el reconocimiento al mérito y al esfuerzo. Es el viejo dicho según el cual la izquierda primero crea los pobres con sus políticas desincentivadoras y luego pretende correr a socorrerlos. Pero el daño, una vez hecho, tiene difícil arreglo. Se empieza por desestimular a los estudiantes, pasándolos de curso sin aprobarlo en su totalidad, y se termina generando frustraciones de titulados sin un nivel mínimo para competir en una sociedad llena de retos y necesitada de talentos.

El desestímulo de la iniciativa privada provoca daños irreparables; dañar irreversiblemente a la misma es acabar con la gallina de los huevos de oro. Si el mensaje que se percibe, por unas políticas sociales equivocadas, es que se gana lo mismo trabajando que sin trabajar, ya puede suponerse el resultado. Quizá el comunista Zapata haya aprendido algo sobre el particular.

No por casualidad hoy vivimos el esplendor de los millonarios surgidos de regímenes comunistas. Chinos y rusos enseñorean su poderío económico por todo el planeta. Y precisamente la mayoría de ellos provienen de ejecutivos y dirigentes de las grandes empresas estatales controladas por los regímenes totalitarios chino o soviético. Ello por no hacernos eco de las filtraciones que hablan del ingente capital acumulado por los Castro cubanos y los chavistas venezolanos.

Que todavía haya quienes confíen en fórmulas igualitaristas extremas como base del progreso no debe extrañarnos en un país como el nuestro, donde el mérito y el esfuerzo no son vistos como una virtud sino más bien son objeto de envidia. Pero que haya políticos que ensalcen tamaño dislate acredita que tales personajes prefieren la pobreza y el atraso porque ahí tienen las mieles de un predicamento que les rinda los frutos de un amplio respaldo popular. Con razón Rajoy le espetó a Pablo Iglesias, en la última sesión de control parlamentario, que al grupo podemita no le interesa que mejore la situación económica y social porque con ello disminuiría su nivel de apoyo electoral.

Un Estado moderno y avanzado es el que consigue los más amplios niveles de igualdad de sus ciudadanos en el punto de partida. Un Estado regresivo, que termina siendo totalitario, es el que se empeña en que todos lleguen igualados a la meta. Porque la meta, en este caso, es el atraso y la pobreza, víctimas ambas de una sociedad sin estímulos.


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